capítulo 58

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No me hago responsable por emoción excesiva.

Ambas lloramos y de un momento a otro mi padre ya no estaba junto a nosotras en el abrazo. Sentí a Mariana apretar sus brazos al rededor de mi y me sentí mareada. Fue eufórico, literalmente no puedo describirlo como algo más, sólo eufórico. Sus sollozos disminuyeron pero ella no me soltaba, antes, se aferraba a mi, como si su vida dependiera de ello. No pude controlar mi impulso y besé la corona de su cabeza.

En el segundo que mis labios dejaron su cabeza, ella levantó su rostro y me miró. Yo había crecido un poco más desde la última vez que nos habíamos visto así que era un poco más alta.

Seguí la vista de sus ojos mientras se paseaban por todo mi rostro hasta que llegaron a una parada, mis labios. Temblaba un poco y evitaba capturar ese par de cosas que había soñado en la cárcel. Mordía su labio inferior extremadamente duro, la mueca que hizo después lo hizo obvio. Llevé mi mano y barrí mi pulgar por su labio inferior, liberándolo de su mordida.

—Lo siento— susurró.

—Te perdono, y yo también lo siento— suspiré y froté mi mano de arriba hacia abajo en su espalda para tranquilizarla.

Sus ojos se cerraron y mis impulsos regresaron. Dejé una mano en la curva de su espalda y la otra recorrió arriba hasta llegar a la parte trasera de su cuello. Se estremeció en respuesta y un pequeño ceño fruncido hizo camino a su cara. Sonreí un poco y dejé que mi pulgar acariciara su cuello sensible, corriendo de arriba hacia abajo.

Dejó escapar un grito ahogado y apretó los ojos con más fuerza, concentrándose en todo lo que mis manos estaban haciendo. Moví mi brazo alrededor de su cintura, trayéndola más cerca de mi. Nos podíamos tocar a través de nuestra ropa. La mano que estaba en su cuello se había dirigido a sus mejillas acariciándolas, dejó escapar un suspiro y de inmediato abrió los ojos pensando en que yo me iba a alejar. En cambio, vió unos ojos amables, ojos de perdón. Sus propios ojos se centraron en mis labios de nuevo y se movió un poco más cerca de mi.

Pronto nos encontramos cara a cara, no me había alejado, pero ella me evitaba con todo lo que tenía, tal vez era el miedo de que yo iba a cambiar mi mente.

—¿Puedo...?— preguntó, mientras miraba mis labios y ella lamía los suyos.

Exhalé, mi aliento golpeó sus labios y pareció que no pudo controlarse más. Ella se adelantó y cerró el espacio entre nosotras.

Escalofríos recorrieron mi frágil cuerpo a pesar de la sensación de calor que recibí de ella. Cuando cerré los ojos, una lágrima cayó. Ella movió una mano para agarrar un puñado de mi pelo, tirando de él ligeramente... Millones de sensaciones recorrieron mi cuerpo, me sentía como una constelación que se estaba formando correctamente, mis estrellas se empezaban a alinear. Su beso era tan cálido, se sentían las emociones que por fin estábamos liberando, me sentía mareada y era difícil mantenerme de pie.

Me dejé caer en sus brazos, pero ella me levantó, me abrazó apretándome con toda su fuerza mientras me besaba. Suspiré de placer mientras ella seguía besándome, tiraba de mi cuello acercándome más a pesar de que era imposible.

Me estremecí cuando un dolor atravesó mi estómago y dejé escapar un gemido, pensé que era el beso que causaba en mí y lo era, pero el dolor estaba llegando a ser una molestia en vez de placentero. Ella saboreó con ternura cada beso y se relajó. Su fuerza sobre mi se aflojó y yo estaba ahí con comodidad, pero mientras caminaba hacia adelante para llevarla al sofá me caí. Sus rápidos reflejos ayudaron a que se abrazara a mi y cayéramos juntas al suelo. Apreté los ojos fuertemente mientras un dolor estrangulaba mi estómago. Lloré y apreté mis dientes mientras ella estaba sosteniendo mi cabeza tratando de hablarme.

LUJURIA OCULTA|FERCHA Y MARIANA (ADAPTCIÓN)Where stories live. Discover now