|Capítulo 42: El sueño del impostor|

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—Los encerré en el fondo de mis pesadillas,

su único consuelo era mi promesa

de que algún día volvería

cuando me cansara de jugar. 

Siguió a la Teniente fuera de la sala de demostraciones a través del pasillo en silencio, trató de alcanzarla, pero sus soldados eran una muralla de cuerpos armados y listos para actuar, ocultaban sus rostros en las sombras, no parecían quimera o ...

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Siguió a la Teniente fuera de la sala de demostraciones a través del pasillo en silencio, trató de alcanzarla, pero sus soldados eran una muralla de cuerpos armados y listos para actuar, ocultaban sus rostros en las sombras, no parecían quimera o humanos.

Ella se iba al frente con paso tranquilo, satisfecha por la conclusión a la que acababa de llegar, pero Marcel había trabajado durante tanto tiempo para mostrarle por fin a la mezcla perfecta entre Quimera y Sombra. Un ente capaz de volver a alcanzar la inmortalidad que ese loco que todos llamaban el Creador les había quitado hacía tanto tiempo en un arranque de ira irracional.

Había pasado demasiado tiempo, pero Marcel atesoraba ese recuerdo, y el de sus años de aprendiz en la iglesia como el fuego del resentimiento que jamás deseó extinguir por su cuenta.

En ese entonces aún con la catedral sitiada por las quimeras revelándose en su contra, su maestro aún seguía encontrando el momento perfecto para expiar sus pecados utilizando su cuerpo. El muchacho era una quimera normal, su animal original era un tipo cisne. Demasiado joven e indefenso para entender lo que sucedía, pero podía reconocer la putrefacción de un alma cuando la veía, lo sentía invadirlo y luego por su cuenta intentaba borrar con los instrumentos sagrados cualquier rastro de su suciedad. Caos enfureció con su propia gente, un motivo diferente lo llevó a reaccionar tan abruptamente, y él lo sabía, reconocía cuando alguien usaba una excusa solo para causar el mal.

Aun así, los humanos de aquella época no debían enterarse de la verdad.

Cuando el conflicto con el Creador estalló sus emisarios más cercanos sufrieron las consecuencias. Marcel aprovechó su oportunidad, probó los efectos de la asimilación corporal antes de que Él se diera cuenta. Arrancó de los huesos de su maestro cada bocado, con la esperanza de que así pudiera llevarlo a comprender qué se sentía ser como él. Quería saber qué era lo que tenía de diferente la sangre de un original, la especie más cercana a Caos, probar un poco de su inmortalidad, pero la asimilación ocurrió y no pasó nada, después de la maldición solo se convirtió en un monstruo, una bestia marina, la que conservaba.

Igual que todas las cicatrices en su cuerpo, eran imposibles de borrar, contenían la historia, la historia real. Envejecía lento, y con él sus recuerdos, su vida, todo lo que había hecho para dejar de ser el joven y frágil aprendiz cisne. Las vidas que había arrancado, las cabezas que destrozó bajo sus zapatos, las habilidades que había adquirido consumiendo a sus iguales y los niños experimentales que murieron en sus brazos. Finalmente lo había logrado. Una criatura longeva no sin moral, ni ética. Se había hecho una vida a partir de la sangre que manchaba sus manos, con una reputación precedente, pero el tiempo transcurría demasiado rápido, empezaba a sentirse cansado, lento y desesperado.

Génesis [La voluntad de Caos] [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora