Capítulo 44: Los monstruos sí existen...

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Estaba solo en mi auto. Le escribí a Sonnet, ya era de noche y estaba algo preocupado; no me escribió sobre su estado desde que lo vi en la mañana, cuando le había pedido estrictamente que lo hiciera.

No me contestó en las próximas dos horas. Decidí llegar a su casa, para revisar que todo estuviera en orden. Llamé a la puerta, y su madre abrió.

—Buenas noches. Soy el agente especial Steiner, de la policía Onírica —saludé.

—¿Sí? ¿En qué le puedo ayudar? —consultó ella atenta. Era una señora que se veía muy elegante, amigable, y con una mirada terriblemente triste.

—Estoy buscando a Sonnet. ¿Él se encuentra aquí? Es sobre el caso de Lyra. Él me está ayudando —expliqué.

—¡Sonnet! —gritó, asomándose hacia los adentros. No hubo respuesta—. Espere un momento. ¿Sí?

—Claro. —Ella se adentró en la casa, hacia el dormitorio de Sonnet. Regresó en un minuto.

—Él no se encuentra aquí. Debe estar con su novia, Serina —concluyó—. Cuando regrese le avisaré que vino a buscarle.

—¿Me puede dar la dirección de Serina? Necesito hablar con él de manera urgente, y no atiende el teléfono —elaboré.

—Claro. —Ella la dijo, y la apunté en el celular—. Sonnet... no está en problemas. ¿Verdad?

—No señora. Como dije, me está ayudando con el caso. Gracias, buenas noches. —Me retiré.

—Con gusto... —dijo a la lejanía, con la misma expresión tenue de dolor—. Espero que mi hijo pueda ayudar.

Conducía a casa de Serina. La luna estaba llena, iluminando las calles de color azulado. El viento soplaba suavemente y el sonido de los grillos se hizo presente, junto con el de las hojas de los árboles meciéndose de vez en cuando.

Las calles del vecindario de Serina estaban muy calladas. Me estacioné frente a su casa, la cual tenía la puerta abierta. Mis pasos eran lo único que se escuchaba a los alrededores, y el ambiente desde afuera se podía sentir oscuro, de cierta manera. No había luces encendidas.

Caminé hacia la puerta. Encendí mi linterna y me mantuve en la entrada, atento.

—Soy el agente especial Steiner —anuncié—. ¿Se encuentra alguien aquí?

Un silencio contundente dominó la escena. Encendí las luces de la sala.

Había algunas huellas de pies en el suelo, en los sillones, y huellas con manos de sangre en las paredes. Era una escena sumamente tétrica. La preocupación se hizo presente, e iba creciendo con cada detalle encontrado.

—Solicito refuerzos —pedí por la radio—. Mi ubicación es...

—¿Steiner? —habló Robert—. Lo siento, todos los policías se encuentran ocupados. Hay otro pleito entre los Oníricos y Desvaríos. Yo tengo que ir a una emergencia también. ¿Puedes hacerlo solo esta vez? Gracias, hablamos más tarde—. Él se retiró.

Saqué mi arma de inmediato, apuntando hacia el frente. Se suponía que la tuviera apuntando hacia arriba, pero en caso de encontrar a un asesino, no pensaría dos veces en reaccionar.

Caminé por toda la casa. Había huellas llenas de tierra y sangre por doquier. Estaban secas... ¿Hacía cuánto sucedió el altercado?

—¿Serina? —pregunté—. ¿Sonnet?

No hubo respuesta.

Había unas escaleras que llevaban al segundo piso. Estaban llenas de las mismas huellas.

El Desfile Macabro (#1 ¡EN FÍSICO YA!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora