VI. El dolor de un omega solitario.

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Convencido de que su hijo volvería a la normalidad en algún momento, Seo Joon lo dejó solo en la habitación luego de brindarle algunas caricias suaves en su cabeza, las cuales le hacían ronronear y cerrar sus ojos, relajándose por los mimos de su amoroso padre; pero cuando volvió por la noche para llevarle la cena se encontró con el mismo gatito blanco sobre la cama, no se había movido de su lugar, ni había tocado la comida que dejó a su lado, por lo que suspiró y se sentó junto a él, cargándolo con cuidado para verlo a los ojos.

- ¿por qué no quieres comer? Eh, mi pequeño. –susurró Seo Joon.- vamos, la vida continúa, debes ser fuerte y seguír adelante.

Mirándolo fijamente con sus ojos amarillos, el pequeño gatito solo cerró sus ojos, sin mover un músculo ni forcejear con él para que lo soltase.

- Sabes que no estás solo, me tienes a mí y a tus hermanos. –volvió a brindar de caricias a Ji Min.- sigues siendo mi pequeño cachorrito.

Dejó un beso en la cabeza del gato y lo cargó bien, acurrucándolo en sus brazos para continuar con aquellas caricias, le gustaba oírlo ronronear, era como el sonido más perfecto que podía existir para él.

- Te daré tiempo para que sanes tus heridas y vuelvas a ser tú mismo. –dijo su padre.- pero recuerda que no quiero una mascota, quiero a mi hijo.

Desde entonces Ji Min vivía en el cuerpo de un gato. Pasaron los días, la puerta de la habitación se mantenía abierta, por si el menor quisiera salir, vivía como una mascota doméstica, hacía sus necesidades en una caja de arena que su padre había comprado exclusivamente para él, ya que se rehusaba rotundamente a volver a la normalidad, aunque logró hacer que saliera de la habitación, pero solo fue para que se echara en el mueble de la sala, allí pasaba sus días, solo se levantaba para hacer sus gracias, comer un poco de la comida que su padre le preparaba y volvía para recostarse y dormir hasta que el hambre lo despertara, o su pequeño hermano de un año queriendo jugar.

 Pasaron los días, la puerta de la habitación se mantenía abierta, por si el menor quisiera salir, vivía como una mascota doméstica, hacía sus necesidades en una caja de arena que su padre había comprado exclusivamente para él, ya que se rehusaba ...

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Su madrastra y sus hermanos menores se habían acostumbrado a verlo como una mascota, incluso le hacían tomarse fotos para subirlas a las redes sociales, ya que era un gatito muy lindo y tierno, además no se negaba a nada, tal vez porque no sentía las fuerzas para rehusarse a que lo trataran como una mascota. Habían pasado un par de meses desde su último baño, estaba sucio, ya que, a diferencia de un gato común y corriente, él estaba renuente a acicalarse con su lengua, lo había hecho una vez y la sensación que le daba expulsar la bola de pelos que tenía que tragar no le había parecido agradable, aunque tampoco sería una linda experiencia para su padre tratar de bañarlo.

Lo tomó en brazos, él estaba inocente de los planes de Seo Joon, así que no se negó, sin embargo al llegar al baño y ver que pretendía meterlo en la tina con agua y espuma sintió un escalofrío que recorrió su cuerpo e hizo que sus pelos blancos se erizaran, intentando con todas sus fuerzas salir corriendo de allí, incluso enterrando sus garras en los brazos de su padre, aunque sin intención de lastimarlo, solo quería evitar el baño, cosa que no logró, ya que al final terminó metido en el agua y Seo Joon se encargó de lavarlo bien con bastante jabón; se reía de vez en cuando, ya que con sus pelos mojados se veía muy gracioso el pequeño gatito.

Víctima del destinoWhere stories live. Discover now