Capítulo 67: Quebrantado

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Actualidad...

***Sonnet***

Las lágrimas no paraban de bajar por mis mejillas. Sentía un puñal en el estómago y en el corazón. La furia se mezclaba con la tristeza y desesperación como si fueran químicos... creando explosiones dentro de mí.

¿Por qué la había dejado? ¿Por qué tenía que irme justo en ese momento? Me daba cuenta de que el universo me mantenía en constante jaque. Cada vez todo se hacía peor y peor. La agonía era intensa, y siempre habría una situación que empeoraría todo.

—Sonnet... puedes retirarte si lo deseas. —Tricia estaba sorprendida por lo que acababa de escuchar.

—Estoy bien... —aclaré, limpiando mis lágrimas—. ¿Qué haremos con él?

—Prometo no hacer nada que tenga que ver con los Desvaríos, jamás me meteré con ustedes... —Jerry estaba llorando—. ¡Lo prometo!

—¿Ah sí? La verdad no creo que nos sirvas de mucho más. Tengo que decidir en si matarte o no. —Tricia caminaba a los alrededores—. ¿Qué dices, Bucker?

—Aunque ellos sean escorias, tenemos que demostrar de qué estamos hechos —concluyó él—. Desterrémoslo.

—¿Desterrarlo? —Ella levantó las cejas, interesada—. Muy buena idea.... Con uno de alto nivel menos en ese equipo, será pan comido

—¿De qué hablan? —titubeó Jerry con muchos nervios.

—Si quieres salir vivo de aquí, te tengo un trato. Y es uno bondadoso. ¿Lo quisieras escuchar? —Tricia tomó el celular.

—Sí —suplicó sin duda.

—Muy bien; este es el trato. Te largarás de aquí, irás a la Ciudad Evocativa, por siempre. —Hizo algunos movimientos con el celular y lo puso frente a Jerry—. Dejarás a tus tres hermanos aquí. Solos.

—¡No! —clamó llorando—. ¡A mis hermanos no, por favor!

—Seguro que estarán bien. De todos modos, si planeaban ser Oníricos, irían a tener una vida de mierda. —Tricia soltó una risa.

—Ellos ni siquiera saben que esto existe. ¡Los he protegido todo este tiempo! ¡Me he sacrificado para mantenerlos y darles una vida digna! Para darles un futuro... —Estaba desesperado—. ¡Por favor!

—Está bien, te creo. —Tricia caminó en círculos—. Solo podrás enviarles dinero, cada vez que quieras... pero si haces algo mal, ten por seguro que yo misma me ensuciaré las manos.

—Está bien... —Jerry se resignó—. Lo haré, me largaré de este lugar.

—Estaré pasando por tu casa seguido, Jerry. Además... ¿recuerdas que tus hermanos tienen un tutor de matemática? Jamás le vista la palma de la mano, ¿cierto? —Ella sonrió—. Adivina.

—Ustedes ganan... ustedes ganan... —Él lloró—. Déjenme ir ahora.

—Muy bien, entonces. —Tricia lo desató—. Supongo que todo esto es suficiente. Según entiendo, eres alguien de palabra. ¿No?

—Soy alguien de palabra —confirmó Jerry.

—Bucker te dejará en la estación del autobús. Tomarás el primero que vaya a la Ciudad Evocativa, y jamás regresarás. Estaré avisando a todos que si te ven por aquí... hagan algo que no deseas —sentenció.

Estaba devastado. No podía pensar en otra cosa más que en Serina. Jamás había escuchado del lugar tan misterioso que ella había mencionado. Con solo escuchar el nombre no me sentía seguro al respecto.

No pude mencionar otra palabra a Jerry, quien estaba siendo opacado por la bolsa de tela. Bucker le puso el cuchillo en el estómago, listo para hacer presión y acabarlo en cualquier segundo.

—Ha sido un placer hacer negocios contigo, Jerry. —Tricia se despidió—. Espero no verte jamás.

Jerry no dijo una palabra más. Lo vi salir de la habitación blanca. Casi no podía caminar, iba muy lento. Además, tenía la ligera pero constante duda de si lo irían a matar. ¿Qué tan lejos podría llegar Tricia por marcar su territorio?

—Siento lo de tu novia... —Tricia se fue a la mesa a poner el objeto metálico—. No soy quién para juzgar. No haré comentarios al respecto.

—Gracias, Tricia —hablé—. Disculpa.

Me fui hacia la habitación negra. Cerré la puerta. Jael estaba en el sillón, y su amigo Desvarío ya no se encontraba con él.

—¿Puedes salir? —cuestioné con una enorme pelota de sentimientos en la garganta.

—Lo siento. Casi no me puedo mover —negó, mostrando sus heridas.

Levanté la mesa del centro con todos los libros, lanzándola hacia la pared. Todos salieron volando.

—¡Que te largues! —exclamé con todas mis fuerzas. Jael se asustó, tomó una postura defensiva y sorpresiva.

Se levantó a como pudo y se fue.

Me quedé solo, físicamente... más de lo que ya estaba psicológicamente. Me lancé al sillón y empecé a llorar con todas mis fuerzas. Respiraba rápidamente y expulsaba el aire de inmediato. Estaba desconsolado... no tenía manera de lidiar con mis sentimientos constantes de ahogo, de abandono, de desesperanza.

Todo por lo que había luchado en todos los ámbitos de mi vida estaba derrumbado. No podía salvar a Serina, no podía salvar a Lyra... y ahora estaba empezando a fallar a los Desvaríos. No pude ayudar en la guerra, no pude terminar con Duke, no pude hacer nada útil.

De repente sentí algo, muy dentro de mi corazón. Algo dentro de mí finalmente se quebró. Ya no me importaba nada que no pudiera controlar. Había aceptado el hecho de que no tenía derecho sobre los eventos que influían en el universo. No podía seguir jugando de héroe sabiendo que había personas más poderosas, gente corrupta con todo el poder para destruir a otros, para hacerlos añicos a la orden.

No podría controlar el universo, pero sí podría manipular ciertas partículas diminutas que lo componían.

Tampoco podría hacer nada sobre mi pasado, sobre aquellos momentos de soledad, depresión, ansiedad... pero tendría que aprender a sacarle lo positivo a la situación, a sacarle la ventaja a la oscuridad que la vida me habría brindado, para lo que la vida me preparó. No sabría qué iría a suceder con el desfile; eso lo averiguaría después. Por el momento, la mejor opción sería cooperar lo más posible con Tricia, para que el plan funcionara a la perfección con los insumos disponibles.

Sentía la cara caliente. Las lágrimas caían fluidamente, y tenía mucha sed. Sabía que la manera de acostumbrarme a la sangre era tomándola lo más que pudiese. Salí de la habitación. Tricia estaba hablando con Jael en la habitación blanca.

No hizo ningún gesto a pesar de verme así de afectado.

—Quiero sangre —afirmé. Tricia caminó tranquila hacia la mesa, para prepararla.

—¿Qué quieres mezclar con ella esta vez? —Me veía directo a los ojos.

—No me importa. —Me limpié la cara con el brazo—. Lo que sea.

Ella tomó la licuadora y puso los distintos ingredientes. Después de batirlo tomó un sorbo. Se lamió los labios para limpiar el rastro de sangre y me dio el vaso.

—Provecho. —Su mirada era intensa y oscura.

Los modelos estaban pasando por tres transformaciones al mismo tiempo. Física, psicológica... y de personalidad. ¿Cuál de las tres sería peor? ¿Acaso habría un camino de regreso?

El Desfile Macabro (#1 ¡EN FÍSICO YA!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora