Dos Caras

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Senku y Kohaku fueron padres a la edad de veintiocho años, algo que ambos querían… pero no tan pronto, sinceramente, aun así, los dos amaron profundamente a su hija en el instante en el que la vieron por primera vez.

Dieron lo mejor de ellos para cuidar bien a su pequeña Tsukiku, y al momento en el que cumplió dos años ella se volvió bastante tranquila, sorprendentemente. Le gustaba demasiado que Senku le leyera y le enseñara cosas científicas, pasaba tanto tiempo con él que Kohaku incluso se sentía un poco celosa, pero lo toleraba porque igual sabía que su niña los amaba a ambos y como Senku trabajaba mucho no quería entrometerse en sus momentos juntos.

Como Tsukiku amaba tanto estar con su padre, él comenzó a llevarla al laboratorio para poder trabajar mientras le enseñaba.

No estaba seguro de qué tanto entendía, pero le decía todo del modo más sencillo posible, comenzando desde lo más básico.

Ella no hablaba mucho, sorprendentemente. Desde que dijo su primera palabra (no quería presumir, pero esa primera palabra fue “papá”) ella era un pequeño loro al que le encantaba parlotear muchísimo, pero a los dos años se volvió mucho más calmada y casi no hablaba, aunque la habían llevado al pediatra y esta aseguraba que no tenía nada de malo, que parecía ser más bien un rasgo de personalidad.

Aparentemente su pequeña Tsukiku sería tranquilita y serena al crecer, y Senku y Kohaku ya estaban seguros de que habían sacado la lotería y no tendrían casi ningún problema con su linda princesa.

Sin embargo, ella hablaba algunas veces, y con una gran claridad para ser tan pequeña. Muchas veces hablaba, por ejemplo, para hacer preguntas, más sobre las cosas que Senku le explicaba, y a él le encantaba que le hiciera preguntas, le encantaba explicarle todo y se sentía muy feliz y orgulloso cuando lo entendía.

Sin embargo, hubo una vez en las que las cosas resultaron… ¿cómo decirlo?... un completo desastre.

—Y fue así como “nació” el sol, hace unos cuatro mil millones y medio de años, aproximadamente, y ahí comenzaron a llegar los otros planetas —dijo mientras la tenía sentada en su regazo en lo que trabajaba en su computadora—. El primero de todos, tan solo un millón de años después del inicio del proceso de constitución del sistema solar, fue Júpiter, el más grande de todos los planetas, el gigante gaseoso. Luego…

—Papi… —habló de pronto con su vocecita linda y tímida su pequeña Tsukiku.

—¿Qué pasa, mini-leona? ¿Tienes una pregunta? —Le sonrió encantado, dejando de clickear en su computadora para darle su entera atención, más que feliz de poder escucharla, ya que era tan callada y tranquilita y eran pocas las veces que podía oírla.

—Pensé que… que… —Su carita se volvió un poco roja—. Pensé que los sedes vivos nacen…

—¡Y sí, tienes diez billones de puntos! —Rio encantado y la alzó en sus brazos, girándola para poder verla mejor—. El sol más bien se creó a través de esa nube de gas y polvo que te dije.

—¿Entonces no es sed vivo?

—No, no está vivo. Es una bola gigante de gas y plasma. Sin embargo, tiene su principio, así como algún día tendrá su final.

Tsukiku lo miró con los ojos muy abiertos.

—¿Temina como pilicula?

—Sí, tiene su fin como una película que termina después de una hora o dos. —Sonrió divertido—. Aunque falta mucho para eso. El tiempo estimado de vida para una estrella como nuestro sol es de diez mil millones de años, se podría decir que va casi por la mitad, por lo que todavía le quedan unos cinco mil millones de años antes de que muera.

De pronto, los ojitos azules de Tsukiku se llenaron de lágrimas.

—¿Se va a modid?

—¿Eh?... —Senku ladeó la cabeza—. Te dije que no es un ser vivo, mini-leona, no tienes que llorar. —Frotó uno de sus ojos con su pulgar—. Solo se va a… digamos “apagar” en muchos años, y destruirá a la Tierra y otros planetas en el proceso, pero en muchos años. —Sonrió de forma tranquilizadora.

Contrario a lo que esperaba, en vez de entender y calmarse, Tsukiku pegó un chillido horrorizado y comenzó a llorar a gritos.

—¡¿Todos nos vamos a modid?!

—N-no, no quise decir eso… —Agitó una mano nerviosamente, pero ella ni lo oyó, siguió llorando a moco tendido, agitando los puños y pataleando.

