Capítulo 31: Límites

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—¿Para qué me llamas? —cuestiona Julie cortante.

—Hola... sé que pasó mucho antes, pero necesito ayuda ahora —explico, tratándola con mucho cuidado.

—Entonces los rumores deben ser ciertos. —Ella ríe—. ¿Qué te hace pensar que te ayudaré luego de que me dejaras botada como a un perro?

—Perdón —digo con voz temblorosa. Es la única opción que tengo de salvarme de esta—. Te pido que me perdones, por favor.

—Ya veremos. Ven al almacén y hablaremos. —Cuelga.

De inmediato dudo sobre esa decisión. Puede que sea una trampa, y está llamando a la policía en este momento. Un escalofrío recorre todo mi cuerpo... pero no importa, no tengo otra opción.

Manejo hacia el almacén de Julie. La conocí en las calles de la Ciudad Onírica. Una Onírica muy influyente, inteligente, hermosa y talentosa para los negocios. En cierto punto llegó a atraerme, y empezamos a salir.

No tenía familia, solo a su padre, quien, según escuché, murió en un conflicto con los Desvaríos, unos estúpidos parásitos que han intentado tomar el control del negocio de la cocaína en nuestra ciudad. Él le heredó un viejo almacén, en el que se guardaban productos alimenticios para las distribuidoras de los supermercados de la ciudad.

Consumíamos cocaína juntos en el almacén, en aquellas tardes de verano, en las que nos sentíamos libres y podíamos andar desnudos, fumando, y disfrutando de una vieja piscina que construyó con el dinero que había sobrado de la herencia. Aquellos tiempos de euforia terminaron una tarde, en la que estábamos comprando cocaína, y la policía llegó.

No pude ayudarle, llevarla conmigo... o me capturarían a mí también. Escapé, y ella pasó algunos meses en la cárcel. Ella cortó la comunicación conmigo, y pasó cierto tiempo. Habíamos cortado completamente, y solo sabíamos noticias del otro a través de Jerry, nuestro amigo en común. Hubo un tiempo en el que éramos muy unidos, pero en este mundo de incongruencias... no se puede confiar mucho en el entorno.

Me estoy acercando. El terreno está vacío a los alrededores, y el edificio es muy grande. Sé que tiene un sótano en una parte, es uno pequeño, pero es un lugar en el que podría habitar perfectamente. Ahí habíamos pasado Julie y yo algunos días, en aquellos tiempos.

Ella sale. Está radiante como siempre. Es de mi estatura, cabello hasta la cintura, de color rojo. Piel negra, y labios hermosos. Sus ojos negros observan a los alrededores, y al verme a los ojos, no puede evitar una pequeña sonrisa.

—Al fin vienes. —Saluda.

—Julie. —Sonrío—. Me alegra verte así de bien.

—¿Cuál es tu plan? —cuestiona—. No voy a meter a una secuestrada sin saber qué vas a hacer. Habla.

—Estoy concursando en un desfile en el que tengo que meter a Lyra; así se llama ella —explico, señalando el auto.

—Ajam... —Pone su mano en su mandíbula—. ¿Y?

—Necesito cambiarle el cuerpo —elaboro—. Todavía no sé de qué manera lo haré, pero no la voy a matar, eso tenlo por seguro.

—¿Y qué me darás a cambio? —pregunta, viéndome directo a los ojos.

—Lo que pidas, lo que sea —ruego—. Solo necesito que me dejes estar aquí un tiempo.

—Luego se me ocurrirá algo... —dice. Chasquea la lengua—. Está bien, pero si algo sucede... tú estuviste ahí, sin mi permiso, todo el tiempo.

—¡Claro que sí! ¡Tienes mi promesa! Sé que para este punto no vale mucho, pero he cambiado... lo prometo. —Sostengo su mano, le doy un beso en la parte trasera de la misma.

El Desfile Macabro (#1 ¡EN FÍSICO YA!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora