Capítulo 48: Una dieta extraordinaria

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Actualidad...

***Sonnet***

Desperté al escuchar la puerta de la sala negra abrirse. Era Tricia.

—Buenos días —habló, abriendo las cortinas—. ¿Listo para empezar hoy?

—Sí... —afirmé levantándome. Miré la hora, eran las cinco de la mañana.

—Vamos a empezar bien. —Sonrió—. Hoy te enseñaré el resto de la casa.

Empezamos a caminar. Llegamos al cuarto blanco. Había algo nuevo, o tal vez no lo había visto antes. Era un termómetro eléctrico que medía los grados Celsius. También había aire acondicionado.

—La temperatura de este dormitorio siempre tiene que estar entre los veinte y veinticuatro grados —explicó—. Para que no se arruine nada. Por eso, procura cerrar las puertas luego de abrirlas.

—¿Qué es lo que me van a hacer? —cuestioné.

—No te puedo decir todavía —aclaró—. ¿Tienes hambre?

—Sí —contesté.

—Bien. Vamos a la cocina, necesito que me ayudes a cargar varias cosas. —Abrió la puerta que me hizo prometer no abrir—. Nunca vengas solo. ¿Entendido?

—Está bien. —La intriga empezaba a aumentar. Estábamos en un tipo de mansión—. ¿Qué es este lugar?

—Es la mansión Desvaría. Aquí nos reunimos a veces. El líder de los Desvaríos la compró hace unos años, es un lugar en donde puede venir quien no tenga a dónde ir, y el lugar en donde yo, personalmente, me he refugiado en algunos tiempos difíciles —explicó caminando por los pasillos.

—¿Quién es él? El líder —cuestioné.

—Por el momento no se encuentra en la ciudad, pero después vendrá —habló Tricia—. Es un hombre de bien, dentro de lo que cabe el bien... claro.

La mansión tenía columnas de maderas finísimas y estaba muy ordenada. Caminamos hacia la cocina. Era enorme y con piezas distinguidas de mármol.

—Lleva esa mesa a la habitación —pidió. Era una mesa metálica transportable, que se doblaba a la mitad—. No intentarás escapar... ¿o sí?

—No... —afirmé—. Está bien.

Llevé la mesa a la habitación blanca y regresé. Tricia tenía dos manzanas verdes en sus manos.

—Toma —dijo, dándome una—. A partir de ahora comerás saludable.

—Gracias. —La tomé y empecé a comer. Ella se sentó en una mesa de mármol, y yo en la silla.

—Bucker y Jael se encuentran distribuyendo. Vendrán más tarde. —Explicó, moviendo sus piernas pendiendo. Mordió la manzana. Un sonido crujiente hizo eco en la mansión... el silencio era intenso. No había absolutamente nadie.

—Está bien —dije, sintiendo el vacío de la mansión, de mis sentimientos... el silencio de la mañana, el frío.

—Vamos. —Tricia cargaba dos bolsas. Una tenía una licuadora y vegetales, y la otra tenía manzanas.

Caminamos hacia la habitación blanca y pusimos todo en la mesa. Tricia revisó su celular.

—Oh, el doctor ya viene. Tienes que sentarte ahí —habló.

—¿Eh? ¿Qué doctor? —cuestioné asustado.

—El doctor Ángelo. ¿Qué piensas? Necesitamos a un profesional si queremos que todo salga bien —explicó—. Ven, siéntate.

El Desfile Macabro (#1 ¡EN FÍSICO YA!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora