capítulo 56

2.4K 158 13
                                    


Estaba realmente agotada, apenas y podía dormir pensando en lo duro que había sido con ella. Se preguntaran en qué diablos estaba haciendo, pero no es fácil recuperar a una persona cuando ya te habías acostumbrado a vivir sin esa persona. Sentí escalofríos ante su tacto pero también me sentí incómoda, como si no fuera natural.

Yo no era la misma persona que cuando la había conocido. Ya no era franca, audaz la engreída Fernanda Pacheco, la chica más guapa por la escuela por la cual todos babeaban. Era Fernanda, simple y llenamente Fernanda.

Me levanté para ir a su habitación, abrí la puerta un poco y estaba medio vestida abrochando su sujetador. Cerré la puerta de inmediato, sin querer ver.

—Estaré esperándote afuera— dije y procedí a hacer precisamente eso.

Ella salió, con los ojos hinchados, su maquillaje del día anterior manchado de lágrimas y su cabello despeinado. Estaba lejos de la diosa que yo solía recordar.

Me siguió escaleras abajo y se sentó en la mesa de la cocina, en la que habíamos trabajado una vez. Di de comer a los perros y luego cociné algo para desayunar. Sí, yo estaba cocinando y ella lucía sorprendida, demasiado a decir verdad.

—¿Aprendiste a cocinar?

Asentí—.Desde que me retiré de la escuela, tuve mucho tiempo que perder...

El crudo silencio se apoderó de todo. Lo usé para recoger mis pensamientos y los empujé a un lado mientras apilaba los panqueques en los platos y los colocaba en la mesa junto a una pequeña taza con miel.

—¿Cómo lo hiciste?— preguntó, en relación con los exámenes.

—Sorprendentemente pasé todo, tuve algunos ochos y algunos nueves pero también tuve dieces.

Sonrió un poco—.Bien hecho— asentí y bajé la mirada de nuevo.

Ella no comía, se quedó mirando la comida como si fuera a revisar cada detalle del panqué. Un hábito que había recogido, ahora me gustaba cocinar, pero desde mi actual peso podría decir que no comía mucho de mi propia comida o cualquier alimento. Tomé con el tenedor un pedacito, lo llevé a mi boca, lo mastiqué y lo tragué, todo bajo la mirada de Mariana.

—¿Has ido a ver un doctor?— preguntó, mientras finalmente probaba su comida.

—¿Para qué?

—Bueno, creo que es obvio lo que pasa— respondió haciendo un gesto.

—Depende, ¿sobre mi depresión? ¿Ansiedad? ¿Mi insomnio? ¿O de qué hablas?— le pregunté haciendo una mueca ligera, bajé la mirada, no quería mirarla.

—¿Sufres de todo eso?—se escuchaba preocupada, lo estaba. Asentí para confirmar su pregunta—¿Has recibido tratamiento?

—Me recetaron pastillas contra la depresión, pastillas para dormir, medicamentos, dietas...

—¿Y?

Me aclaré la garganta con torpeza, sin querer contestar. Entonces fui salvada por la campana o por... Mi padre iba entrando a la cocina.

—Mmm, Fercha, ese olor...— se detuvo en seco cuando vió que no estábamos solos.—Oh, hola— sonrió cálidamente mirando a Mariana.

—Hola— Mariana respondió, inclinando la cabeza, esto iba a ponerse feo.

—Yo soy el padre de Fernanda, ¿y tú eres?— preguntó.

—Mi uh... Mi nombre es Mariana— dijo mientras sonreía incómoda.

—Mariana... ¿Dónde he oído ese nombre antes?— se preguntó en voz alta, mierda, mierda, mierda.—¿Cuál es tu apellido Mariana?

Ella respiró hondo y respondió.

LUJURIA OCULTA|FERCHA Y MARIANA (ADAPTCIÓN)Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz