CAPÍTULO DIECISIETE

3K 171 36
                                    


Brigitte Stanley.

– Chúpate dos y... ¡uno! .- expreso contenta al ver que me quedaba solo una carta en la mano pero al ver la sonrisa de mi contrincante y ver que no coge ninguna, toda ilusión se desvaneció.

Carraspea y amplía más su sonrisa.

– Chúpate dos, chúpate cuatro, te bloqueo, te bloqueo, te bloqueo.- abro los ojos de par en par.- chúpate dos y chúpate otros dos.

Parpadeo varias veces y abro la boca enormemente mientras me quedo observando todas las cartas que echó en la mesa con lamento. Lo miro y asiento lentamente indignada.

– ¡Eres un tramposo!

– He seguido todas las reglas, ojitos bonitos.

Cameron sonríe inocente y yo me levanto de la pequeña mesa dejando las cartas sin terminar.

– ¿Sabes qué? Ya no quiero jugar.- me cruzo de brazos.

– ¡Es solo un juego!

No para de reír y a mi me dan ganas de lanzarle una almohada en toda la cara. Lo señalo con el dedo acercándome a él.

– Si querías que te odiara, lo has conseguido, bastardo engreído.- el cantante amplía más su sonrisa.

– En verdad prefiero que me ames.

Me quedo estática por unos segundos mirando sus ojos achocolatados pero bufo ignorando el fuego que se está creando en mi estómago y de la que quiero apagar con todas mis fuerzas.

– Imposible, ya te odio.

– Imposible, ya me amas.- corrige guiñándome un ojo.

Voy hasta el sofá corriendo a coger un cojín que había y llego hasta él dándole en la cara de lleno, sonrío pero borro la sonrisa al instante cuando veo que tiene un cojín el doble de grande que el mío. Río nerviosa y voy dando pasos lejos de él.

– Mira, fíjate que ya no te odio.- digo levantando las manos hacia arriba.

Cameron sonríe como psicópata y ladea un poco la cabeza hacia la derecha, si no fuera porque no lo conozco diría que me día llegó hasta aquí. Se acerca a pasos lentos en mi dirección mientras yo hago lo mismo dando pasos para atrás.

– No debiste hacer eso.

– Te juro que me arrepiento.- digo rápido.

Alza una ceja y eleva un lado de las comisuras de su labio.

– ¿Te arrepientes?

– Muchísimo.

– ¿Y cuánto es mucho?

– Tanto como la distancia que hay de aquí hasta la luna.

Mi espalda choca con la encimera de la cocina mientras Cameron sigue dando pasos en mi dirección, mi mirada viaja desde el cojín hasta él.

– ¿Cómo puedo creerte? .- cuestiona elevando un poco el cojín.

– Mira mis ojitos.- lo miro fijamente.- juro solemnemente que estoy totalmente arrepentida.

– Ah, no.- niega con él dedo.- Tus ojos pueden ser mi debilidad pero esta vez no vas a conseguir nada con esos ojos mieles.

Ignoro el hecho de que acaba de decir que mis ojos son su debilidad, por qué con esa simple información el fuego que se está creando en mi interior se va avivando poco a poco y cuando ya sea tarde no creo que haya mar para apagarlo.

En el momento en él que me doy cuenta ya está enfrente mía solo a unos centímetros de rozar nuestros pies descalzos y mi respiración se acelera inhalando su maldito aroma que me embriaga cada vez que lo tengo cerca.

La Musa de mis CancionesWhere stories live. Discover now