CAPÍTULO CINCUENTA Y CINCO

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Días antes...

Cameron Knight.

Pego un pequeño salto cuando un plato de comida aparece enfrente mía de la nada. Frunzo el ceño alzando la cabeza para encontrar a mi padre de brazos cruzados, hago una mueca y empiezo a negar con la cabeza.

—Come —ordena.

—No tengo hambre —alejo el plato de comida de mi vista—. Y si doy un solo bocado, estoy seguro que lo vomitaré.

Y es verdad, comer ahora en estos días no es una opción para elegir. Tengo el estómago tan cerrado que cualquier cosa que como lo saco de nuevo para fuera. Entre la angustia y la desesperación, mi cuerpo se va agotando poco a poco.

—No seas infantil, hijo —me reprocha papá volviendo a poner la comida delante de mí—. Come o yo mismo te meteré la comida en la boca.

—No es ser infantil, es que no me entra nada.

—Llevas diez días sin comer bien, si sigues así ten por seguro que te vas a enfermar.

—Estoy comiendo algo —protesto a lo que Amaury enarca una ceja.

—¿El qué?

Aprieto los labios y desvío la mirada rascándome la nuca.

—Galletas, por ejemplo —murmuro en voz baja. Amaury suelta un suspiro sentándose a mi lado.

Las favoritas de mi novia.

—Eso no es ni la mínima parte de lo que debes comer, hijo —dice con voz suave—. Realmente tienes que comer, no tienes buen aspecto y saldremos dentro de unas horas, si quieres venir con nosotros, debes reponer fuerzas.

Mis ojos viajan hacia el plato de comida, de inmediato mi estómago ruge por hambre al no alimentarse bien estos días. Acerco el plato en mi dirección y con un suspiro meto el primer bocado en la boca.

—Comeré sólo la mitad —le advierto llevándome otro bocado a la boca, Amaury alza las manos elevando las comisuras de sus labios en una sonrisa divertida.

—Está bien, solo la mitad.

Se que lo ha dicho con burla pero prefiero pasarlo por alto. Como en silencio tratando de no pensar nada más que no sea la comida pero es imposible. Mi mente proyecta cada recuerdo de ella, cada lágrima en el vídeo, cada grito y cada súplica. Es algo que no me puedo sacar de la cabeza.

Cuando la noche llegó, ni siquiera me atreví a dormir porque sabía perfectamente que aquellos gritos atormentarían mi sueño. La respiración empieza a acelerarse cuando recuerdo todo lo que está sufriendo mi novia, sus cardenales sobre su cuerpo es algo que no deja de aparecer en mi cabeza.

No lo merece.

Me siento tan impotente de no hacer nada, un inútil. Le prometí a mi novia protegerla y eso no lo cumplí. Nada de las promesas que he hecho, las he cumplido.

—Deja de pensar tanto —su voz me vuelve al presente y suelto un suspiro enfocando mis ojos en los suyos.

—Papá.

Sus ojos brillan cada vez que digo esa palabra y sé que dentro de todo este desastre siente esa pequeña emoción de que le llame así. A mi me cuesta cada vez menos por lo que es más fácil llamarle papá aunque todavía lo siento raro cuando la palabra sale de mi boca.

—¿Si, hijo?

—Tenemos que encontrarlas —manifiesto a lo que este sonríe apretando mi mano.

—Lo haremos, tenlo por seguro.

La Musa de mis CancionesWhere stories live. Discover now