|Capítulo 49: De vuelta al infierno|

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—Tuve que matarte por su culpa ¿ahora lo ves?

La desgracia colmó tu conciencia,

pudrió tu cuerpo y esa sombra

se adueñó de tu alma.

—Ay, no pongan esas caras —se quejó la figura de Caos paseándose por el salón con los pies sucios y el cabello rojo que arrastraba la oscuridad por el suelo—

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—Ay, no pongan esas caras —se quejó la figura de Caos paseándose por el salón con los pies sucios y el cabello rojo que arrastraba la oscuridad por el suelo—. ¿Cómo se les ocurrió celebrar una reunión familiar sin su papito querido? Tengo el derecho de mostrarme más que ofendido.

Por acto de reflejo Harlem se llevó una mano al pecho, donde el humo que expulsaba la presencia de "Caos" no le dejaba respirar y observó a su hermano con una mueca enferma en sus facciones ojerosas. Zora trataba de recuperar la voz de la impresión y Mikaela tenía la piel gris, se hallaba anclado al sillón, sintiéndose como un títere viejo que fue despojado de su capacidad de movilidad. Génesis frunció el ceño clavando las uñas en su cuello, cuando el hombre bajo de tono alegre volvió a hablar.

—Debería castigarlos. —Giró sobre si mismo, por poco enredándose en su propio cabello y continuó desprendiendo a la oscuridad. Fue la muchacha quien lo interrumpió en primer lugar.

—Eres un maldito idiota, Abis.

—Tsk —chasqueó la figura de Caos, deshaciéndose en humo, la imagen perturbada del Noctámbulo ocupó su lugar, sus ojos, dos faros blancos se balancearon en la oscuridad—. Y yo que pensaba que las desgracias de este plano tenían sentido del humor.

El Abismo se movió con lo que todos pudieron juzgar fue una risa desinflada y en un parpadeo dejó de ser un cuerpo incorpóreo. Se extendió como una tormenta que los envolvió a todos, y al mismo tiempo obtuvo peso, creció cual árbol milenario, adquirió la altura que las columnas del techo inexistente, y un cuerpo de raíces consistentes hizo las veces de piernas y brazos. A medida que consumía su fuerza vital y con un gemido arrojaba a Génesis al suelo.

Mikaela la vio y, en consecuencia, a Jocken moverse como una exhalación hacia ella. Le sostuvo la cabeza antes de que pudiera rebotar contra el suelo. Harlem avanzó fingiendo entereza dispuesto a enfrentarlo, pero su hermana lo detuvo interponiéndose en el camino.

—¿Cómo te atreves? —rugió Zora, sus ojos negros empezaban a centellear como si los rayos impactaran en sus córneas y el ambiente comenzó a electrificarse de repente—. ¿Cómo te atreves a pisar nuestro plano, asquerosa bestia del plano de los sueños olvidados?

El Noctámbulo torció la cabeza, fingiendo que no le interesaba lo suficiente, y se centró en la figura de Génesis, que entre gruñidos trataba de empujar lejos a Jocken y a sus intentos por ayudarla. Harlem ocupó su lugar al lado de su hermana, ambos formaron una barrera entre la muchacha moribunda y el enorme monstruo que dejaba atrás cualquier atisbo de chiste y comenzaba a enfurecerse.

—¿Disculpa? Ustedes, unas simples estrellas errantes, no tienen idea de quién soy —dijo con honra antes de alzar una mano—. Parece que las historias de fantasía de Caos les pudrieron la memoria, mejor siéntense que yo les voy a explicar.

Génesis [La voluntad de Caos] [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora