EXTRA O2: Mujer embarazada; mujer peligrosa

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Brigitte Stanley.

Muevo la pierna de arriba a abajo consumida por los nervios. Me paso una mano por el pelo pasando saliva por mi garganta cuando siento que la tengo seca. Un suspiro bastante sonoro sale de mis labios, siento mi corazón ir a mil por hora retumbando contra mi pecho.

Cameron nota mis nervios por más que trato de ocultarlos, entrelaza sus dedos con los míos colocando nuestras manos en su pierna. A él también se le nota nervioso pero lo disimula e intenta estar pendiente de mí en todo momento.

—No tienes porque estar tan nerviosa, cariño —me dice dándome una sonrisa—. Vamos a presenciar uno de nuestros mejores días.

Sus palabras de alguna forma me tranquilizan, relajo mis hombros exhalando por la boca. Volteo la cabeza para verlo, mantiene su sonrisa que es capaz de llevar todos mis nervios en menos de un segundo.

—Lo sé, es por eso que estoy nerviosa —suelto una risa tonta—. Creo que lloraré.

—Entonces estaré ahí para secar tus lágrimas —cierro los ojos cuando siento sus suaves labios en mi frente—, aunque quizá lloremos juntos.

Suelto una pequeña risa llevando el dorso de su mano a mis labios y un pequeño puchero aparece en mi rostro.

—Deja de ser tan bonito ¿quieres? Harás que llore antes de lo previsto.

—Tú me haces cursi.

—Mentira, tú ya eras cursi aunque querías hacerte el chico duro —le doy un codazo juguetón—. Solo que con mis palabras malsonantes endulcé tu vida.

—Ironías de la vida.

—¡Oye! —suelta una breve risa—. Sabes que caíste en mis redes en el momento que te llamé jodido sexy cantante.

—Y bastardo engreído.

—Amable y sexy, que no se te olvide.

A este paso teníamos nuestros rostros a unos pocos centímetros de juntar nuestros labios. Su aliento se mezcla con el mío y sus ojos se alternan entre mis ojos y mis labios. Su perfume acaricia mis fosas nasales, deseo hundirme en su cuello e inhalar el aroma que me encanta.

—Te amo, ojitos bonitos —susurra acariciando su nariz con la mía—. Te amo tanto que ya no hay manera de poder demostrarlo solo con palabras.

—Lo sé —lo interrumpo. Una sonrisa empieza a aparecer en mi rostro—. Tus ojos me dicen cuanto me amas, tus caricias me dicen cuanto me deseas, tus labios me dicen cuanto me anhelas y tu corazón me grita cuán enamorado estás de mi.

Cameron me sonríe colocando su mano en mi mejilla, acaricia mi pómulo con su pulgar. Su suave caricia tranquiliza mis nervios y su mirada me dice que todo va a estar bien.

—Estás totalmente en lo cierto —roza sus labios con los míos—. Que bueno que sepas todo lo que me causas.

—Lo sé porque tú causas lo mismo en mi, bastardo engreído —suspiro—. Los amo con todo mi jodido ser.

Mi prometido me da una sonrisa de oreja a oreja antes de atrapar sus labios con los míos, suspiro contra sus labios antes de empezar a moverlos como suaves caricias. Lento pero intenso. Me pierdo en sus besos, en sus roces en mi mejilla y me deleito de sus suaves labios.

Coloco mis manos en su cuello profundizando el beso, jamás me cansaré de sus labios. Una placentera adicción que deseo no dejar jamás. Todo lo que me causa Cameron me lleva a un profundo abismo lleno de sensaciones que con gusto recibo.

La Musa de mis CancionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora