Una buena señal

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Muchos podrían decir que un trabajo de medio tiempo no era muy emocionante, pero Kohaku tenía una vida muy divertida desde que se volvió repartidora de Nanami AYW, una empresa creada por un niño rico que básicamente se propuso "cumplir sus deseos a todo Tokio", con un sistema en el que podías comprar cosas de alto valor a un precio mucho menor con la garantía de que eventualmente pagarías la deuda.

Podría no sonar tan innovador, pero lo curioso eran las miles de cosas que podrías encontrar a la venta en Nanami AYW, cosas muy raras o muy costosas a precios muy accesibles. Y cuando no había algo disponible en AYW, entonces podías hacer una petición y la empresa lo conseguiría para ti en muy poco tiempo, sin elevar mucho el costo.

Kohaku conocía personalmente al dueño, Nanami Ryusui. Era un hombre excéntrico y avaro, pero bastante despilfarrador y en cierto sentido un poco generoso. Por ahora su empresa era pequeña, un capricho que nació porque según él un día despertó con las ansias de crear un negocio independiente al de su familia, y él siempre cumplía sus deseos. No tenían muchos clientes, así que solo eran un grupo de ocho repartidores. Sin embargo, recientemente la empresa comenzaba a crecer más, y Kohaku sabía que pronto se volvería un gran éxito.

Ella, por su lado, más que nada disfrutaba de llevar paquetes que le alegraran el día a la gente, pero sobre todo el llevar paquetes extraños.

Y el rey de los paquetes extraños y por lo tanto su cliente más frecuente era Ishigami Senku.

La primera vez que el joven los contrató fue para comprar un maniquí tamaño real y con el peso real de una persona y un disfraz muy realista de astronauta.

Kohaku era la única mensajera disponible que podía cargar más de 62 kilos con facilidad, así que la enviaron a ella.

No entendía por qué alguien querría un maniquí con un peso tan especifico y un traje de astronauta. ¿Sería un estudiante de medicina o algo así?

Cuando golpeó la puerta del departamento del cliente, pasaron dos segundos y de repente algo adentro explotó y humo negro empezó a salir por las ventanas a grandes cantidades. ¡¿Pero qué demonios?!

Antes de que pudiera pensar en llamar a los bomberos, la puerta se abrió y un chico de su edad salió tosiendo y agitando el humo con las manos, cubierto en tanto hollín que le fue imposible incluso distinguir bien los rasgos de su rostro. Quizás fue por eso que la impresionó tanto ver sus increíblemente profundos ojos rojos cuando levantó su mirada hacia ella.

—Lo siento, me distraje. Veo que traes mi pedido. ¿Dónde firmo?

Aun sin recoger su mandíbula del piso, Kohaku apoyó los paquetes contra la pared y le tendió el portapapeles y una pluma al hombre para que firmara.

Él se limpió la mano con su bata medianamente intacta y firmó, para luego mirar con cansancio a su casa.

—Puedes dejar los paquetes ahí, me tomará todo el día limpiar el departamento lo suficiente para no arruinarlos y no arruinar de paso mis pulmones.

Kohaku no pudo evitar una risa mientras escribía en su celular que la entrega fue completada con éxito.

Al ver que no tenía más entregas pendientes por ese día, algo en ella sintió ganas de ayudar al tipo flacucho y extraño.

—¿Necesitas una mano con eso? —Ante esa pregunta, él le sonrió de un modo que casi la hizo lamentar el haber ofrecido su ayuda.

No pasó mucho para que descubriera que había tomado la decisión correcta al ver al pobre tipo luchando por levantar un escritorio dado vuelta. Sí que era debilucho.

Él no se molestó en limpiarse la cara sino hasta que quitaron todo el hollín del armario, solo entonces sacó una toalla y se limpió lo mejor que pudo, revelándole a Kohaku que, de hecho, era bastante apuesto incluso siendo tan flacucho y con una sonrisa tan retorcida.

One-shots SenHakuWhere stories live. Discover now