36.

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Capítulo treinta y seis.



Ellen



Siempre vi esas escenas de películas donde en el momento crucial o aquel que debe demostrar una importancia grande pasaba en cámara lenta, la misma que hacía que dicha protagonista viera su vida pasar por frente a sus ojos. Hoy, ahora no podía enviar tener ese mínimo pensamiento junto a los otros miles que remolineaban en mi mente mientras sostenía mi mano contra mi labio sangrante.



No podía evitar que mi mente recordase muchas cosas, muchas situaciones del pasado, muchos momentos en donde ame a alguien, ame y me desvivía por dicha persona. No podía lograr que mi mente abandonará esos recuerdos mientras miraba al hombre que una vez lo fue todo. El mundo mismo parecía haberse detenido en la sola imagen de mí misma en el piso y de Dante parado frente a mí, viéndome.



Y es en estos momentos donde una misma se cuestiona ¿Que hice? ¿Qué mal hice para esto? ¿Acaso había sobrepasado mis limites? ¿Acaso esto debía ser así?



No podía dejar de preguntarme eso, preguntarme muchas cosas mientras Dante daba un paso en mi dirección. Incluso el ruido de la puerta siendo abierta no había sido suficiente para que dejara de pensar, de recordar. Parpadeo cuando algo se interpone entre mi vista al hombre que se yergue sobre mí, la imagen que me llena y me adormece, aquella de mi vida misma.



Devuelvo la mirada que Daniel me da, ceñuda y confusa, inocente y feroz, tomo la pequeña mano de Gabriel antes de que llegue a mi rostro, antes de que toque y se manche de algo innecesario. Maite se aprieta contra mi mientras sus manos vuelan a mi cabello y no puedo evitar sonreír, sonreír y que duela hacerlo.



—Dante, ven conmigo—Escucho las palabras de Elena, más no hay una respuesta clara. Ni movimiento que indique algo de lo que pide.



No quiero ver, no quiero levantar mi vista y apartarla de ellos, porque sé que dolerá. Sé que no podré y eso será aún peor. En cambio, solo me sostengo de ellos, me sostengo para ellos y por ellos.



Los trillizos me rodean, cálidos y amorosos, intentando borrar todo rastro de sentimientos negativos en mí. No me permito inmutarme cuando los pasos fuertes y rápidos resuenan alejándose de nosotros. Pasan segundos antes de que otros ligeros y apresurados los sigan.



* * *



Era una bonita tarde, no hacía ni mucho calor, ni mucho frío, no había molestias que habría en un día caluroso ni en un día frío. Era de esas tardes donde podía estar bajo un árbol, sintiendo los pocos rayos de sol sobre mi piel sin molestarme. Mi espalda sufría un poco siendo apoyada contra la corteza del gran árbol contra cual me había recostado. El peso adicional que suponía Maite colgada de mi torso, cual koala sin intenciones de soltarme mientras dormía, era una adicción bonita.

My Wolf BabiesWhere stories live. Discover now