|Epílogo: Estrella errante|

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Nosotros somos
estrellas del vacío
formados en el estómago
de los sueños.

Somos el Tiempo
que las estrellas
le cuentan
al recordar.

Somos la memoria,
la historia del sol,
el desagüe de la luna
y las ocurrencias del universo.

Somos la memoria,la historia del sol,el desagüe de la lunay las ocurrencias del universo

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—Bienvenida de vuelta.

Mikaela murmuró bajo y abrió los ojos con sobresalto, a medida que los retazos del sueño se deshacían como el humo que inundaba su memoria. Trató de resistirse a despertar del todo, pero se enderezó con lentitud entre las sábanas, sintiéndose excesivamente ligero y con el rastro débil de una lágrima solitaria en su mejilla. El roce imperceptible de la tela contra su piel fría también le recordó dónde se encontraba. 

Observó el espacio vacío a su lado, descansaba la huella de su última compañera de cuarto, se levantó a medida que su cuerpo comenzaba a recobrar esa pesadez característica que lo despojaba por completo del plano de los sueños.

Tomó su celular de la mesita a su lado y observó la hora, también abrió el calendario de forma mecánica y recorrió las anotaciones de cada día. Lo hacía cada mañana sin falta, con paciencia enfermiza, para recordar su rutina de hace un año, y mantener de alguna manera su cordura intacta en ese maldito lugar.

Terminó de vestirse evitando por completo el espejo, y con la sensación reconfortante de la guadaña contra su espalda, salió a la puerta de la habitación donde Zora lo esperaba. Ahora completamente vestida, le dedicó una pequeña sonrisa a él antes de hablar, al mismo tiempo que comenzaba a caminar por los intrincados pasillos del hotel.

—Buenos días ¿dormiste bien? —Lo guió escaleras abajo, hacia el salón principal, donde estaba la enorme mesa con una gran variedad de comida y desayunos diferentes. Mikaela aceptó su invitación y recompuso su sonrisa de labios cerrados para responderle al mismo tiempo que pasaba a su lado, arrastrando el dorso de los dedos a través de su brazo.

—Lo mismo podría preguntarte a vos.

La mujer de cabello blanco ensanchó su sonrisa y lo empujó por el hombro para sentarlo a su lado.

—Yo no duermo —susurró cerca de sus labios, la pieza de oro en su nariz trazaba un pequeño camino hacia los piercings en su oreja, el cazador se distrajo observando el brillo vacío de sus ojos negros y un recuerdo intrusivo se coló en su mente, pero trató de disimular su perturbación. Torció la cabeza para acomodar su cabello y alzó las cejas.

—Yo tampoco.

Jocken entró a desayunar, dándole una patada a la puerta, se acercó a la mesa con prepotencia y su gesto de desagrado adquirió magnitudes monumentales al encontrar a Mikaela sentado, haciendo uso de esa asquerosa galantería envolvente tan cerca de su hermana.

Génesis [La voluntad de Caos] [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora