|Capítulo 40: La voluntad perdida|

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—No reaccioné de la mejor manera,

¿Quién no lo haría?

Confiaban en mí

porque me habían estado mintiendo.

porque me habían estado mintiendo

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Luís vio a Marcel apretarle la cintura a la doctora como si fuera un animal que reclama el premio ganador. Alyssa correspondió a su movimiento con pequeños temblores extasiados sacudiendo su cuerpo. El sonido que lo hizo sangrar había comenzado a disminuir en intensidad, pero la imagen ante él era grotesca, la oscuridad se cernía en los bordes de su visión. Su pesadilla había cobrado vida, y cuanto más trataba de aferrarse a lo que veía, las facciones de la mujer se perturbaban, cambiaban, se movían sobre el hueso hasta adquirir una nueva cara. La de él, la de Mikaela.

Aquello no era real, podía sentir que algo se había roto en su interior, porque la sombra colaba las garras a través de su piel, arañando la columna. Sintió que el cazador se apoyaba sobre él en un cálido abrazo, lo acariciaba como solía hacerlo, y le clavaba su puñal por la espalda, justo en el nacimiento de lo único que podría permitirle ser libre. Sus alas se extendieron por la impresión, y al sentir su característico olor, ellas tomaron una forma grotesca.

—Sos un monstruo, jamás volvería a salvarte.

Fue consciente de la traición, Mikaela nunca lo había amado, solo era una pieza más que usó en su juego enfermo. Si lo hubiera querido jamás habría permitido que le hicieran eso. Lo habría perseguido, lo habría detenido, habría ido a buscarlo, aunque él se negara. ¿Dónde estaba ahora?

Vio los labios de esa mujer de bronce moverse, pero en su mente, era el recolector quien le hablaba.

—Tu padre me dio todo lo que necesitaba.

El odio crepitó en su interior, trazó un camino hirviente en sus venas, y la sensación de impotencia hizo que le crecieran las garras. Una nueva necesidad insana incineró su cordura, poniéndolo en movimiento. Deseaba hacerle sentir todo el sufrimiento que él mismo le había causado, tomar la venganza entre sus manos, incendiar su frustración. Quería verlo sangrar. ¿No los hicieron para eso? Eran los títeres con los que se desquitaba la Corte.

Les enseñó los dientes, a punto de saltarle encima a su amante deformada por el cuerpo de esa mujer con traje de doctora. Su padre alzó una ceja blanquecina y se acomodó el pañuelo azul que tenía en el cuello en una especie de incómoda señal. Luís sintió un grueso cable de metal envolverse alrededor de su garganta, tiraron de él hacia atrás, y la fuerza le cortó la circulación cuando hizo al artefacto zafar de las manos de su atacante. El acero envió una corriente eléctrica que sacudió sus huesos desde el interior, pero en ese momento logró asimilar el dolor, aumentando su resistencia.

Con un rugido empujó a una de las amalgamas que se le había acercado por detrás, y aferró su ropa, tirando de su cabello, en un rápido movimiento hizo su cuello hacia atrás en un ángulo irreal. Estaba hambriento, hincó los dientes en la yugular. Esa carne arrancada, la misma que saboreaba en su lengua fue la explosión de energía que necesitó para llegar a ella, el verdadero objetivo. Su padre retrocedió con gesto de satisfacción y no hizo nada a pesar de ver como la doctora le rogaba ayuda con la voz perturbada por el miedo.

Génesis [La voluntad de Caos] [COMPLETA]Onde histórias criam vida. Descubra agora