Capítulo 44. «Capítulo final»

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—Justin… por favor, di lo que tengas que decir —le pedí tras pasar unos minutos en silencio.


Él se sentó en un taburete enfrente de mí y se dedicó a observarme. Por unos segundos le sostuve la mirada pero cuando sentía que mis defensas empezaban a caer y mi decisión a resquebrajarse, la alejé y clavé mis ojos en la puerta que daba al patio trasero.


—Alexha… yo…


El sonido del teléfono no permitió que siguiera hablando. Ambos miramos el aparato y cuando me disponía a cogerlo Justin se me adelantó. Observé como discutía con quién sea que estuviera del otro lado de la línea y al colgar me miró con dolor en los ojos.


Enseguida comprendí lo que quiso decirme. Decepcionada me levanté y salí de allí mientras sentía que las lágrimas empezaban a caer de nuevo. Una vez más sentía el dolor de perder a alguien a quien amo, pero ésta vez el dolor se duplicaba.


Incapaz de poder seguir ocultando lo que sentía me dejé caer en suelo del pasillo a medida que lloraba y lloraba.


Y todo empeoró cuando escuché a la puerta principal ser cerrada.


Lo había dicho muchas veces, no obstante, ésta era la oficial: lo había perdido para siempre.


Y así pasaron los siguientes días.


Justin no había aparecido y todo estaba preparado para mi viaje. A través de toda la angustia de nuestra ruptura, estaba feliz por volver a ver a mi familia.


Miré el reloj. Eran las siete de la noche y el avión despegaría a las ocho. No me había ido porque tenía la esperanza que él aparecería, a pesar de todo me moría por despedirme.

Cinco minutos después estaba en la puerta con la maleta en la mano, me quedé de pie observando la casa.


Dios… en ella habían sucedido tantas cosas, las lágrimas, los tratos que él me daba al principio, pero después llegó esa luz de la que todos hablan y todo había sido sonrisas y felicidad. Lástima que no nos duró mucho porque ese fue el mejor mes de mi vida.


Sabía que no podía retrasar lo inevitable así que sin esperar más cerré la puerta y me subí en el taxi. En el camino al aeropuerto no pude hacer más que mirar por la ventana y llorar.


A las ocho con dos minutos llamaron para abordar el vuelo con destino a Colombia. El alma me cayó a los pies al comprender que me marchaba para siempre y que no alcancé a despedirme de él.


Miré hacia atrás una última vez.


Él nunca apareció.



—Alexha, Alexha…


Aquella voz hizo que despertara. Poco a poco abrí los ojos y bostecé antes de voltearme hacia la anciana con quien me la había pasado conversando la mayoría del viaje.

Una belieber: una bailarina [Sin editar]Where stories live. Discover now