capítulo 55: Amigas.

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La brisa estaba fresca, podía sentir los poros de mi piel abrirse y consumir todo el viento fresco, el crujido de las hojas se apoderaba del silencio en el que estábamos, no era incómodo pero tampoco era cómodo. Tan pronto que llegamos a mi calle sentí que la tenía que ponerla al tanto de algo.

—Estaba sentada en el puente un día— empecé, miré por el rabillo de mi ojo checando si me estaba prestando atención.—Un perro se acercó a mi y luego una chica se sentó a mi lado y comenzamos a hablar...—Sonreí, recordando los detalles.

—Déjame adivinar, ustedes están saliendo ahora, ¿no?—ella preguntó, estaba celosa, incluso pude notarlo al ver que ya no estaba respirando normal, estaba más agitada.

—No— negué.—Ella me contó que fue a la perrera y encontró a un perro pero este no respondía a sus toques, a su amor, a nada— esto le llamó su atención por fin mirándome.—Ella me resultaba familiar, muy familiar así que le pregunté si podía probar algo.

—¿Y?— preguntó con un temblor en su voz.

—Llamé su nombre y ella vino corriendo hacía mi, lamiendo mi cara mientras saltaba, era Mimiz.— Sonreí.

Mariana se paró en seco y sonrió, pude notar un pequeño brillo en sus ojos y sus mejillas estaban rosadas, dió un pequeño suspiro, estaba aliviada, lo podía sentir.

—Gracias a Dios, pensé que estaba en las calles o muerta— sostenía sus manos en su corazón, pero después su sonrisa desapareció.—Así que esa chica la tiene...

—Ella me dió la dirección de la perrera después de decirme dónde la consiguió, ella me dijo que estaba con otro perro, un perro color miel...— Evité su pregunta.

—¿Federico?— se quedó sin aliento, no lo podía creer.

—Fui ahí, preguntando por el perrito color miel, un chico me dijo que si estaba, pero cuando fuimos a ver, él no estaba en la jaula. Me dijo que el perro estaba temeroso y mordía a todas las personas que trataban de controlarlo y se consideró en dormirlo...

—Fernanda...— susurró tratándose de acercar a mí, tal vez preguntándose cómo consolarme.

Ahora estábamos afuera de mi puerta, ella todavía estaba con la mirada triste en el suelo y yo no podía dejar de imaginar lo que sucedería cuando abriera esa puerta.

Puse la llave dentro de la cerradura, giré y la abrí. De inmediato, oí el grito de Mariana y luego cayó de rodillas al suelo, Mimiz empezó a hacer pis sobre ella como de costumbre y Federico meneaba la cola con ganas de ser recogido por su segunda mamá.

—¿Cómo...?

—Te lo diré dentro, ¿puedes quitarte el abrigo antes de entrar? Estás empapada— entré esperándola.—Sólo ponlo ahí, en el cesto de la ropa— lo señalé, ella me obedeció y tomó a Mimiz en sus brazos.— Voy a traerte un pantalón, quédate aquí, no quiero pis en la alfombra.

Tomé algunos pantalones de correr, un abrigo de gran tamaño y me dirigí de nuevo abajo, sonreí ligeramente a la vista, ella estaba sentada en el suelo y los dos perros estaban acurrucados con ella. Levantó la vista al escucharme y me acerqué dándole una sonrisa.

—Se ven tan diferentes, grandes.

—Siete meses es mucho tiempo— le contesté.—Pon tus jeans en la lavadora también, por favor.— Le dije mientras le daba la ropa y me daba vuelta para darle un poco de privacidad. Escuché cremallera, botones, el sonido de los jeans deslizándose fuera de su cuerpo y finalmente ella se aclaró la garganta.

—El cuarto de invitados está listo, así que te puedes sentir como en casa—dije mientras subíamos por las escaleras. Al llegar, se quedó de pie afuera de un cuarto que nunca había visto antes.

LUJURIA OCULTA|FERCHA Y MARIANA (ADAPTCIÓN)Where stories live. Discover now