—¿Y ahora qué pasa? —Xeno llegó al laboratorio, seguido de Chrome y Suika—. Agh, te dije que no me gustaba que trajeras a tu hija al trabajo, ya está con sus berrinches. —Lo miró con reproche.

—Vamos, mini-leona, nadie se va a morir, falta mucho para eso. —Senku se paró y trató de mecerla y frotar su espalda para calmarla (aunque ya no fuera una bebé igual eso solía funcionar), pero ella seguía llorando y pataleando, tanto que acabó pateándolo en el estómago—. Ugh… pateas como tu madre… —dijo sin voz, cayendo de rodillas al suelo.

—¿Qué pasa, Tsukiku-chan? —Suika le habló bonito para intentar llamar su atención, pero ella siguió llorando inconsolable.

—¡Todos modidan! —gritó entre sollozos.

—¿Morderan? —Chrome ladeó la cabeza.

—Ella se refiere al hecho de que el sol va a explotar en cinco mil millones de años —murmuró Senku todavía sin voz, todavía intentando frotar su espalda para calmarla a pesar de que le ardía el abdomen.

—Qué poco elegante que no comprenda que eso es demasiado tiempo como para que sea una preocupación real en el momento —masculló Xeno, desinteresado y más bien hastiado del llanto.

—Tiene dos años… —señaló Chrome, mirándolo mal.

—Exacto, por eso está con sus berrinches, y por eso no debería haberla traído.

—Tsukiku-chan, no te preocupes, nadie va a morir —dijo Suika intentando calmar a la pequeña, pero ella ni la oyó, de hecho, como Senku todavía la tenía en brazos, volvió a patearlo, otra vez en el estómago.

—¡Ugh!... —Se retorció—. Por favor, mocosa, entiendes cosas impresionantes y no entiendes esto ¿es en serio? —preguntó resignado, más bien hablando consigo mismo, pero entonces notó como ella lo miraba en silencio, con sus ojitos muy abiertos.

—¡Papi me odiaaaaaa! ¡WAAAAAA! —Lo soltó y se echó al suelo a llorar y seguir pataleando y golpeando el piso.

Senku sintió una puñalada en el pecho y rápidamente intentó calmarla y decirle que eso no era cierto, y que el sol no los iba a matar, pero ella ya no le hacía caso a nadie ni quería que la tocaran para que pudieran cargarla y llevarla lejos del laboratorio, así que, derrotado, no le quedó de otra más que llamar a Kohaku.

Ella tuvo que abandonar su trabajo a la mitad de un entrenamiento de reclutas y, con solo verla allí, Tsukiku dejó de patalear y le extendió los brazos, aunque todavía llorando a viva voz.

Kohaku le cantó un poco para calmarla, cosa que funcionó de maravilla, luego preguntó bien qué había pasado.

—¡¿Cómo que el sol va a explotar?! —gritó alarmada Kohaku, haciendo a Tsukiku volver a llorar y que todos los científicos presentes estrellaran las palmas de sus manos en sus frentes.

Le explicaron bien todo, con palabras muy, muy sencillas, varias veces, y finalmente ella entendió bien el tema, calmó a su hija y dijo que ella misma le explicaría.

—A ver, mi bebé, mami debe enseñarte algo.

—Sabes, con dos años ya no es un bebé… —aclaró Senku con un dedo en alto, pero Kohaku lo mandó a callar de inmediato.

—¿Cuántos años tienes tú, mi vida? —Aun llorosa, Tsukiku levantó dos dedos—. ¡Muy bien! Y dime ¿cuántos años tiene mami?

—Teinta…

—¡Bien! También papi tiene treinta. Y tu abuelito tiene cincuenta. Y el abuelito es muy viejo, ¿verdad? —Rio.

—¡Ti! —Tsukiku también rio.
Mientras tanto en la aldea, Kokuyo estornudó y sintió un escalofrío, y ganas de lloriquear, por alguna extraña razón.

—Bueno, antes de que el sol explote, mami va a ser más vieja de lo que el abuelito es ahora… y hasta tú también.

—¡¿En sedio?! —Tsukiku la miró boquiabierta.

—¡Ja, así es! Además, papi me dijo que cuando eso pase, seguro los seres humanos ya puedan vivir en otros planetas como el martes.

—Marte —la corrigió Senku con cansancio.

