Capítulo veinte.

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Cerré los ojos mientras apretaba la mano de Justin con más fuerza. Aunque los dolores habían cesado el horrible pensamiento de haber perdido a mi bebé seguía en mi mente rompiendo mi alma en mil pedazos. Justin tuvo que haber notado mi angustia ya que me dio un beso en la frente y me susurró al oído que todo iba a estar bien. Quería creerle, pero era imposible al recordar lo agonizante que habían sido los dolores. Pude ver como nuestra relación se destruiría cuando nos dieran la noticia de que había perdido el bebé, nuestro hijo, ese que habíamos hecho con amor y que era una parte de los dos.

—El bebé está bien, Alexha —dijo Andrés con calma.

Abrí los ojos con incredulidad, y pude sentir como cada célula de mi ser respiraba aliviada. Sonreí pero fue una sonrisa débil, justo ahora empezaba a sentirme muy cansada y podía percibir que algo no iba bien.

—Entonces ¿por qué los dolores? —preguntó Justin, aunque no lo estaba viendo sabía que estaba fruncido el ceño.

Me moví un poco luchando contra el impulso de cerrar los ojos y dormir.

—Indiscutibelmente aquellos dolores no son nada normal en una mujer embarazada, pero todo parece ir excelente —el doctor se movió en su silla, sacó un papel que salía de la enorme máquina de ecografías y me lo tendió con una sonrisa—. Estás de cuatro semanas.

La tensión dejó mis hombros, eso quería decir que no estaba embarazada cuando estaba de gira. Observé con ternura la foto de la ecografía en mi mano, no entendía ni veía absolutamente nada pero el saber que esa era la foto de mi pequeño bebé hizo que los ojos se me llenaran de lágrimas.

—Lo que si recomendaría —siguió Andrés viéndome con una sonrisa—, es que Alexha esté en absoluto reposo, al menos durante los primeros meses, no puede viajar, no movimientos pesados ni esfuerzos y lo más importante y doloroso no relaciones sexuales.

Eso pareció despertar el interés de Justin quien se había mantenido callado y quieto. Rodé los ojos.

—¿¡Cómo!?

Andrés se echó a reír.

—Supongo que dos o tres semanas de abstinencia no lo hacen mal a nadie. Todo sea porque el bebé esté bien.

Miré a Justin con diversión, él en realidad parecía estar pasándola mal.

—¿Algo más? —pregunté impaciente, quería irme a casa.

—Sí, comida totalmente saludable, tu nivel de azúcar se encuentra un poco bajo así que tendrás que comer todas las comidas sin excepciones, te recomiendo muchos los vegetales y las frutas. Y lo que no puede faltar el calcio.

De inmediato me entraron ganas de vomitar, odiaba el sulfato ferroso con mi vida, desde pequeña había sentido una gran aberración por las vitaminas. Hice una mueca.

—¿En serio? —me quejé haciendo pucheros—. Esas vitaminas son tan horribles.

Justin me dio una mirada de advertencia pero la ignoré. Él no tenía derecho a decir nada cuando estaba preocupado por el sexo.

—No te lo discutiré, pero esas vitaminas son esencial en el embarazo.

Asentí a regañadientes. Tres horas después estaba siendo sacada en una estúpida silla de ruedas por la parte de atrás de la clínica, ya que la puerta estaba llena de paparazzis. Estaba comportándome como una niña mimada, pero me parecía totalmente ilógico que me transportaran en esa cosa con ruedas cuando tenía dos piernas en perfecto estado. Justin pasó riéndose todo el camino a casa, Dios sabrá porqué, pero intenté ignorar su felicidad cuando apoyé la cabeza en su hombro mientras que poco a poco me quedaba dormida.

Una belieber: una bailarina [Sin editar]Where stories live. Discover now