Mejor Declaración

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Seis de la mañana en punto: despertar y ocuparse de sí mismo.

Seis de la mañana con quince minutos: preparar el desayuno para su padre y su hermana.

Seis de la mañana con treinta minutos: comer, ponerse el uniforme y salir a tomar el autobús.

Siete en punto: llegar a su escuela a tiempo para tener una hora en su club de ciencias.

El resto del día fluía entre clases y escapadas al club, que era lo que realmente le apasionaba. La Academia Hizashi contaba con un presupuesto absurdamente gigante, y su laboratorio estaba tan bien equipado que pondría a muchos científicos profesionales a babear de envidia.

Claro que necesitabas ser el hijo de algún magnate o pez gordo asquerosamente rico para entrar en la mejor escuela preparatoria de Japón, o bien tener una inteligencia descomunal lo suficientemente sobresaliente para permitirte una beca en dicha escuela, que era el caso de Senku.

Su padre era un simple profesor universitario que tuvo que abandonar sus sueños de ser astronauta cuando adoptó a una niña huérfana. A Byakuya realmente le llovían los huérfanos, o tal vez Senku le pegó su mala suerte, aunque eso no era del todo cierto, porque los dos adoraban a la pequeña Rei y eran felices como familia, pero esa espinita de que Byakuya no pudo lograr sus sueños permaneció en los tres.

Byakuya se esforzaba mucho trabajando y cuidando de sus dos hijos, aunque muchas veces tuviera que hacer horas extra. Senku ayudaba lo más posible con su hermana y estaba decidido a conseguir becas en la mejor escuela y posteriormente en la mejor universidad para tener más oportunidades de cumplir su propio sueño y quizás hasta ayudar a su padre a poder cumplir el suyo en cierta forma. La pequeña Rei estudiaba diligentemente y siempre trataba de ser una buena niña y no tener problemas, aparte de que era la alegría de la casa y un orgullo para ambos.

Para Senku las prioridades eran claras: familia, ciencia, estudios, responsabilidades domésticas, dinero, y al fondo de todo estaban sus amistades que se limitaban a dos personas, Taiju y Yuzuriha, que ya no iban a la misma escuela que él.

Al llegar a la Academia Hizashi, rápidamente se apoderó del puesto de presidente del club de ciencias, puso a todo el club a su servicio y se colocó como el número uno en toda la escuela. Todo marchaba bien en el lado de su ciencia y estudios, a pesar de no tener amigos en esa escuela, pero tampoco le interesaba mucho conseguir amigos allí, menos teniendo en cuenta lo que susurraban de él a sus espaldas por no ser tan asquerosamente rico como la mayoría allí.

Hablando de dinero, eso era algo en sus planes que estaba flaqueando. Tenía pensado conseguir un trabajo de medio tiempo, pero eso le quitaría tiempo para dedicarlo a la ciencia y a su familia, así que tenía que pensarlo bien.

Qué fastidio, prefería diez billones de veces más estar en su club antes de tener que ponerse a trabajar en trabajos poco productivos y mal pagados, pero no parecía tener mucha opción.

—¿Ese es el presidente del club de ciencias? —Mientras caminaba en dirección al patio en la hora del almuerzo, no tardó en escuchar los mismos susurros nada discretos de siempre.

—Sí, llegó de la nada y se convirtió en el número uno de la escuela, pero tiene una beca, es de clase baja.

—Clase bajísima, su padre es un profesor universitario. —Escuchó risas.

—Podrá ser muy inteligente, pero no pertenece aquí. Es inferior a nosotros.

—Es de un mundo muy distinto.

Un mundo muy distinto, ¿eh? Sí, definitivamente nunca podría encajar con este tipo de gente.

Llegó al patio con una mirada de completa indiferencia, dirigiéndose directamente a la máquina expendedora para sacar una bebida energética.

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