|Capítulo 32: Donde reinan las pesadillas|

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—No comprendía su esencia

hasta que vi el tiempo en sus ojos estrellados.

Oh, me pertenecía el maravilloso desastre

en esas palabras, y sus deseos también.

Harlem parpadeó para aislar las brumas a su alrededor, y enfocó la vista en aquella figura desparramada sobre la piedra húmeda

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Harlem parpadeó para aislar las brumas a su alrededor, y enfocó la vista en aquella figura desparramada sobre la piedra húmeda. Al final del risco, su vestido se agitaba, y los dedos se retorcían del dolor, intentaba aferrar las puntas rocosas para arrastrarse sobre el filo de la superficie, así lograba abrir más los cortes que poblaban su humanidad. Tenía la piel gris por la helada putrefacción y movía los labios morados llamando a alguien con urgencia, pero lo único que salía con claridad, entre el choque de las olas y el salvaje viento invernal, era la sangre de un cuerpo en pleno estado de descomposición.

Sin poder evitarlo, Harlem presionó su mandíbula frente aquella visión deformada del pasado en sus sueños, y corrió a encontrarse con Génesis. Después de lanzarse al vacío, y a pesar de su voz oxidada producto de tanto llorar, había comenzado a gritar como si no esperase caer realmente, su cabello negro se había extendido sobre su espalda como las alas rotas de un cuervo que jamás tuvo la posibilidad de volar. Nadie llegó a salvarla del aire helado que cortó su piel, y tal como había sucedido al conocer a ese monstruo, jamás se enteraron de que Caos era el culpable del desastre que traería a sus vidas mantenerla cautiva cual animal.

La Génesis que conoció una vez murió ese día, y para Harlem presenciar el suicidio de la única humana que había admirado en su eterna existencia sin proponérselo era el precio que debía pagar por los pecados de su padre.

Reconocía la cobardía en su conciencia, cual peso aplastante contra sus huesos, por no asesinarla antes de que tuviera ese final. Él podría haber aprendido del pasado lo suficiente para pronunciarse como una entidad autosuficiente, capaz de manejar y contener su poder, pero jamás logró superar su ruina, el producto de dejar a una sombra consumir su alma. Gracias a ese primer error había acordado con sus hermanos conformar el sello que iba a mantenerlas a raya, pues era imposible borrarlas en su totalidad de la faz de la tierra una vez que los parásitos abrían su camino entre la grieta en los huesos de la humanidad.

«Querías que muriera.»

«Tu trabajo iba a ser más fácil así.»

«Lograr que se encariñara te facilitaba el robarle sus recuerdos.»

«Robarle iba a permitirte ver una forma de matarlo a él.»

«No te permitas olvidar.»

«Somos tu memoria.»

«Lo único que te queda de ella y su humanidad.»

Génesis [La voluntad de Caos] [COMPLETA]Where stories live. Discover now