|Preludio: Un trato con la muerte|

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—El Vacío nunca dejará de serlo,

aunque se le incorpore conciencia,

aunque oculte con su cuerpo el sol

y consuma la memoria de todos

los que habitan la tierra.

Porque si deja de serlo,

será otra cosa y no él mismo.

Dará fruto a su autodestrucción

y la de todos los seres vivientes.

«No importa lo que cueste, no importa la manera

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«No importa lo que cueste, no importa la manera. Debes erradicar a la oscuridad lo antes posible, mi niña. Si los Sin Rostro toman el control, el mundo humano desaparecerá»

Me importa una mierda el mundo humano, lo odio.

Sin embargo, las órdenes de su padre no eran algo que ella pudiera ignorar, tampoco quería. Incluso luego de tanto tiempo sin él, su cuerpo reaccionaba por sí solo.

No debía, necesitaba encontrarlo y por desgracia ese día no buscaba a su divino padre.

La desesperación formaba un enorme nudo en su pecho. En esa noche oscura, en medio de esa calle sucia y maloliente, Génesis perseguía a nada más y nada menos que a un cazador, una escoria viviente, a los restos de un humano que había elegido el camino equivocado, y ahora gozaba de la reputación suficiente como para llamar su atención.

Un Recolector de la Corte.

Había oído las historias sobre él, la Muerte, el cazador de almas que fue revivido con un propósito tan burdo como atrapar parásitos, había logrado mantenerse como uno de los más viejos de su clase. Vivía en la Ciudad de Buenos Aires con un nombre falso, fingiendo ser un simple ciudadano más y nadie sospechaba de su identidad, por lo que hasta el momento cumplía con varias de sus expectativas.

Quería pensar que podía ayudarla.

O iba a tener que matarlo como a los demás.

Génesis había notado la rapidez de sus pasos y el porte amenazante de su cuerpo, estaba preparado para cazar, pero lo que ella necesitaba era tomarlo por sorpresa. Se pasó la mano por el rostro para quitar el cabello enmarañado que le hacía cosquillas en la nariz y ajustó el paso con una mueca.

Le costaba seguirlo debido al hedor, era tan intenso que debía anular su olfato y eso la volvía torpe, además de que en medio de esa oscuridad era completamente ciega.

«Los Sin Rostro esperan a ser cazados, mi niña. No hay tiempo que perder»

La voz resonaba en su cabeza, eran frases pronunciadas hace mucho tiempo y le preocupaba que ya fuera demasiado tarde. La culpa le aguijoneaba el pecho más que los profundos cortes en sus pies. Estaba un poco en su límite, llevaba semanas sin probar ni un bocado.

Génesis [La voluntad de Caos] [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora