34.

4K 610 58
                                    


Capitulo treinta y cuatro.



Ellen



Hay momentos en que una mujer se toma para reconsiderar cosas y recordar las mismas, mi momento de repasar y desear mi encuentro con Haniel desde que dejé su manada al momento en que mi vi a mí misma frente a la puerta de la entrada principal de la casa de Dante, no era mínimamente suficiente.



No había repasado y disfrutado mi momento como hubiera querido, no había podido sostener mi felicidad y la bonita sonrisa que Haniel había dejado plasmada en mi rostro por mucho tiempo. En cambio, había tenido que dejar todo eso de lado, al momento en que la puerta se abrió y Dante apareció frente a mí.



Muchas mujeres al igual que yo, podían entender que una vez que conoces a un hombre, siempre lo conocerás, capaz no del todo, capaz muchas cosas cambien, pero hay pequeñas proporciones que siempre quedaran igual y son esas mismas las que siempre podremos reconocer. Yo, en esta situación podía recordar con exactitud su expresión de enojo, furia y desagrado, si, las tres juntas. Esa misma expresión con la que me veía ahora de pies a cabeza.



—Cálida bienvenida—murmuro cuando a su expresión se le agrega su ceño fruncido.



—Apestas a el—suelta con lo que podría señalar como asco—. Estuviste rodeada de el y su gente.



—Supongo que era algo de esperarse—señalo guardando mis manos en mis bolsillos traseros de mi pantalón—. Considerando que fui a visitarlo.



—¿Así será ahora? —mi confusión emerge mientras se cruza de brazos—. ¿Los dejaras por ese hombre? ¿Abandonaras a tus crías solo por Haniel?



Me siento a mi misma respirar muy profundo mientras veo fijamente a Dante, el hombre que me devuelve la mirada, esa mirada que solía darme antes, esa que solo señalaba lo mal que estaba actuando.



—Abandonar—repito su palabra con pesar—. Es una palabra demasiado fuerte para utilizar cuando solo fui a visitar a alguien, en el momento en que los niños estaban contigo y tu gente—aclaro—. Los dejes alimentados, preparados y esperándote. Los dejes con alguien muy capaz de estar a su cuidado, dicha persona que también se ofreció a cuidarlos de retrasarme hasta tarde. Volví a tiempo, para prepararlos y dejarlos en el comedor con tu gente, con quienes cenaran y luego dormiré con ellos. No vuelvas a hacerme esa pregunta Dante, porque no me gusta la implicación que estas dejando—estoy más que dispuesta a seguir mi camino, solo irrumpida por el momento en que toma mi brazo deteniéndome, doy un paso atrás aun sujeta por él.



—Los dejaste...


My Wolf BabiesWhere stories live. Discover now