CAPÍTULO CINCUENTA Y TRES

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(Contenido delicado. Leer bajo tu responsabilidad)

Este capítulo contiene escenas explícitas de violencia +21. Las acciones descritas no las promuevo y no deben de ser practicadas.


(2/3)

Brigitte Stanley.

Han pasado exactamente siete días desde que fui presa de la mafia italiana, seis días es lo que he estado peleando y ninguna ganada dejándome sin ver a Amaia todo el día, solo me la llevan por las noches para luego llevársela muy temprano mientras duerme. El cuerpo lo tengo adolorido a más no poder, apenas puedo mantenerme de pie y las peleas acaban con más facilidad cada día recibiendo golpes por doquier desmayándome al terminar.

No me atrevo a mirar todos los cardenales que tengo sobre mi cuerpo, sé que lo que me vaya a encontrar va a ser una persona diferente a lo que era una semana atrás y es por eso que no quiero derrumbarme cuando llegue a verme. La cara la tengo entumecida e hinchada apenas pudiendo abrir los ojos, el abdomen es lo que más dolor me causa sin que pueda levantarme del suelo, y siento como cada costilla de mi cuerpo ha sido partida en dos. Las piernas me pesan sintiendo cada tensión de mi musculo comprimirse cada que camino.

Recibo un manguerazo día sí y día no en donde el agua gélida empapa mi cuerpo haciéndome temblar por el frío, pierdo las fuerzas cada día que pasa. Mi cabeza no deja de proyectar a los hombres que pasan por esa pared viéndome desnuda mientras se llevan la mano a su miembro y me hacen ver como eyaculan cerca de mi cuerpo. Un día no pude más y vomité en el suelo mientras uno tiraba la eyaculación directo a mi cuerpo pero rápidamente el agua me lo quitó.

Hace cuatro días me metieron a trabajar en la casa grande junto a otras mujeres cargando cajas pesadas que vienen de los camiones. Pensaba que Alessandro tendría a toda mujer peleando contra un hombre pero al parecer solo soy yo o quizás estas mujeres ya ganaron su pelea hace tiempo. Tener el cuerpo golpeado día sí y día también junto a lo pesado que son las cajas hace que los párpados me pesen mientras me esfuerzo por no perder la consciencia.

Las humillaciones en esa casa se volvieron aún peor. Me empujan cuando tengo una caja encima haciéndome perder el equilibrio y recibir un regaño por Rosso, que al parecer es la mano derecha de Alessandro y quien se queda a cargo cuando él no está. Recibo golpes, aunque no ejercen tanta fuerza, sigue siendo doloroso para mi cuerpo ya golpeado. Me escupen cuando les apetece sintiéndome asqueada y sucia.

No faltan los comentarios obscenos y las miradas lascivas. Todo el día debo de estar alerta con miedo a que alguno de ellos intente tomarme a la fuerza, incluso he sido capaz de dar la vuelta completa a la casa con una de las cajas pesadas para no tener que encontrarme con ellos. El miedo a que me quiten la pequeña luz, esa que es como una luciérnaga y que es la que me mantiene cuerda todo este tiempo, es irracional.

Cada día pierdo más la poca esperanza que tenía. Llega un punto en el que el vacío vuelve a consumirme quedando en nada. Mi cabeza se ha acostumbrado a todas las humillaciones que me hacen todos los días pero las ganas de romperme aumentan más y más. Mi cuerpo se ha acostumbrado a ser golpeado y ser visto como algo que solo sirve para satisfacer necesidades, como una esclava. Eso es lo que soy. Una maldita esclava.

En un punto he empezado a despreciar mi cuerpo, me doy asco y me repugna verme el cuerpo que una vez alardeaba. Me siento totalmente sucia y en momentos de locura uso los estropajos que hay en la cocina para limpiarme toda suciedad, limpiándome aquellas miradas que caen sobre él irritando mi piel en el proceso.

La Musa de mis CancionesWhere stories live. Discover now