CAPÍTULO 23: El Accidente

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CAPÍTULO 23

(Astrid)

El agua ya estaba lo suficientemente caliente, así que me coloqué bajo ella después de dejar la toalla colgada a un lado. Dejé que mojara mi pelo, cayendo por el resto de mi cuerpo. El contacto ardía, pero no era porque el agua estuviera demasiado caliente sino por el contraste de mi cuerpo helado por la lluvia con el agua de la ducha.

Harry se estaba portando demasiado bien conmigo, tanto que me extrañaba. Pero daba igual, lo importante era que..., lo había hecho y sin preguntarme por qué me encontraba debajo de un árbol en la lluvia.

— Dios..., qué vergüenza — me dije a mi misma.

Lo cual me llevó a pensar en la razón de mi escapada. Se me volvió a crear un nudo en el estómago solo de pensarlo. Era una impotencia constante. No sabía por qué pero me sentía hasta humillada. Me acordé de cada una de las palabras de mi madre y de la forma en la que le había echado a Louis toda la culpa.

Comencé a llorar. Si solo supiese lo que de verdad pasó aquel día del accidente, no habría encontrado razón para culparle de nada. Le habría mandado irse por cualquier otro motivo, pero no le habría dicho que era una mala influencia para mí y que cada vez que estaba cerca de él salía herida. No le habría atacado de esa manera. 

Le echaba tanto de menos..., odiaba la situación en la que estaba viviendo en ese momento. No podía esperar a acabar ese curso y cumplir los 18 para marcharme de ahí. Empezar de cero, y tener la oportunidad de decidir quién quiero ser.  

Pero..., ¿quién quería ser realmente?

— Astrid, ¿estás bien? — oí la voz de Harry al otro lado de la puerta.

— Sí, sí, ahora salgo — dije con voz rota. Esperaba que no lo hubiese notado.

Rápidamente me aclaré el pelo y cogí la toalla para envolverla alrededor de mi cuerpo después de cerrar el agua. Me posicioné delante del espejo empañado y pasé la mano por él para ver mi reflejo.

Me puse las gafas ya que, a menos que me acercara, no veía muy bien, y me observé: mi pelo mojado, mis mejillas rojas por el calor, mis ojos rojos y más claros debido a las lágrimas, y mis labios temblorosos por lo que estaba sintiendo en aquel momento.

Me quité las gafas y las sostuve entre mis dedos mientras ponía mi otra mano sobre mi frente, aguantando las lágrimas intentando no llorar. Odiaba mi vida, odiaba tener que ocultarme, tener que mentir, que callarme. Lo odiaba.

En un arrebato de furia, grité de la impotencia y lancé las gafas al suelo con una fuerza que ni sabía que tenía. Oí cómo se rompían pero no supe hacer otra cosa más que llorar. Cerré los ojos y caí de rodillas mientras me abrazaba a mí misma. La puerta se abrió pero no me molesté en moverme.

Noté como se agachaba y se posicionaba delante mía.

— Astrid ¿qué te ocurre? — preguntó preocupado pero calmado a la vez aún encontrándome en aquella situación. Me envolvió en un abrazo, sosteniendo mi cabeza contra su hombro. No había abierto los ojos todavía.

— Lo siento, no quería causarte ningún problema — dije con la voz rota contra la tela de su camiseta. 

— Ni se te ocurra decir eso — dijo apartándose y obligándome a que le mirara.

— Es lo que siento Harry — dije al borde de más lágrimas —. Da igual lo que haga, nunca voy a contentar a nadie sin hacerme miserable a mí misma. Y hay veces que ni eso basta. — Le miré intentando fijarme en el verde de su mirada —. Me siento como una mierda. — Y seguí con la vista fija en sus ojos, intentando formular palabras entre sollozos y sollozo.

Doble Identidad (H.S)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora