Última Navidad

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Kohaku tragó saliva, apretando su cuchillo con una mano mientras con la otra apretaba la bolsa con las provisiones que los ayudarían a sobrevivir otra semana.

¿Por qué fue tan idiota como para perder la pistola? ¿Siquiera podría volver a su refugio? Sino volvía pronto, moriría de frío en cualquier momento.

Asomó la cabeza por entre los árboles, viendo a todas direcciones. No podía ver nada a simple vista, incluso aunque su vista era muy buena, y tampoco podía escuchar nada. ¿Sería seguro salir ahora?

Tomó aire y decidió correr el riesgo. ¡Debía llegar al refugio lo antes posible!

Afianzó la bolsa a su hombro y sacó otro cuchillo, trotando lo más sigilosamente a través del bosque, encaminándose hasta su refugio, sudando profundamente por el nerviosismo y el miedo de morir.

Pudo ver el refugio a lo lejos y una sonrisa cansada tiro de sus labios, pero entonces vio una de esas malditas cosas cerca de la puerta y su corazón se paralizó en su pecho.

No...

Incluso aunque ya había matado a centenas de esas cosas, su corazón siempre se llenaba de terror al verlas. Esos asquerosos mosquitos gigantes que habían derrumbado la civilización.

Al menos ese era un macho, si fuera una hembra ya podría darse por muerta, ya que esas cosas estallaban liberando a sus crías y más de su veneno asqueroso. Al menos con un macho tenía posibilidades de sobrevivir... por pocas que fueran.

Miró a sus dos cuchillos con desesperanza.

¿De verdad tenía posibilidades?

Volvió a mirar al asqueroso insecto, que estaba peligrosamente cerca de la puerta.

Debía matar a esa cosa, no tenía opción, si el asqueroso bicharraco lograba entrar mataría a todos adentro del refugio, mataría a su familia... ¡No iba a permitirlo!

Gruñó y salió corriendo disparada hacia el insecto, lanzándole un cuchillo directo a los ojos, la única parte blanda de sus cuerpos acorazados como cucarachas. Eso ayudó a desorientar al miserable, pero también lanzó un chorro de veneno que Kohaku fue muy cuidadosa en evitar. Una sola gota y debería suicidarse para no contagiar a nadie y no morir de forma agonizante y dolorosa por la enfermedad que conllevaba el veneno de esas cosas.

Era casi un suicidio atacarlos a corta distancia, con la forma en la que estallaban con solo un corte, derramando todo su veneno, pero no tenía más opción, ¡debía cortar y correr para evitar el veneno!

Antes de que pudiera saltar a su muerte, posiblemente, un grito la interrumpió.

—¡Espera, no lo hagas!

Volteó de inmediato, sorprendida por la voz que escuchó, una voz que conocía muy bien.

—¿Senku? —Su rostro palideció.

—¡Aléjate de esa cosa! ¡Tengo un arma aquí!

Kohaku no dudó y de inmediato corrió lejos del mosquito mutante, a lo que Senku le disparó varias veces, fallando un par de tiros, pero acertando la mayoría, hasta que finalmente el insecto cayó.

Apenas cayó, Kohaku corrió hasta Senku y le dio una buena bofetada.

—¡AGH! ¡¿Qué diablos, leona?!

—Eso fue por desaparecerte, bastardo —murmuró rencorosa—. Ven, entra a la casa, hace mucho frío. —Tomó su muñeca y comenzó a arrastrarlo hacia el refugio.

—No me desaparecí porque quise. —Bufó mientras ella trababa la puerta—. Sabes que fui reclutado para ayudar a crear armas químicas capaces de destruir a esas cosas. Estaba trabajando por salvar el mundo.

One-shots SenHakuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora