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Capítulo uno.


Ellen


Espero pacientemente a que los segundos que marcan el microondas pasen, al mismo tiempo controlo el reloj que está en una esquina de la cocina. Cuando el tiempo se acaba sacó las tres tacitas calientes y tomó las tostadas que ya había preparado. Mientras voy colocando el desayuno sobre la isla escucho los pasos de siempre.


—Buen dia.


Le sonrío y saludo a mi pequeña hermana Ally. Hago el intento de sentarme a desayunar con ella, pero solo logro beber media taza de café antes de que sea la hora.


—Apresurate que llegaras tarde—le digo mientras dejo mi taza en el lavaplatos.


—Todas las mañanas me dices eso y hasta el día de hoy nunca he llegado tarde—me sonríe—. ¿Necesitas ayuda? —niego—. Vale, te veré después Ellen.


Sigo a Ally hasta el pasillo, ella como toda chica universitaria no tiene mucha vida salvo sus estudios. Hace dos años ella vivía con nuestra madre, pero para desgracia nuestra, ella falleció después de un ataque cardíaco. Desde entonces hemos vivido juntas y debo admitir que es muy reconfortante tenerla cerca.


Sigo el largo pasillo hasta llegar a la habitación principal del apartamento donde vivimos, terminó de abrir la puerta entreabierta y apenas prendo la luz, tengo miradas sobre mi. Sin poder evitarlo sonrió viendo las bonitas cunas que abarcan en gran parte la habitación. Mientras me encargo de abrir las ventanas siento sus ojos sobre mí, enseguida un par de balbuceos más palabras entendibles empiezan a llenar la habitación.


—Ya, ya—sonrió acercándome—. Calma, ya los sacaré.


Por mera costumbre me acerco a la cuna del medio, los bonitos ojos color jade me miran sin pestañear. Aun cuando el peso de mi pequeña ha aumentado con el paso tiempo, apenas la levantó sacándola de su cuna, la dejó un momento contra mi pecho, el calor de su pequeño cuerpo contra mi es algo reconfortante.


Mi pequeña Maite se sostiene sobre sus pies cuando la dejo en el piso, como siempre, no se mueve, espera a que sea el momento de irnos. Solo debo girarme un poco para alcanzar la siguiente cuna, los ojos idénticos a los de mi pequeño hijo me ven esperando, siempre envidiaria que Daniel tuviera esos hermosos ojos cubiertos por largas pestañas que parecen falsas.


Dejo a mi pequeño mayor junto a su hermanita, antes de ir por mi pequeño del medio. Gabriel me espera impaciente y solo debe alzar sus brazos apenas llegó a su lado para prácticamente ordenarme que lo baje como a sus hermanos.


Los dejo a los tres antes de que empiecen su caminata fuera del cuarto, hace años ni siquiera se me hubiera ocurrido decir algo así, pero mis bebes eran demasiado tranquilos y obedientes para algunas cosas.


Mientras llegamos a la cocina donde los ayudó a llegar a sus sillas correspondientes, antes de dejarle una tasa a cada uno frente a ellos. Lo cierto es que el pasar de los años me había ayudado, ya no tenía que alimentar manualmente uno por uno con un biberón y amaba eso.

My Wolf BabiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora