Capítulo 19.

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Observé el cielo atentamente, la luna estaba en toda su majestuosidad acompañada de miles de estrellas que a su vez adornaban e iluminaban el oscuro cielo, cerré los ojos dejándome arropar por la tranquilidad que emitía la suave brisa helada de la noche. El otoño ya caía sobre Atlanta; sin duda alguna, mi estación favorita.

De nuevo, me replanteé todo lo sucedido en el día, aún no me cabía en la cabeza lo de empezar de cero con Justin: era algo surrealista. Y de repente me sentí patética al haberme quedado aquí de píe (aún atontada) por un simple beso en la mejilla. Vale que el tipo era el autentico baja bragas pero tampoco era para tanto.

«Hey, tía, estás hablando de Justin Bieber, no seas bruta. Ese tipo pone a una chica cachonda con tan solo tirarse un pedo delante de ella», recriminó la vocesilla de mi cabeza.

Reí para mis adentros y finalmente decidí irme a mi habitación que en teoría era lo que iba a hacer antes de que viera a Justin en el balcón.

Pensé que al estar en la seguridad de mis cobijas las dudas se disiparían de mi cabeza, pero no fue así, en cambio me planteé la idea de que tal vez las cosas no funcionarían: no es fácil olvidar todo así porque sí. Y aún no tenía una justificación clara del porqué de su trato hacia mi, aunque pensándolo bien, ninguna excusa o justificación sería suficiente.

Pero... también está el hecho de que errar es algo común en la vida humana y eso fue lo que él hizo, ¿no? Y todos merecemos ser perdonados. O algo así.

Tan sólo espero y anhelo que Justin no la vuelva a cagar y que hagamos todo lo posible por llevar las fiestas en paz. O de lo contrario volveríamos al comienzo, y retroceder no está entre mis opciones.

* * * * * * *

En los altavoces de mi habitación sonaba I knew you were trouble de Taylor Swift llenando el ambiente de alegría y dejando el silencio de hace unos segundos atrás, abrí la ventana y observé los incontables arboles que se cernían sobre el jardín trasero, la tarde simplemente era perfecta, una típica de otoño.

Las hojas naranjas con un toque amarillento abandonaban los que por meses quizá había sido su único hogar para caer en el suelo y adornarlo haciéndolo lucir más que maravilloso; la brisa estaba helada, demasiado helado para mí que soy friolenta.

Inconscientemente sonreí y respiré el aire puro llenando mis pulmones hasta el tope. Hoy me sentía diferente, tal vez renovada o no sé, no podía encontrarle un nombre a lo que sentía.

Sólo era algo especial.

Cerré la ventana y apagué el iPod haciendo que el silencio se instalase de nuevo a mi alrededor, sin embargo ni eso consiguió que mi ánimo decayera. Al bajar las escaleras observé que los pequeños le hacían cosquillas a Justin al aparecer torturándolo por algo.

-¿Qué hacen? -pregunté y me acerqué a ellos. La pregunta sobraba, lo sé.

Miré como Justin se retorcía en el sofá mientras se reía a carcajada limpia y me senté en el sillón que estaba frente a ellos, empecé a reír debido a qué la risa de Justin era muy contagiosa. Y verlo reír con tantas ganas era la gloria pura.

-Justin no nos quiere llevar a pasear -respondió Jazmín haciéndole esta vez cosquillas en la panza-. Por eso le hacemos cosquillas hasta que acepte ir.

Rodé los ojos divertida.

-También lo puedes chantajear diciéndole que llorarás a todo pulmón hasta explotarle los tímpanos si no te lleva. Esa aveces suele ser más eficaz -comenté y agarré la bolsa de galletas que estaba sobre la mesa.

Una belieber: una bailarina [Sin editar]Onde histórias criam vida. Descubra agora