Capítulo 31.

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—No seas ridículo —solté un bufido y me senté en la orilla de la cama con la cabeza entre las manos.

Necesitaba una aspirina.

—De una vez te aviso que no irás a ninguna parte.

De forma inmediata alcé la cabeza no entendiendo a qué se refería, el movimiento fue tan brusco que provocó que mi cabeza palpitara.

—¿Lo de no dejarme salir iba en serio? —pregunté con la boca abierta.

Él levantó la mano en donde tenía una llave, a lo primero fruncí el ceño no entendiendo nada, pero después de unos segundos todo se fue aclarando.

—No estás pensando en encerrarme, ¿cierto?

El miedo me invadió, no había duda alguna: desconocía quien era Justin Bieber.

Traté de abalanzarme hacia la puerta pero él ya la había cerrado, moví el picaporte con desesperación viendo como este no cedía. Rendida, me dejé caer en el piso, ni siquiera tenía lágrimas que derramar, esa vez no le daría pelea, estaba muy cansada.

Desde que había llegado a su casa mi alimentación había decaído y mi metabolismo estaba pasándome factura. No solo me sentía agotada sino que también me mareaba en cualquier lugar.

Cerré los ojos y apoyé la cabeza contra la pared mientras me llevaba las rodillas al pecho en posición fetal.

No podría describir lo que sentía en ese momento, solo me sentía vacía y sin ninguna emoción.

Ya no sentía nada y eso era gracias a Justin Bieber.

******

No sabía en qué momento me había dormido, cuando me levanté tenía el trasero entumecido y el cuello me dolía a horrores. Un ruido me sobresaltó, era la puerta siendo azotada, después se escucharon varios murmullos y por consiguiente encendieron el estéreo a todo volumen.

La música retumbó por las paredes concentrándose en mi cabeza palpitante. Pisadas se sintieron y luego gritos eufóricos.

Me levanté del suelo y me acosté en la cama tratando de ignorar la fiesta de abajo.

No había pasado mucho tiempo desde que me quedé dormida cuando abrieron la puerta del dormitorio, levanté un poco la cabeza tratando de ver a la persona que había irrumpido, fue imposible ya que la habitación estaba a oscuras y la ventana se encontraba cerrada.

—¿Justin? —pregunté creyendo que se trataba de él.

Pero no. Era Roberth.

La piel se me puso de gallina, el siempre había provocado esa reacción en mí, la forma en como me miraba me hacía sentir incómoda y temerosa.

Con desconfianza me incorporé hasta que estuve sentada en la orilla de la cama. Él solo me miraba lo que me ponía aun mas incómoda.

—¿Qué estás haciendo aquí? —traté de sonar segura pero la voz me salió temblorosa.

Avanzó unos pasos, parecía un acechador a punto de cazar a su próxima víctima. No entendía sus intenciones hasta que encendí la luz y vi la mirada en sus ojos. Por acto reflejo corrí hacia la puerta.

Estaba a punto de llegar a ella cuando él me sostuvo desde atrás impidiendo que escapara, pataleé tratando de soltarme de sus brazos mientras gritaba. Sabía que era imposible que alguien me escuchara con toda esa bulla.

Las lágrimas se desbordaron de mis ojos cuando recuerdos no tan gratos llegaron a mí, odiaba que me mantuvieran contra mi voluntad, cerré los ojos mientras cortos acontecimientos llegaban a mi mente. Necesitaba a Justin en ese momento, al diablo con lo de cada quien por su camino, necesitaba que él me salvara de lo que estaba a punto de pasar.

Después de unos minutos, finalmente me rendí, estaba sin energías para seguir luchando. Él me tiró en la cama, se sentó a ahorcadas sobre mí y llevó una mano a mi boca para impedir que gritara más.

Volví a cerrar los ojos cuando empezó a besarme el cuello, todo parecía un mal sueño del cual quería despertar rápido, moví mis muñecas tratando de librarlas de su agarre.

Todo era en vano, cada grito, cada suplica, cada lágrima, cada golpe, cada respiración… eso solo aumentaba sus ganas.

Las palabras sucias de su parte provocaban una hoguera en mi interior, me sentía como una muñeca a la cual él manejaba a su antojo.

Sentía sus manos por todo mi cuerpo, aunque tenía toda mi ropa me sentía totalmente desnuda bajo suyo. Hice otro intento de soltarme y eso provocó que apretara con mas fuerza la mano que estaba alrededor de mis muñecas.

Todo desapareció, el ruido, las voces, la música, solo podía sentir sus manos acariciarme.

Abrí los ojos cuando no sentí su peso encima, Stefan, un amigo de Justin había irrumpido en el dormitorio y lo había quitado de encima mío.

Sin saber que hacía me levanté de un salto y me refugié en sus brazos. Necesitaba poner una gran distancia entre Roberth y yo.

—¿¡En qué mierda estabas pensado, Roberth!? —gritó mientras me abrazaba.

Aunque no quería que nadie me tocara me dejé abrazar mientras seguía llorando.

—Vamos, Stefan. Ella es una zorra y eso es lo que quiere —le respondió con petulancia.

Pasé la manga del suéter que llevaba por mis ojos para secar las lágrimas y me separé un poco de Stefan mientras me volteaba hacia Roberth.

—Eres un maldito —le espeté con todo el odio que podía.

—¿Qué está pasando aquí?

Los tres volteamos hacia la puerta. Justin estaba ahí cruzado de brazos y con cara de pocos amigos.

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Hola babes.
Este capítulo lo iba a subir hasta mañana pero ajá, no las quise hacer esperar.
Les quiero pedir un favor.
¿Pueden leer nuevamente el prólogo? Es que lo acabo de editar y quiero saber sus opiniones.
¿Pueden creer lo que hizo Justin? ¡La encerró! ¡La encerró! Y para el colmo viene el maldito de Roberth y trata de violarla. Dios, ¿qué le pasa a esos hombres? ¿acaso nacieron con una caja en vez de un corazón?
¡Besos!

Una belieber: una bailarina [Sin editar]Where stories live. Discover now