|Capítulo 30: El ángel de las estrellas|

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—Era mío, hablaba demasiado,

me acompañaba con sus brazos cálidos,

los noctámbulos no querían atormentarme

y eso me hacía feliz. 

Luego de dejar a esa mujer con Mikaela, Génesis volvió sobre sus pasos, directo a encerrarse en la habitación donde los cadáveres putrefactos de esas quimeras descansaban

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Luego de dejar a esa mujer con Mikaela, Génesis volvió sobre sus pasos, directo a encerrarse en la habitación donde los cadáveres putrefactos de esas quimeras descansaban. Pasó sobre ellos, y se paró durante unos instantes, a mirar a uno cuyo torso se encontraba al descubierto, debido a que por tener el descaro de tocarla le había arrancado su extremidad.

Allí se hundía un pozo en el espacio en el que debería estar su corazón, más allá del trozo que le hacían falta debido a su salvaje intervención, las arterias repletas de sangre coagulada recorrían su cuerpo como el sendero excavado por el parásito dueño de su verdadera muerte. Al llegar a su corazón la sombra lo transformaba en el cascarón roto de sus deseos más oscuros, manifestado en un ser con la capacidad física de hacerlos realidad.

El aroma que expedía ese híbrido, para sus sentidos sensibles, era la peor parte. En especial porque, desde la partida de su padre, jamás la había abandonado por completo, lo recordaba incluso en sus sueños.

«Las sombras por si mismas no son capaces de manifestar una conciencia más allá de la que les impusieron sus creadores, necesitan un anfitrión, un cuerpo lo suficientemente resistente para soportar el peso putrefacto de su existencia. El día en que sus hijos manifiesten la oscuridad, llegará junto a la extinción de la vida de esta tierra. No dejes que la alcancen, debes consumirla antes.»

Génesis cerró los ojos, y juró, sintiéndose la extensión de la voluntad divina de su padre, el recipiente de los pecados que escondía la humanidad. Dejó que su abismo se desprendiera de sus pies, junto a la sensación de repulsión grabada a fuego en su memoria, la oscuridad se arrastró sobre los cadáveres hasta hacerlos desaparecer entre las falanges etéreas del Vacío, y le hirió recordar, que el hecho de que la materia estuviera muerta siempre era una condición crucial para utilizarlo.

Ella siguió después, atravesó la pared maciza del cuarto y llegó al siguiente cuarto, aún con sus ojos cerrados sondeó el espacio entre los cuatro muros insonoros, y supo que algo andaba mal, porque estaba vacío.

✴ ✴ ✴

Había algo extraño con esa mujer. Su visión poco privilegiada percibía a las quimeras como siluetas indeterminadas, y era el olor natural de su especie el que más le asqueaba, por recordarle con su presencia corrupta la divinidad del padre que tanto le faltaba. La presencia del cazador y su convivencia le facilitó asimilarlo, al punto de que le resultaba reconfortante, de una manera que odiaba reconocer. Sin embargo, esa desconocida que acababan de liberar parecía brillar en la oscuridad, las terminaciones de su cuerpo se agitaban a destiempo, con una luz que contadas veces había percibido, sin la ayuda de la electricidad.

Génesis [La voluntad de Caos] [COMPLETA]Where stories live. Discover now