CAPÍTULO CINCUENTA Y UNO

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Brigitte Stanley.

-Y la maestra nos dijo que teníamos un plazo de dos semanas para llevarlo al colegio -cuenta Amaia mientras come un trozo de manzana.

-¿Dos semanas? Eso es poco -protesta Cameron frunciendo el ceño.

-Dice que cuantas más personas nos ayuden, más rápido terminaremos.

-¿Y una parte no deberías hacerlo en el colegio, con ella? -inquiero confundida porque es lo que normalmente los maestros hacen.

-No lo sé.

Cameron suelta un suspiro negando con la cabeza, nunca le agradó la maestra de Amaia. Giro el volante para entrar en una rotonda pero frunzo el ceño cuando el que está a mi lado, se pone literalmente delante de mi auto. Doy un frenazo antes de que choque con el coche y mi mano viaja hacia el claxon llamándole la atención.

-Será hijo de puta -siseo por lo bajo y no tiene la maldita decencia de frenar, sino que se marcha sin mirar atrás.

-¿Estás bien, princesa? -pregunta Cameron volteándose hacia los asientos traseros.

-Si, Cam, pero se me cayó la manzana.

Inevitablemente sonrío y acelero de nuevo saliendo de la rotonda. Ya de por sí odio entrar a las rotondas, me pone nerviosa ver tantos coches y que suceda algún accidente por una imprudencia de alguno, como casi nos pasa a nosotros.

Cameron me pone la mano en el muslo tranquilizándome, lo miro por unos segundos dándole una pequeña sonrisa llevando mi mano que estaba en la palanca de cambios a la suya dándole un apretón.

-¿Quieres más manzana, Amaia? -inquiere mi novio y por el espejo retrovisor veo como la princesa niega con la cabeza.

-Estoy llena.

-Tienes la botella de agua en la mochila ¿verdad?

-Esta es la cuarta vez que se lo dices -murmuro divertida-. Solo va a estar una hora y media más lejos de ti, cálmate hermano protector.

-Estoy calmado.

-Ya.

-Estoy calmado ¿verdad, princesa?

-No -responde tajante haciéndome reír.

-¿Tienes todo lo demás en la mochila? -vuelve a preguntar y suelto un suspiro exasperada.

-Amor, tú mismo le pusiste las cosas en la mochila -le hablo para que se relaje-. Tiene una botella de agua, algo de fruta por si le da hambre. La ropa para el entrenamiento ya la lleva puesta, guantes y un protector bucal, obviamente también tiene sus patines. No hace falta que lleve más.

Cameron asiente aunque puedo notar que no está conforme. Hoy es el primer día de entrenamiento de Amaia en donde no nos permite estar, cosa que no le veo sentido pero son órdenes de su entrenadora, por lo que la dejaremos ahí y volveremos dentro de una hora y media. Cameron está más nervioso que Amaia y eso que no es él quien lo va a practicar.

Bajo la velocidad hasta parar en un semáforo rojo y llevo un trozo de manzana hacia mi boca, amo las manzanas rojas. Cameron aprovecha el semáforo en rojo para inclinarse en mi dirección dándome un beso en la boca, ni siquiera he terminado de masticar la manzana cuando adentra la lengua en mi boca. Me alejo riendo dándole un golpe en el hombro.

-Eres un guarro -me quejo viendo como se lame los labios con una sonrisa pícara.

-Ya te he dicho que me encanta darte besos y que me sepa a manzana.

-Los besos son asquerosos -refuta Amaia poniendo una mueca de asco.

-Di que si princesa, son un asco -me giro abruptamente en su dirección y veo como se pone pálido al ver mi cara.

La Musa de mis CancionesМесто, где живут истории. Откройте их для себя