—¡Eso! Entonces, si el sol explota, solo tenemos que estar lejos, así que nadie se va a morir. —Le sonrió radiante.
Todos los científicos presentes la miraron incrédulos por su explicación tan mala, pero Tsukiku de inmediato dejó de llorar, se quedó pensativa un momento, y luego sonrió completamente aliviada.

—¡Ah, bueno! —Se abrazó felizmente a su madre—. ¡Quiedo helado!

Senku las miró sin poder creer que con eso bastará, pero al final suspiró resignado y decidió irse a temprano y acompañarlas a buscar ese helado.

Fueron a la heladería que preparaba su helado casero y sin tantos agregados y azúcar, ya que a Senku le preocupaba mucho que su hija comiera sano ahora que había dejado por completo el pecho hace solo unos meses.

Aun recordaba ese día, de hecho. Kohaku llevaba meses quejándose de que quería que su hija dejara el pecho para tener más tiempo libre, y habían intentado varios métodos para convencer a Tsukiku de que dejara el pecho, pero nada funcionaba, tal vez porque Kohaku no toleraba decirle que no en nada… pero en fin, un día, cuando Kohaku quiso amamantarla al sentir los pechos llenos, Tsukiku la miró fijamente, luego miró a su biberón con agua fresquita, y luego volteó hacia su madre con desinterés y habló:

—No —le dijo con simpleza.

—¡¿Qué quieres decir con no?! —La miró boquiabierta.

—No mamá. —Tomó el biberón y comenzó a beber su agua.

Kohaku sintió un flechazo al pecho y tuvo que conformarse con el sacaleches, pero los próximos días, una y otra vez, Tsukiku siguió negándose al pecho, incluso en la noche, que era cuando más quería prenderse de su madre.

—No —le dijo recostada a su lado cuando quiso dormirla dándole del pecho como acostumbraban.

—Pe… pero… —La miró con lagrimitas en los ojos.

  Tsukiku simplemente comió un trocito de fruta que su padre le dejó cerca y luego se acomodó y se durmió.

Kohaku se quedó lloriqueando y Senku, rodando los ojos, le palmeó la espalda.

—Vamos, leona, desde hace meses que te quejas por esto, y ya era hora de que soltara el pecho.

—Pe… pero… —lloriqueó todavía peor—. Lo dejó demasiado de golpe… y todavía es mi bebé… y tengo los pechos demasiado llenos… —Tomó un pañuelo y se limpió la nariz ruidosamente.

—Bueno… yo tengo sed…

Kohaku volteó a verlo con la cara roja y ojos asesinos.

—Pervertido.

Aun así, Senku pronto la convenció de que lo dejara… saciar su sed, puesto que con todo y su linda y tranquila hija aun les gustaba darse “cariño” entre ellos cada vez que pudieran.

Quizás fue por esa misma razón que años después Kohaku le llegó con una prueba de embarazo dando positivo… 

Un par de años después de eso, Senku miró a su linda, tranquilita y callada Tsukiku… riendo como una psicópata mientras obligaba a sus amigos a construir los componentes de una peligrosa patineta voladora que le había prohibido usar, gritoneando órdenes y hablando hasta por los codos acerca de su funcionamiento.

Y, se preguntaran, ¿por qué no estaba haciendo nada por detenerla? Pues porque Kohaku y él habían tenido la magnífica idea (bueno, más bien fue otra sorpresa afortunada) de tener otro bebé, otra hija, para ser más precisos, su pequeña Shizuku que ahora tenía dos años.

Al principio, su pequeña Shizuku había sido muy tranquilita, alegre, serena y casi no les daba problemas de bebé, pero al llegar a los terribles dos años… de alguna forma se había transformado en un tornado de energía desbordante que no dejaba de meterse en problemas y atentar contra su propia vida.

¡¿Por qué esta niña tenía tantas ganas de matarse a sí misma?!

Senku ahora mismo estaba intentando inútilmente treparse al árbol donde de alguna forma Shizuku se había subido sin ningún problema.

Estaban en el parque ahora mismo, y Kohaku justo se había ido a comprar más bebidas junto a Tsukasa y Ukyo. Minami estaba sacándole fotos a los niños, Taiju estaba dormido y Yuzuriha estaba intentando supervisar a los niños, pero había acabado siendo convencida por Tsukiku de ayudarla a pintar unos patrones lindos en su patineta voladora peligrosa.

Senku podría gritar y pedir ayuda, pero… ugh… ¡se suponía que él podía cuidar de su hijita de dos años, ya tenía experiencia luego de lo terrible que se volvió Tsukiku a los cuatro años!

One-shots SenHakuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora