CAPÍTULO CINCUENTA Y OCHO

2.3K 154 55
                                    


Cameron Knight.

—¿Estás lista, Amaia? —grito desde mi habitación mientras me coloco los zapatos.

Me quedo en silencio durante unos segundos pero al no oír respuesta frunzo el ceño. Respiro hondo levantándome de la cama y mis ojos se dirigen hacia el montón de ropa que yace en mi cama, sacudo la cabeza borrando todo tipo de recuerdos y salgo de la habitación para buscar a Amaia.

—¿Amaia? —la llamo de nuevo y recibo como respuesta el silencio.

Chasqueo la lengua dirigiéndome a su habitación, abro la puerta para después encender la luz pero me encuentro su habitación vacía, solo con ropa de por medio. Confundido salgo de su habitación llamándola un par de veces y tampoco hay respuesta. Busco por todas las habitaciones sin hallarla, la preocupación empieza a llegar a mi cuerpo volviendo a llamarla.

Bajo por las escaleras con velocidad buscando por las habitaciones de abajo, incluso en los escondites más pequeños.

—¡Amaia! —grito de nuevo—. Si no apareces aquí en menos de cinco segundos no tendrás esa muñeca de Mérida que tanto quieres.

Me cruzo de brazos esperando su llegada pero ni con un chantaje se digna a aparecer. Un suspiro sale de mis labios empezando a caminar de nuevo pero algo capta mi atención, más bien, un cabello rubio en el patio.

Camino en esa dirección viendo a Amaia correr hacia su castillo que le compré después de comprar esta casa. Me dirijo hacia el castillo viendo como cierra la puerta y me quedo enfrente de ella.

Toco un par de veces sin hallar respuesta alguna, dirijo mi mirada hacia la ventana pero están cerradas por lo que vuelvo a tocar la puerta esperando alguna respuesta.

—¿Puedes abrirme princesa? —cuestiono colocándome de puntillas—. Amaia sé que estás ahí, cariño. Ábreme, por favor.

Vuelvo a tocar la puerta con mis nudillos un par de veces más.

—Vamos, princesa, dijimos que hablaríamos de todo lo que sucede.

—Tampoco te va a importar si te lo digo o no —responde haciéndome fruncir el ceño.

—¿Cómo que no? Claro que me importa lo que me digas, Amaia. Todo lo que tenga que ver contigo me importa.

Hay silencio por unos segundos hasta que veo como la puerta se abre lentamente y asoma su cabecita por el espacio que deja la puerta entreabierta.

—Eres un mentiroso —espeta.

Me cruzo de brazos mirándole con cara seria pero relajo mis facciones al ver sus ojos cristalizados.

—Amaia, no puedes hablarme así —murmuro con voz suave tratando de no alterarla—. Dime según tú, porque soy un mentiroso.

Se queda callada mirándome fijamente hasta que abre la puerta al completo, se pone enfrente mía cruzándose de brazos con el ceño fruncido.

—Te dije que yo no quiero irme y no te importa, por eso eres un mentiroso —me reprocha dejándome pasmado por un corto tiempo.

—Y tú sabes perfectamente que esto lo hago por tu bien, cariño.

—No, yo quiero quedarme aquí y tú no me escuchas —el labio le tiembla haciendo que se me comprima el pecho—. ¿Puedo quedarme aquí?

—No te pienso dejar sola.

—¡Pero estaré con Leyla! —alza la voz—. Vete tú si quieres pero yo me quiero quedar aquí.

Trata de pasar por mi lado e irse corriendo pero atrapo su cuerpo llevándolo hacia el mío. La coloco enfrente de mí agarrando sus brazos con suavidad para que me mire.

La Musa de mis CancionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora