|Capítulo 1: No mires a tu sombra |

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—En Nocta las bestias del olvido se esconden

para atraer con la ilusión.

Su alimento más codiciado es la confianza

y los cuerpos de los ingenuos.


«Presta atención mi niña, debes entregar tus sentidos y permitirles observar

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«Presta atención mi niña, debes entregar tus sentidos y permitirles observar. Las pesadillas son el único lugar al que nunca te dejarán entrar, porque son la manifestación más pura de las debilidades. Penetra en ellas, hazlos rogar por piedad. Recuerda: todos deben tener un temor que ocultar»

El golpe suave que el hombre le dio en la nariz bastó para devolverla a la realidad. Ambos habían acordado salir esa noche y estaban en la calle enfrentada a un enorme parque en el que ella solía dormir. Se crispó a la vez que atrapaba su mano en el aire. Bajo las luces amarillentas de los postes la figura alargada se cernía sobre su cuerpo.

—Te estoy diciendo cosas importantes ¿dónde estás? —la regañó Mikaela, se soltó con una mueca, su piel estaba helada. No tuvo tiempo de responder porque ya había abierto la boca otra vez, habló rápido porque ya había repetido las mismas palabras antes—. Los humanos son débiles, la influencia de estos parásitos hace que su cuerpo empiece un proceso lento de deterioro ¿Ves a esa mujer? Su cara está tan pálida que parece que va a desmayarse, pero en lugar de eso solo corre sin parar, más rápido que el resto ¿Ves las venas en su frente y cuello? Ahora están violetas, pero se van a poner tan negras como el alquitrán. Los parásitos son nocivos, solo consumen vitalidad, primero su mente, después su cuerpo ¿Ves sus ojos...?

Hablaba de forma demasiado ligera sobre la muerte por descomposición, como si él no pudiera ser afectado por esa desgracia. Si un humano captaba su conversación podría pensar que se trataba de un psicópata, sumado a eso la ropa siempre tan estrafalaria que lograba llamar la atención sobre su cuerpo.

Para su buena suerte, Génesis no era humana, pero eso a ella le traía más dificultades que privilegios.

—No, no veo—rechinó, entre dientes apretados—. No hay luz suficiente.

«Tus ojos pueden marcar la diferencia»

Las palabras de su padre volvían más ligero el piso inexistente de su paciencia. Había pasado más días de lo que recordaba contar en ese mundo, y sus ojos no eran más que la fuente de su propia debilidad.

Mikaela se llevó la mano al rostro para cubrir su vergüenza, pero tuvo que bajar la vista sorprendido al notar que le agarraba de la solapa del saco y lo empujaba para cruzar la calle de espaldas.

—Pero puedo olerlo, vamos, cazador.

En esa noche particular había pocos autos circulando, pero pasó uno que estuvo a punto de rozarlo, el cabello trenzado se agitó en su lugar. La aturdió con su estridente bocina, los insultos que salieron de la boca del conductor se perdieron en el pitido de sus orejas.

Génesis [La voluntad de Caos] [COMPLETA]Where stories live. Discover now