CAPÍTULO 4: El Chiste

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CAPÍTULO 4

(Astrid)

Acabábamos de sentarnos en las butacas del auditorio junto a muchos otros estudiantes recién regresados de las vacaciones de primavera y, por lo que aparentaba, aún no se habían acostumbrado a la vuelta.

Por ejemplo, el chico sentado al lado mío dormía con la baba colgando, haciendo que me apartara bastante para evitar cualquier contacto desagradable con la mencionada.

- Cámbiame el sitio - le dije a Dylan mientras le veía jugar con el móvil.

- ¿Por qué? - preguntó sin ni siquiera apartar la mirada de la pantallita.

- Para que te hagas amigo de Don Salivón aquí al lado.

- No es mi culpa que hayas venido detrás mía, el que llega antes decide donde sentarse.

Bufé rendida ante su contestación.

- Por favor alumnos, procedan a tomar asiento - habló el jefe de estudios haciendo que una avalancha de adolescentes corrieran a sus respectivos sitios.

Cuando ya estaban todos sentados apareció la directora por detrás de unas cortinas y se acercó al micrófono para seguidamente darle dos toquecitos, y así provocar unos pitidos ensordecedores que hicieron callar todos los murmullos de golpe. También despertó a Don Salivón quien parecía algo desorientado, como si no supiese como había llegado hasta allí.

Sonrió victoriosa por la reacción y comenzó con su discurso.

- Buenos días alumnos. Bienvenidos de nuevo y espero que hayan tanto disfrutado de sus vacaciones como haberse preparado para el retorno al último y más importante trimestre del curso.

Y así fue la cosa durante varios minutos. Habló sobre lo importante que era el futuro, lo mucho que teníamos que esforzarnos ahora si queríamos que nuestro trabajo diese su fruto y bla, bla, bla. Lo de siempre.

- Para finalizar me gustaría que saliera la delegada del último curso para dedicarnos unas palabras -. Al decir esto último se inició un fuerte aplauso de parte de todos los estudiantes, unos muy pocos por el discurso, y la mayoría (por no decir el 99%) aplaudía por el hecho de que hubiese acabado.

Mientras tanto, la delegada de las clases de último año, se subió al escenario provocando varios silbidos de parte de los cabezapenes hormonados que había en la sala.

- Hola buenas, soy Camila Baggot y me voy a dedicar a hablaros un poco sobre cómo he contribuido en mis labores de presidenta.

Sentí un leve codazo proveniente de mi mejor amigo, giré la cabeza para mirarle y le vi gesticulando el puño hacia la boca mientras ésta estaba abierta. Le di un leve codazo acompañado de una carcajada lo suficientemente alta como para captar la atención de la directora, quien se había colocado cerca de nuestra fila.

- Señorita Rosefield ¿Le parece gracioso algo de lo que ha dicho la señorita Baggot? - me dijo haciendo que todo el auditorio se quedara en silencio para escucharme.

Tragué saliva antes de contestar con la primera excusa que se me vino a la mente.

- Es que..., me acababa de acordar de un chiste..., que me contaron hace poco.

- No era un chiste - dijo Dylan en un susurro suficientemente alto como para que solo yo lo escuchase. Sin embargo, aunque la directora no le escuchase, sí que se percató de que había dicho algo. Nos miró a ambos cabreada.

- Señor Wilson, ¿usted también conoce el chiste? - habló cruzándose de brazos queriendo pillarnos en la mentira.

- Emm, puede, seguramente se lo contara yo, soy bastante chistoso - respondió orgulloso.

- ¿Ah sí? Qué bien ¿Podría compartir ese chiste con el resto de los alumnos?

- Claro - dijo algo inseguro ya que parecía ser que en esos momentos no se acordaba de ninguno. Yo me encontraba más preocupada por la cantidad de ojos que se habían posado sobre nosotros. - ¿Qué le dice el tres al treinta?

- No lo sé, dígamelo - le incitó a que siguiera la directora quien en el fondo esperaba que metiese la pata.

- Para ser como yo, tienes que ser sincero (sin cero).

Le miré incrédula debido a lo malo que era, llegándone a replantear incluso nuestra amistad durante un par de segundos. Se oyó alguna que otra carcajada por parte de algunas personas en la sala, lo malo es que una de ellas no era la de la directora.

- Señor Wilson, me parece que-

Pero el sonido de las puertas del auditorio abriéndose la interrumpió. Todos dirigimos nuestras miradas hacia la entrada. Pudimos contemplar a los moteros entrar por ella y quedarse ahí parados al ver la mirada que les dedicaba la directora.

- Llegan tarde.

Los chicos se miraron entre ellos, ligeramente incómodos, menos Harry, quien miraba hacia la directora impasivo y dándola a entender que le daba igual.

- Perdónanos - le dijo -, es que estábamos demasiado ocupados haciendo cualquier cosa cien veces más interesante que esto.

Recibió un leve golpe de parte de Liam quien se había colocado a su lado.

- Discúlpenos, no volverá a pasar - dijo Liam en un intento de rebajar la tensión.

- Eso espero - manifestó a la vez que les invitaba a sentarse en sus asientos con un movimiento de brazo. - Usted no señor Styles - dijo al ver las intenciones de éste de sentarse al igual que los demás -. Tengo que hablar con usted en mi despacho -. Harry soltó un suspiro desinteresado ante sus palabras -. Y vosotros - dijo apuntándonos a Dylan y a mí -. Ya me encargaré de ustedes luego. Por favor proceda - informó dedicándole una sonrisa a Camila.

Y con eso Camila siguió hablando mientras la directora se encaminaba a la salida con Harry detrás. Éste me volvió a mirar durante el rato que tardó en desaparecer tras las puertas.

- Qué carácter tiene esa mujer - habló Dylan a mi lado.

- Ajá - dije casi ignorándole mientras miraba la puerta por la que acababa de salir el chico.

- Astrid - susurró mi nombre sacándome de mi trance.

- Dime - contesté posando mi vista en él.

- ¿Estás bien? Te noto algo distraída hoy - me preguntó con tono preocupado.

- No, estoy bien, cansada, nada más. La vuelta a clase no me ha sentado muy bien.

- Ni a ti ni a nadie.

- Oye, ¿qué crees que nos va a decir la directora? - dije cambiando de tema.

- No sé, espero que se le olvide porque si no mi madre me va a echar una bronca bien buena.

- Es verdad - dije en tono de queja -. Mi madre no puede enterarse de esto o me echará uno de sus sermones. Tengo que convencer a la directora de que no me castigue.

- También le puedes pedir a tu gran amiga Camila que te haga el gran favor de hacerle un trabajillo - dijo riéndose. Le di un golpe en el hombro. - Se te está haciendo costumbre esto de pegarme.

- Porque te lo mereces, por tonto.

- Porque me quieres.

- No, por tonto.

- Por amor.

- ¿Te ha parecido ese golpe amoroso? Porque te lo puedo volver a dar para que lo comprobemos - dije levantando el puño.

- No, no hace falta - dijo alzando las manos rendido

- Ya me parecía a mi - dije sonriendo victoriosa.

No dijimos nada más durante unos segundos.

- Pero me quieres.

Y le pegué.

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Doble Identidad (H.S)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora