CAPÍTULO CINCUENTA Y NUEVE (PARTE UNO)

1.9K 143 35
                                    


Cinco meses después.

Brigitte Stanley.

Los tacones resuenan por las baldosas de la acera con cada paso que doy, me coloco las gafas de sol al sentir los rayos solares golpear mi rostro y me echo el pelo hacia atrás con una mano dejando que la brisa fría acaricie la piel de mi cuello.

Le doy un sorbo a mi café con caramelo analizando a cada persona que pasa por mi lado, escondo una sonrisa poniendo mis labios de nuevo en el vaso del café. Mis ojos viajan hacia el cristal del escaparate reflejando una sombra caminando a unos metros detrás de mí.

Aumento la velocidad de mi caminata dando mi último sorbo de café, lanzo el vaso vacío hacia el cubo de basura y aprovecho para meterme entre la multitud que camina en dirección contraria al mío. Choco aposta con una mujer haciendo que se le caiga el bolso, creo que maldice en otro idioma ya que no la entiendo.

—Lo siento —me disculpo agachándome para agarrar su bolso y en el momento en el que estoy agachada, giro levemente mi rostro hacia atrás.

Elevo las comisuras de mis labios dándome un par de golpecitos en la espalda internamente. Me levanto entregándole el bolso a la señora mayor y sin mirar atrás, empleo mi camino con mayor velocidad.

Antes de llegar a la esquina, ladeo la cabeza mirando por última vez para asegurarme de que nadie me siga. Me adentro a uno de los callejones mientras me ato el cabello en una coleta alta y me voy sacando el abrigo que llevo puesto.

Una sonrisa apenas perceptible se asoma por mis labios al ver una silueta apoyada en la pared. Contengo la risa cuando voltea a verme. Sus labios se curvan levemente y se separa de la pared para caminar en mi dirección pero niego con la cabeza pasando por su lado.

—Sigue caminando —murmuro sin mirar atrás pero escucho sus pasos detrás de mí.

Nos mantenemos en silencio mientras seguimos caminando escuchando solo nuestros pasos. No sé cuánto tiempo pasa pero giramos la calle para adentrarnos en otro callejón y es ahí cuando paro, giro sobre mis talones para mirarle. No aguanto más y suelto la risa que llevaba conteniéndome desde que lo vi.

—Quien diría que el pelo rizado te favorecía —enredo uno de sus mechones rizados en mi dedo.

Hace una mueca dando un manotazo a mi mano, cosa que me hace más gracia.

—Sigo sin estar de acuerdo con esto, Brigitte —murmura señalándome—. Pero no voy a negar que me veo demasiado sexy con este pelo.

—Si no fuera por tu pálida piel, diría que somos idénticas.

Eleva las comisuras de sus labios sacando la gabardina de su cuerpo y me lo entrega mientras yo hago lo mismo entregándole el abrigo que llevaba puesto.

—¿Crees que esto sea buena idea? —cuestiona haciendo que alce la mirada.

—Realmente es una pésima idea —confieso, este me observa más desconfiado aún—. Pero sólo con hacerles perder el tiempo aunque sean cinco minutos, no hace falta más. Después de eso te puedes ir a tu casa.

Me sigue observando desconfiado mientras se cruza de brazos, otra risa se me escapa pero carraspeo cuando me mira mal. No puedo tomármelo en serio cuando lleva una peluca idéntica a mi pelo y unos botines con tacones que lo más probable es que le quede una o dos tallas más pequeñas.

—Brigitte...

Enarco una ceja curvando los labios hacia arriba, me coloco la gabardina para después sacarme las gafas de sol mirándolo fijamente.

La Musa de mis CancionesWhere stories live. Discover now