|Capítulo 15: El camino al Sin Rostro|

217 29 60
                                    

—Intentaron conocerme,

pero se alzaron en mi contra.

Me encerraron en su jaula,

hasta que terminé de corromperlos.

La recepcionista del hotel miró a Lucio a través de sus pupilas pequeñas y contraídas, el maquillaje oscuro que tenía alrededor de los ojos hacía que se vieran como puntos negros en medio de un papel arrugado y su piel brillaba aceitosa bajo las l...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La recepcionista del hotel miró a Lucio a través de sus pupilas pequeñas y contraídas, el maquillaje oscuro que tenía alrededor de los ojos hacía que se vieran como puntos negros en medio de un papel arrugado y su piel brillaba aceitosa bajo las luces rosadas de los carteles de neón.

—¿La habitación de siempre, Lu?

El hombre se volteó hacia Reina como si sopesara la respuesta y volvió a la recepcionista antes de que ella abriera la boca.

—No, esta vez necesito la numero cero, por favor.

El labio de la mujer se crispó y dejó entrever los dientes desordenados en una cantidad de filas que Reina estaba segura de que no había visto jamás en su vida.

—¿Estás seguro?

—No necesito que me controles la vida, Agnes, en serio. Ya soy mayor de edad.

La mirada afilada de Agnes recorrió a Reina con una nueva lucidez impresa en su semblante, observó a través de ella. Fue solo un instante en el que se sintió expuesta antes de que se perdiera bajo el escritorio para entregarle a Lucio un aro plateado con una llave tan negra como sus largas uñas.

—Vamos, Reina —canturreó el muchacho en su oreja para sobresaltarla, se había quedado pasmada con la vista en el espejo tras la recepcionista, en realidad en su cuerpo bajo el vestido, un entramado de venas gruesas tensaban la piel brillante.

Lucio actuaba como si el hotel fuera su patio de juegos, recorrió los pasillos teñidos de rosa mientras esbozaba una melodía que Reina desconocía y sus zapatos marcaban un ritmo invisible. Lo siguió con el ceño fruncido y la ligera sensación de que cometía un error no pronunciado por su voz interior, tampoco pudo ignorar la mirada enturbiada que el muchacho le lanzó al creer tener la certeza infantil de que ella no le prestaba atención.

La puerta de la habitación cero, como la había llamado Lucio, era igual a las demás, con la diferencia de que el número en la oscura madera se hallaba cruzado por dos líneas doradas, y un cartel que prohibía la entrada. En el interior fueron callados por la alfombra negra, y el silencio extraño en el que estaba sumido el hotel, salvo por los silbidos de él se le hizo tan insoportable que se vio en la necesidad de consolarse con el pensamiento de que iba a irse después de dejarle en claro que estaba dispuesta a guardar silencio, y no quería tener problemas. No iba a mancharse las manos.

Siempre que él pudiera colaborar para decirle quién era el muchacho en el video de la cámara de seguridad.

«Así peinado no parece tan joven. ¿No podés comértelo?»

Génesis [La voluntad de Caos] [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora