|Capítulo 45: La amenaza de los Sin Rostro|

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—Habría logrado que murieran por mi,

pero la humanidad me contagió

la extrema necesidad de poseer algo

que no le perteneciera a nadie.

Mikaela miró a Luís una última vez, trató de conservar la imagen de la quimera en su memoria, las cicatrices, las vendas y la curva de los labios

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Mikaela miró a Luís una última vez, trató de conservar la imagen de la quimera en su memoria, las cicatrices, las vendas y la curva de los labios. Deseó con todas sus fuerzas unir sus manos una vez más, sin embargo, soltó un suspiro y se levantó para caminar hacia la puerta.

—Me tengo que ir.

No alcanzó a terminar, Alexandra se había movido y apenas lo notó hasta que sintió el filo de una navaja, tan silenciosa como siempre, chasqueó la lengua y entreabrió los labios con fastidio.

—¿A dónde mierda creés que vas? —cuestionó Alexandra, para ella no existía lo que las personas normales llamaban "tacto", su desconfianza era tan peligrosa como el corte pequeño que abrió contra la garganta del cazador por la presión de su cuchillo, era una sola advertencia, la próxima vez que tuviera que detenerlo iba a rebanar el pescuezo—. ¿Cuál es tu excusa para abandonarnos después de que dejaste morir a Hole?

Sintió una punzada en el pecho, al perecer, que ella fuera una sombra no lo eximía de la culpa.

—Necesito hablar con Génesis. —Primero tengo que encontrarla. Alexandra no lo soltó, su gesto se había vuelto de piedra. Mikaela trató de pensar una solución rápida como si estuviera en una partida de póker y alguien hubiera tomado la delantera gracias a las fuerzas del azar, necesitaba que le creyera por más que no tuviera motivos suficientes, entonces lo sintió, ese cosquilleo en la punta de la lengua antes de hacer una apuesta ridícula que seguro iba a terminar con su propia fortuna, con la diferencia de que en ese preciso instante lo que apostaba era las condiciones de su propia existencia—. Esta es tu garantía.

La mujer miró la pesada vara de material oscuro con el ceño fruncido, su arma.

—¿Y yo para qué quiero eso? —Cedió al notar la cara enfermiza que había puesto Mikaela al tenderla, junto con el arnés. Bajó la navaja y la tomó solo para comprobar que a él le temblaba el pulso.

—Lo que tenés en las manos es un fragmento de mi alma —explicó—. Es lo único que me mantiene atado a este plano, si no vuelvo a tiempo...

—¿Te morís?

—Peor —sonrió con tristeza mientras se abotonaba la camisa borgoña con un estremecimiento—. Me destierran. —Señaló el suelo con un dedo y silbó al mismo tiempo—. Ya sabés, al infierno, querida. A donde van las personas como yo.

Incluso luego de ponerse el abrigo encima, al pararse frente al ascensor sentía a la guadaña contra su espalda. Era una conexión que iba más allá de las leyes mortales, la percibía con el cuerpo entero como si fuera una cuerda de la cual no podía tirar demasiado. Suspiró, es un buen incentivo, pensó. Estimulante.

Génesis [La voluntad de Caos] [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora