4- Coincidencias

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La esposa de Shinichiro le había mandado el mensaje con la dirección que según sus fieles compañeras de repostería, era la mejor estética de todo el distrito.

Sin embargo, el color rosado chicle y el pomposo aspecto de la fachada del sitio no le daba buena espina.
No era del tipo "masculinidad frágil", pero se imaginaba saliendo con las uñas de los pies esmaltadas en color lila si llegaba a entrar por esas puertas y no quería ni pensar en las bullas de sus pequeños e insolentes alumnos del gimnasio.

Pero igual, ya estaba ahí...

Suspiró, recordándose a sí mismo lo que iba a pedir: Un retoque.
Simple y sencillamente reteñir su cabello a negro para dejarlo crecer ya sin las mechas.

Empujó una de las puertas de cristal, siendo invadido por la fragancia del shampoo y las sales de baño en cuanto había entrado.

—Bienvenida...
Le saludó una chica de espaldas, corrigiéndose a sí misma en cuanto pudo prestarle atención al chico.
—Quise decir, bienvenido.
Le sonrió apenada.

Imaushi la inspeccionó detenidamente. Tenía el cabello corto bajo las orejas, teñido de un negro azabache que hacía juego con su vestimenta, completamente oscura.
Los múltiples piercing en sus orejas lucían mucho más amenazantes que su solitario furyo y el maquillaje cargado de labios carmín podía resulta intimidante.

No, definitivamente no era su tipo.
—¿Viene a hacerse un corte? ¿Puedo ofrecerle algún servicio en especial?
Ofreció, invitándolo a entrar.
—Eh, si... ¿Podrían ponerme un tinte o algo así para ya no tener que preocuparme por esto?
Señaló su cabeza, observando el asentimiento de la dependienta.

—Por supuesto— Se encogió de hombros —¿No tiene una cita verdad?
Preguntó amablemente, observando como el chico negaba.
—Bueno, veremos si hay algún hueco disponible.

Tecleó en el ordenador frente a ella, mirando la agenda llena del lugar y hacia las estilistas que se movían de un sitio a otro cortando cabello, esmaltado uñas o haciendo un sin fin de procesos que Wakasa no terminaba de entender.

—¿Quieres esperar un poco? Veré qué puedo hacer para atenderte...

El de mechones asintió, observando el guiño indiscreto que le daba la chica tras el mostrador mientras se ponía en pie, señalándole un pequeño apartado en donde se encontraba una sala de espera.

Fue a sentarse, convenciéndose de que las cosas no podían ir tan mal. La chica era amable, aunque desenronaba completamente con la decoración pomposa del sitio.
Además, seguía incomodándole mucho el hecho de ser el único varón, sobre todo, con la mirada inquisitiva de las estilistas que por poco y se peleaban por atenderlo.
Bueno, seguía teniendo un poco de encanto juvenil después de todo...
¿_______ habría tenido que ver con la recomendación del lugar? Lo dudaba, pero podía ser un acierto.

Había un par de estilistas que lucían jóvenes, quizá poco mayores que él o de su edad.
Quizá era un poco el destino empujándolo a intentar salir de su zona de confort nuevamente.

En la recepción había cientos de revistas y folletos con tiras de cabello de colores que comenzó a ver con un poco de entusiasmo.
¿Un cambio de imágen? ¿Qué tal teñirse nuevamente?
Mantenerlo era difícil, pero podía ayudarle un poquito...

Aunque todavía recordaba las palabras de Takeomi sobre no hacerse tratamientos de cabello en lugar de arreglar su mierda.
Pero viéndolo así... Era mucho más sencillo evadir sus problemas mentales eligiendo entre el azul eléctrico y el verde neón...

Estuvo esperando por unos quince minutos, pasando sus dedos entre los mechones artificiales de un gran libro de muestras , pensando si sería una mejor idea reteñir con tintes fantasía.

¿Cuánto iba a costarle aquél capricho absurdo?
Volvió a mirar los altos candelabros sobre su cabeza y los floreros en pequeñas repisas.
Quizá no habría mucha despensa en su alacena esa semana...

—No tengo mucho que ofrecerte guapo— Se acercó nuevamente la recepcionista —Tenemos agenda llena hasta las 10:00pm, pero si quieres podemos agendarte una cita...

La jovencita lo dirigió hacia la recepción nuevamente, tecleando en el computador.
—Es la primera vez que vienes ¿No?— Preguntó sin detener sus dedos —Nunca te había visto por aquí.
Lo miró bajo sus enormes pestañas postizas y delineado extravagante, coqueteándole descaradamente.

La táctica del cabello jugueteando entre los dedos era algo bien conocido para Wakasa, pero a lo mucho la chiquilla tendría unos 16 años, tampoco estaba tan desesperado... Ni quería ir a la cárcel.

Se inclinó contra el escritorio, poniendo los antebrazos por todo el largo, decidido a cortarla de una sola vez, pero apenas iba a abrir la boca, cuando el traqueteo de unos zapatos de tacón resonó desde dentro.

—¡Canceló otra vez!
Gritó con frustración una chica portando el mismo uniforme negro que todas las demás estilistas en el lugar.
—¡Detesto a la gente que me hace perder el tiempo!

Wakasa simplemente no podía creer lo que estaba viendo.
El cabello rubio y unos grandes ojos púrpuras adornaban el rostro del más precioso ángel que había visto en toda su vida.

—Ren, no grites... Hay clientes.
Le regañó la chica del mostrador en un tono de fastidio que denotaba lo mal que probablemente le caía la rubia.

—¿En qué estábamos?
Le sonrió coqueta, pero Imaushi ya estaba completamente disociado de la conversación, enfocado solamente en la enfurruñada chica tecleando en su móvil con la nariz arrugada.
Lucía justo como un bebé furioso. Completamente adorable.

—¿Cómo voy a pagar mi renta esta semana si no hay comisiones?
Hizo un puchero con el labio inferior, levantando la vista y mirando al chico de mechones que hablaba con la hija de su jefa.

—Oh, perdón.
Se disculpó con las mejillas enrojecidas, bajando la vista inmediatamente, ocupando rápidamente la silla contigua a la recepcionista, dándole la espalda y rellenando recuadros de un formato Excel.

—Creo que si tienen un hueco...
Dijo el chico sin poder dejar de ver la cabellera color sol escribir en el teclado.

La recepcionista negó rápidamente, notando el genuino interés del chico.

—Ren solo es una practicante, no puede atenderte, pero si quieres un tinte yo...
—¿¡Tinte?!— Se giró inmediatamente la chica —Yo soy experta en tintes.
Dijo la rubia levantándose y tomándole la mano con ambas suyas.
Wakasa sonrió ante el sorpresivo gesto, viendo como la chica lo soltaba en cuanto notaba lo que acababa de hacer.
—¿No agendaste una cita con nadie más?

"Cómo un pequeño cachorrito asustado"

—Yo ah, un... No...
Tropezó con su palabras, sin poder dejar de mirar la piel de porcelana de la chica. Quién lo invitaba a ir con ella hacia las sillas del fondo.

—Tú sólo eres quién barre el piso
Le sujetó por el brazo la chica, impidiéndole moverse de su sitio.
—Brie dijo que podía si teníamos agenda llena— Miró hacia el resto de estilistas —Y todas están muy ocupadas ahora.

Intentó que la soltara amablemente, pero al ver las uñas oscuras ceñirse en su piel, se zafó de un tirón, volviendo a dirigirse a Imaushi, indicándole seguirle.

Wakasa podía notar la presión ejercida por ambas, pero lo que realmente le sorprendía era el repentino cambio de humor de la recepcionista después de haberlo tratado con tanta amabilidad.
Pero poco le importaba en ese momento, teniendo a una muy encantadora chica, delante suyo.
¿Una pelea de faldas? No sería la primera vez que estaba en medio de una. Pero ver a una chica que podía defenderse, como acababa de hacer la delicada rubia le tenía todavía más embobado.

—¿Qué tienes pensado hacerle a tu cabello?—Preguntó una vez que estuvieron sobre la silla del lavabo —Voy a lavártelo mientras acordamos algo ¿De acuerdo?
El chico asintió, dejándose poner la capa con el logo del salón, disfrutando con los sutiles toques de las refinadas manos de la chica mientras le rosaba el cuello para atarle la tela o mirar las hebras de su cabello.

La atracción instantánea le recordaba a su yo de hacía años entrando en una particular sala de videojuegos...

Bingo. Había encontrado a su chica.

Flor de loto [Wakasa Imaushi] TERMINADAWhere stories live. Discover now