CAPÍTULO TREINA Y TRES

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Cameron Knight.

Los días pasan con total normalidad, por una parte me preocupa pero por otra parte estoy algo aliviado. Brigitte poco a poco se está curando de los golpes que le ocasionó ese miserable, aunque algunos todavía son notables, al parecer el dolor se ha ido en muchos de ellos.

Por más que le he dicho que tiene que recuperarse completamente, no me ha hecho caso. A los dos días del suceso, se fue a la universidad tapándose los golpes, claramente luego llegó a casa quejándose de los dolores.

La grabación que tiene Brigitte para inculpar a Thiago todavía está en nuestras manos, ella está decidida a que primero debemos asegurarnos de que Amaia esté con nosotros para luego ir a la policía y que busquen a Thiago, yo no estoy tan seguro de ello ya que le damos tiempo a él para que se escape pero de todos modos ella tiene un punto, puede hacerle algo en contra de Amaia en aquel orfanato.

Nunca pensé que tener a alguien más en casa se sintiera tan cálido como la presencia de Brigitte. Ya no noto mi hogar oscuro y vacío, aunque una parte falta que lo ilumine mi princesa, la presencia de la morena de ojos mieles va creando luz conforme pasan los días y aunque yo no lo demuestre, la emoción de pasar con ella más horas al día me está gustando cada vez más.

Pero ahora tenemos un problema, un gravísimo problema...

—¿Qué hago?¿Quieres comida?¿Te preparo un baño? —pregunto desesperado moviéndome un lado al otro en la habitación—. ¿Un masaje? ¿Quieres que vaya a la farmacia? ¿Dime que carajos hago, Brigitte?

Ella me observa con los ojos llorosos pero una breve risa sale de sus labios.

—¿Puedes calmarte? —cuestiona saliendo de las sábanas pero se dobla al instante—. Maldigo el día en el nací mujer.

—Brigitte, no estás bien, estás sudando —me acerco a ella y la vuelvo a sentar en la cama —¿Quieres que vayamos al hospital?¿qué mierda se hace en estos casos?

—Cameron, me estás estresando ¿puedes dejar de preguntar un momento? —me pide irritada y asiento rápidamente —. Necesito que me hagas un favor.

—Lo que tú quieras.

—Necesito que vayas a la farmacia y me traigas un paquete de compresas —murmura algo avergonzada.

—Vale —me levanto dirigiéndome a la habitación y volteo de nuevo —¿Cómo son las compresas?

Suelta una suave risa mirándome incrédula

—¿Hablas en serio?

—Totalmente en serio —digo dudoso—. Nunca vi unas compresas.

—Tu mamá debe de haber tenido en el baño, Cameron.

—Nunca los he visto, lo digo en serio.

Asiente reprimiendo otra risa.

—Bien, puedes preguntarle a los que trabajan en la farmacia, ellos seguro que saben.

—Está bien —abro la puerta pero volteo de nuevo—. ¿Seguro vas a estar bien mientras yo no esté?

—No me voy a mover de aquí, te lo prometo.

—No te vas a morir de aquí ¿verdad? —pregunto entrecerrando los ojos.

—Cameron, llevo diez años desangrándome y mira, sigo aquí, tan nueva como siempre —responde cansada de mis preguntas.

—Pero seguro que...

—¡Cameron , por dios! —se levanta y me empuja hacia la sala—. Me estoy desangrando y no creo que esta compresa dure mucho.

La Musa de mis CancionesWhere stories live. Discover now