Capítulo 4.

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Como si lo hubiese invitado, entró y se quitó los audífonos mientras tiraba una carpeta blanca en la mesa. Lo miré confundida, ¿qué rayos hacía en mi casa?

—Esperaba otra bienvenida —comentó observando todo el lugar.

Bufé pero entonces recordé que solo llevaba puesto un camisón que me llegaba a mitad de muslo y que me acababa de levantar lo que significaba que de seguro parecía una leona.

—Repito la pregunta, ¿qué haces aquí? —pregunté amarrándome el cabello. Caminé hacia él y me señaló la carpeta que había tirado en la mesa. Con el ceño fruncido la tomé entre mis manos y leí el contenido pero ni aun así entendí de que se trataba—. ¿Qué es esto?

—Léelo —añadió comiendo un banano que había cogido de mi frutero.

¿A qué venía todo eso? Lo observé detenidamente, estaba sudado lo que daba a entender que había estado haciendo ejercicios.

—Ya lo hice Justin —le dije suspirando—. Ve al grano y di qué estás haciendo aquí.

Tiré la carpeta en la mesa y me crucé de brazos esperando impacientemente por una explicación.

—Es tu carta de renuncia —dijo como si nada.

Mi ceño se contrajo, ¿qué demonios? Al menos que haya perdido la memoria no recuerdo haber solicitado mi retiro. Di un paso hacia atrás pero un fuerte mareo hizo detenerme, puse una mano en la mesa como apoyo y cerré los ojos hasta que el malestar se pasó.

Y justo en ese momento le presté atención al fuerte dolor de cabeza que amenazaba con matarme.

—No estoy entendiendo nada.

Abrí y cerré los ojos varias veces hasta que el mareo se esfumó, entonces ahí si pude volverme hacia Justin y le regalarle mi mejor mirada de muerte.

¿A qué jugaba él?

—Quiero que renuncies —espetó como si tal cosa.

Mis ojos se abrieron como platos y me atraganté con mi propia saliva. Joder, ahora sí me llevaba la que me trajo, ¿renunciar? ¿yo?

—¿Quieres? Y ¿qué hay de mí? —pregunté con incredulidad.

Me apoyé en la isla de la cocina ya que eso era mucha información para que mi pobre cerebro procesara.

Él puso los ojos en blanco.

—Mira, si yo te echo salgo perdiendo, ¿por qué? Simple, porque esto —plantó en mis narices el contrato y señaló con el índice un párrafo. Entrecerré los ojos para ver algo, sin embargo, la letra era muy pequeña—... dice que tendré que pagarte una suma de dinero como indemnización, ¿ahora si entiendes?

—Aguarda un momento. ¿Quieres que renuncie porque si tú me echas, que es lo que quieres hacer, tendrías que darme una cantidad de dinero?

Su sonrisa me dio a entender que había dado en el anzuelo. Volví a abrir la boca estando completamente en shock; definitivamente sin palabras.

—Por fin captas.

Su dedo índice aterrizó en mi frente dando leves golpecitos, y de un momento a otro mi asombro se convirtió en ira.

Al diablo con lo que él quisiera, no renunciaré solo porque le caiga mal.

—Dos cosas Justin. Una: no renunciaré porque tú me lo pides. Y dos: vete de mi casa —caminé hacia la puerta y la abrí—. ¿Qué esperas? ¡Chao! ¡te vi! ¡adiós! ¡esfúmate!

Mientras caminaba hacia la puerta su mirada segura se encontró con la mía dejándome muy en claro que más tarde me arrepentiría por mi decisión.

Una belieber: una bailarina [Sin editar]Where stories live. Discover now