17.

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Capitulo diecisiete.



Ellen.



Sostengo el cuerpo de Maite sobre mi pecho, su respiración es tan tranquila al igual que su rostro dormida sobre mi pecho. Sus grandes pestañas descansan sobre sus regordetas mejillas, las suaves hebras recién lavadas de su cabello caen sobre sus oídos. Sus labios rellenos forman un pequeño corazón mientras descansa sobre mí.



A mis costados, descansando en cada uno de mis hombros tengo dos cabecitas pequeñas que al igual que ella, descansan plácidamente junto a mí. La noche ya había caído y el dia había sido demasiado para nosotros, o para mí.



Había bañado a mi pequeña sola, no como usualmente lo hacia con los tres juntos, el hematoma en su cadera seguía, como un recuerdo tortuoso. Sus rodillas y manos habían terminado raspadas por el golpe que seguramente se habría dado al correr y caer al suelo.



El corte en su mejilla, quería creer que se lo habría hecho con alguna rama afilada que se cruzó en su camino mientras corría. Porque aun con todo lo que había visto, deseaba muy en el fondo que ellos no la hubieran tocado o lastimado físicamente.



Decepción o derrota, no sabía que era, podría ser mas que nada tristeza. Les había confiado mis hijos a Dante, no, no solo a Dante sino también a cada integrante de este lugar. Y con lo que hicieron, con lo que estaban haciendo sin remordimientos, solo me dejaban en claro una cosa. No la aceptaban. No aceptaban su naturaleza y no la querían así.



Era algo duro, no era tonta como para saber que en un futuro Maite tendría que luchar contra los prejuicios de saberse diferente a todos los que están a su lado, incluidos sus hermanos. Sino que ellos tampoco la aceptaban así.



Mas allá de todo, más allá de mi decepción y mis miedos futuros, dolía. Dolía saber que incluso aquellos que habrían jurado quererlos y amarlos como propios, eran capaces de someterla a un miedo así. Y dudaba que todo ellos sintieran algo de culpa, o remordimiento por hacerle esto a una pequeña niña que nunca había estado con cambiantes cerca y que sus primeras veces fuera de esta forma, lo había aún peor.



Los dos pequeños cuerpos a mi lado, solo eran un recordamiento constante de lo diferente que éramos. Y dolía. Porque eran mis hijos, bebes que sostuve y crie durante años, y ahora, ahora solo no podía entender cómo se habían quedado ahí, como habían estado viendo como Maite sufría sin remordimientos. Dios, eran niños, lo entendía, lo sabía y, aun así, no paraba de pensarlo. Solo me hubiera



—¿Ellen? —me tenso inevitablemente cuando escucho el llamado que resuena desde afuera de la habitación.



No deseaba verlo. No deseaba tenerlo cerca. No quería escucharlo...

My Wolf BabiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora