Su nombre es Gracie.

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Había un silencio notable en aquél cuarto, estaba un tanto oscuro siendo iluminado por una simple lámpara anaranjada.

La tensión de los dos Grimes era notable, era como si tuvieran a un verdadero fantasma frente a sus ojos, no podían creer que el mismo Morales estaba ahí en ese lugar apuntadolos con el arma que llevaba.

Morales, el hombre que estuvo en el campamento de Atlanta con todos los demás. Aquél hombre amable que tenía una esposa y dos hijos, nunca más habían sabido de lo que sucedió con esa buena família.

Hasta el día de hoy...

—Armas abajo.— ordenó Morales con una mirada fría, llena de rencor.— ahora.

Ellie no haría caso a esa orden, eran dos contra uno y ella fácilmente podría amenazar al tipo. No tenía intención de matarle, pues Morales en algún momento también había sido parte de esa pequeña familia que se encontró en Atlanta.

Pero al ver que su padre estaba bajando las armas, entendió que ella debía hacer lo mismo. Con cuidado y desconfianza dejaron las armas en el suelo, para que Morales no sospechara de nada.

—No creas que me he olvidado de tus machetes, Ellie.— la castaña solo miro enojada, pensando que el hombre no se había percatado de sus cuchillas.

Sin más opción, se saco con cuidado el arnés que siempre sostenía a sus dos machetes en la espalda. En el momento de estar completamente desarmados frente a alguien que los apuntaba sin dudar, se levantaron con cuidado quedando de pie nuevamente frente a Morales.

—Así que tú eres Rick de Alexandria.— sonrió cínico Morales, sin creer que el mundo era tan pequeño.— todo este tiempo... fuiste tú.

—Convocaste a tus hombres para nada.— interrumpió la chica, enojada al ver que esto se tornaba tan tranquilo.— la lucha esta afuera, aquí solo estamos nosotros.

—¿Oyeron lo que dije?— acerco el arma enojado.— sé quienes son.

—Lo vi en el espejo a través de la puerta abierta.— agregó.— y no fue un recuerdo del pasado. En cuanto los vi... supe que habían hecho el mismo viaje que yo, desde allí hasta aquí.

—Bueno... supongo que no somos los mismo que solíamos ser, ¿no?— preguntó sonriendo.— porque son unos monstruos.

Ellie apretó sus puños con fuerza, se preguntaba una y otra vez con que derecho los salvadores decían esas palabras. Ella estuvo dentro de ese maldito santuario y vio cosas que en ninguna comunidad hacían.

—Los llamé de regreso porque son un premio, Rick.— explicó sin bajar su arma y dirigiendo su mirada a la castaña.— nos ordenaron. No te matamos, ni a la viuda, ni al rey... ni siquiera tocar a la perlita.

—Cierra tu puta boca.— la chica estaba a punto de tirarse como animal, de no ser que Rick le detuvo y que el arma de Morales se pusiera en posición nuevamente.

—No si hace falta.— advirtió el hombre.— ¿Entonces porque están aquí, Rick y Ellie?

—Los conozco... justo como antes.— agregó.— siempre eras el tipo dispuesto a apurarse, la chica dispuesta a salvar a todos, pero ¿porqué?

—¿Qué es lo que buscan?— ni uno de los dos respondían a las preguntas de Morales, Ellie simplemente pensaba que era una perdida de tiempo ser amigable con este hombre.— no dicen nada, ¿no?

—Ya no tiene importancia, ya no.— apuntó con rabia a los dos.— ni para ustedes, o para cualquiera que hayan traído aquí.

—Porque lo que quedó de mi gente... están llegando.— advirtió.— y los entregaremos a Negan o quizá no, de todos modos nos desquitaremos, de tu mierda, corazón.

How many walkers have you killed? (Daryl Dixon.) Where stories live. Discover now