CÁPITULO UNO

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«Estoy fregando los platos a una velocidad apresurada ya que él me dijo que si no estaba la cocina ordenada antes de que llegase iba a ver consecuencias. Y con las manos temblorosas cuento cuántos platos y cubiertos me queda para terminar. Estoy en el penúltimo plato cuando escucho la cerradura de la puerta abrirse.

Entro en pánico y termino de secarlo rápidamente antes de coger el último plato pero este se me resbala de las manos y se hace añicos al tocar el suelo, llena de miedo soy incapaz de darme la vuelta porque se perfectamente que él está mirándome.

– ¿Qué demonios?- Pregunta acercándose a pasos lentos hasta pararse detrás de mí.

Sigo sin poder girarme llena de pánico y la vista nublándome por las lágrimas que soy incapaz de retener.

– Brigitte date la vuelta ahora mismo y explícame este desastre antes de que me enfade aún más.

Negándome a darme la vuelta porque si me ve con las lágrimas en los ojos haré que se enfurezca más y no quiero.

– ¡Brigitte!- Grita agarrándome del pelo y dándome la vuelta forzadamente.- ¿Por qué demonios no me estás haciendo caso? o más bien... ¿ Por qué carajos la cocina está sin terminar?

Con las lágrimas en los ojos, intentando decir algo pero solo me salen balbuceos y el agarre en el pelo cada vez se hace más firme por lo que me obligo a hablar.

– Lo siento... mucho, estaba distraída... en los... los deberes- Digo entre hipidos que temo no controlar– Se me hizo... tarde pero casi estoy termi...

–Cállate porque tu voz no hace más que irritarme.

Después de aquellas palabras me encuentro en el suelo con una mano agarrada a mi mejilla ya que la siento ardiendo por la bofetada que me acaba de dar. Cada vez con más temor de que pueda hacer algo peor me levanto apresurada y salgo corriendo en dirección a mi habitación para encerrarme pero me es imposible llegar porque recibo un empujón que me manda directa a la pared del pasillo y ahora tengo su pie encima de mi mano con miedo a que pueda aplastarlo ya que no es la primera vez.

– Lo siento... prometo que lo limpiaré en en menos de cinco mi-minutos.- Sollozos incontrolables salen por mi boca y de los cuales no puedo detener.

– Uno, no hables sin que yo te diga.- Un pisotón fuerte llega a mi mano y grito por el dolor insoportable.- Dos, lo harás en menos de tres minutos.- Otro pisotón cada vez más fuerte.- Y tres quiero que te vayas de casa hasta que lleguen los tíos y tus hermanitas y me da igual si hay tormenta, te quiero fuera en 10 minutos.- Llega otro pisotón y por el crujido que llega a mis oídos se que me ha roto algún que otro dedo...»

Me levanto sobresaltada con el temor en mi mente y el sudor corriendo por mi cuerpo, me digo que es una pesadilla, que no va a suceder, pero sin embargo no puedo decir lo mismo por que ya pasó anteriormente.

Hacía días que no tenía pesadillas como estas, tan vívidas que me carcome por todo el día. Me toco inconscientemente la mano por la que ya sufrí años atrás y de las que me excusé con que me caí bajando las escaleras. El día en el que él me rompió la mano después de eso ordené los platos rotos con una sola mano ya que la otra estaba inservible, me sentí tan inutil que cogí un trozo del plato y lo apoye en la palma de mi mano, nunca me sentí tan bien de disfrutar de un dolor físico como ese porque mentalmente estaba jodida.

Salí a la calle como me había dicho tras tirar el plato roto y efectivamente había una tormenta pero me sentí tan aliviada de salir de ese infierno que me daba igual qué tiempo hacía, camine por horas, llore hasta desahogarme, me fui a urgencias a mirarme la mano, después seguí caminando hasta que mi madre me llamó diciéndome donde estaba y tuve que regresar.

La Musa de mis CancionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora