Capítulo 2: Algo inquietante

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Entro a casa después de despedirme de Sonnet. El frío sigue presente, es tarde y mis padres no han llegado. Camino a la cocina para lavar los platos, antes de que ellos vengan.

Siento el agua en mis manos conforme veo por la ventana, hacia las tres casas que se encuentran frente a la mía. Hay una diagonal hacia la derecha, en donde vive una viejita. Hay otra justo al otro lado de la calle, en donde vive mi vecina de quince años, Quinn, a quien no he visto en algunos días. A la diagonal izquierda vive un hombre de unos cuarenta años.

Escucho los grillos sonar en la oscuridad, el vecindario es realmente tranquilo a estas horas de la noche, y más cuando no están mis padres discutiendo sobre sus cuentas pendientes, o cuando Quinn no anda viendo películas románticas a todo volumen.

De la oscura calle observo dos figuras acercándose lentamente. Frunzo el ceño, hasta que logro definirlas. Son los padres de Quinn, y están caminando hacia mi hogar. No me saludan por la ventana, a como siempre han hecho. Noto una expresión de angustia en sus caras... Me quito los audífonos, me seco las manos y camino hacia la puerta al escuchar que llaman.

—Buenas noches —digo algo inquieta—. ¿Cómo están?

—¿Podemos pasar? —pregunta en seco la madre de Quinn, una señora rubia y de facciones cansadas.

—Sí señora. Mis padres no se encuentran —menciono, por si acaso es con ellos con quienes desean hablar.

—No importa —dice ella, ambos entran. Caminamos hacia la sala, donde hay unos sillones de color café muy cómodos. Recojo el desorden de los papeles antes de que los vean.

—¿Quieren tomar algo? —pregunto, terminando de acomodar.

—No, gracias. —Él es un señor de cabello café y ojos verdes. Es fornido y al igual que su esposa empiezo a notar que está muy desanimado—. Venimos porque no encontramos a Quinn.

—¿A qué se refieren? ¿No regresa a casa? —pregunto preocupada, sentándome frente a ellos.

—No ha regresado desde hace dos días —revela él angustiado.

—¿Ya preguntaron en la secundaria? ¿A sus amigas? —cuestiono intrigada.

—Hablamos con todos, nadie sabe nada. Simplemente se esfumó... —dice su madre con ojos vidriosos—. Hablamos a la policía desde el primer día que no llegó.

—Sabemos que a veces hablas con ella. —Su padre levanta la mirada.

—Sí, pero cuando ella regresa a casa y yo salgo hacia la universidad. Las únicas veces que nos vemos es cuando estamos por entrar o salir de casa —explico algo desanimada.

—Sus amigas dicen que no ha ido a estudiar hace dos semanas —dice su madre—. ¿Sabes algo sobre esto?

—No la he visto desde el mismo tiempo —aseguro—. En la última conversación que tuvimos, ella estaba planeando a ver a alguien, no me quiso decir a quién, pero se veía feliz...

—Alguien... —Su padre pone la mano en las de su madre.

—Lo siento, no sé nada más respecto al tema. —Pienso preocupada, mordiendo mi labio con intriga.

Ambos se levantan, caminando hacia la salida. Sé que les invade un torbellino de emociones. El miedo, enojo, tristeza... yo también estaría así en esos momentos de angustia tan terribles.

—Buenas noches. Si puedo ayudar con lo que sea, no duden en avisarme. Estaré al tanto —digo honestamente.

—Gracias, Lyra. —Su madre está casi llorando, pero ni una lágrima cae por sus ojos. Al parecer las ha gastado todas, y ahora busca una solución en medio de la desolada realidad.

El Desfile Macabro (#1 ¡EN FÍSICO YA!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora