|Capítulo 16: La reliquia viviente|

238 27 105
                                    

—En la muerte escondían la miseria

entre el polvo de oro las estrellas.

Recolectaban almas del firmamento

para jugar con ellas.

«No sientas culpa, los humanos siempre han elegido el dolor

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

«No sientas culpa, los humanos siempre han elegido el dolor. En Ansía verás que el sufrimiento se volvió un motivo por el cual se puede alcanzar la gloria, pero tú ya naciste con ella. No necesitas sentir en absoluto, guarda tu sufrimiento mientras puedas y ruega por que no se convierta en tus cadenas.»

La voz de su padre danzaba entre la neblina difusa de su conciencia, bajo los párpados convulsos de Génesis las brumas se revolvían y tomaban forma, los huesos dieron paso a la carne y la piel marfil recubrió el cuerpo consumido del creador. Caos se alzaba al alcance de su mano, una mancha oscura cubría su rostro, pero reconoció la fuerza de su tacto, sus extremidades eran flechas encendidas y el roce le sabía a cenizas.

Sabía que él moría mientras la golpeaba hasta perder la conciencia.

El peso de los años hizo que Génesis abriera una grieta en el lugar donde debería estar su corazón, para enterrar allí todo lo que jamás se le permitió asimilar, por amor a su padre y para honrar su memoria. Él se lo había enseñado para protegerla del mundo que iba a morir del terror al verla siempre igual, como un monstruo inmortal.

Al caer por el precipicio en el recuerdo un impacto se alojó en su estómago, la fuerza excesiva le hizo vomitar su propia sangre y se manchó los labios del líquido amargo. Alguien le envolvió la garganta y no le dejó toser con libertad, se ahogó. La realidad a su alrededor se fragmentó, reveló su monstruosidad frente a un espejo pulsante repleto de grietas, sus manos deformadas por las garras, su cuerpo medio transformado y los ojos de pupilas rasgadas ocupaban casi todo su rostro. La piel quemada de sus marcas expulsaba la más pura oscuridad. Un crujido nacido desde los huesos ajenos y el sonido de una voz que pronunciaba su nombre reventaron el cristal en los bordes de su mirada. Se estrelló contra lo que sintió como una montaña y una cuchilla fue puesta contra su garganta para limitar sus movimientos.

«No te muevas, o tu cabeza va a rodar.»

Las brumas esbozaron un cuerpo sin cara, su traje desgarrado hacía visibles las cicatrices viejas, y las nuevas heridas abrían su piel como constelaciones sangrantes. Desprendía un aire celestial de violencia y el cabello largo del ángel le hizo cosquillas en la nariz, como solía suceder. Se tranquilizó al pensar en su padre e intentó volver a dormir, pero la sensación de aplastamiento constante no le dejó conseguirlo.

Génesis abrió los ojos por instinto al sentir la presencia ajena, unas pupilas doradas flotaban hacia ella, Mikaela estaba a centímetros de su rostro, las cicatrices de su frente tensas por la concentración, después el pánico. Antes de que pudiera reaccionar Génesis retrocedió, y le volteó la cara de una patada. En una respiración saltó encima del hombre desparramado en el suelo y le clavó la rodilla en el pecho.

Génesis [La voluntad de Caos] [COMPLETA]Where stories live. Discover now