Sagitario & Aries

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Narra Sagitario

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Narra Sagitario

—No tiene sentido seguir peleando, ¿no lo crees? —susurra él cerca de mi oído y podría jurar que nunca antes me había sentido así con alguien.

—¡Lo odio!

—¿A quién odias? —me preguntó Leo, mi mejor amiga, desde la cocina.

—¿A quién más? ¡A Aries! —espeté de mal humor y mi amiga se rio—. No es gracioso, ¡mira lo que le hizo a mi cabello!

Leo se dio vuelta y no evitó hacer una mueca sorprendida y disgustada al mismo tiempo. Gracias al imbécil de Aries, mi cabello rubio terminó castaño con mechas violetas.

—Oye, no te queda tan mal —la miré indignada y ella colocó una de sus manos sobre mi hombro derecho—. Tengo una vaga idea sobre el porqué de esta situación.

—¿Por qué podría ser? Sólo se me ocurre que, como yo busqué venganza de su broma anterior, ¡él tomó venganza contra mí! —Sabía que estaba siendo muy dramática pero, él no tenía derecho a hacerme esto.

—Tal vez, pero no —Leo sonrió de lado y me dio miedo. Cada vez que sonreía así nada bueno era de esperarse—. ¿Con cuántas chicas salió Aries?

—¿Qué? No lo sé —respondí a la defensiva, aunque en realidad si lo sabía, fueron tres. ¿Qué? Hay que conocer a tu enemigo para saber sus puntos débiles.

—Fueron tres, ¿y sabes qué tenían en común ellas? —Fruncí el ceño y negué, ¿a dónde quería llegar con todo esto?—. Las tres eran castañas.

—Si piensas que Aries me hizo esto porque le gusto, estás muy equivocada —si antes estaba enfadada, en ese momento, lo estaba aún más.

Salí de la casa de Leo, ya que vivíamos juntas porque mis padres se fueron de viaje por su trabajo. Me dirigí hacia el gimnasio local, necesitaba descargar toda la furia que sentía y no volvería a ver a Aries hasta el lunes.

Entré en el gimnasio y el entrenador apenas me vio, me tendió los guantes de boxeo. ¿Tan notorio era mi enojo?

Me los puse y me ayudó a subirme al ring. Usualmente peleábamos entre nosotros, ya que no venían mujeres seguido. Sino también, había varios hombres que trataron de vencerme por ser «mujer», ¿adivinen quién es la campeona local?

—Yo quitaré esa sonrisa de tu rostro, Sagitario —mencionó alguien lo bastante alto para que dejara de golpear a mi entrenador y mi enojo aumentó mucho más al reconocerlo.

—¿Qué mierda quieres, idiota? ¿No te bastó con hacerme esto? —grité y atrajé las miradas curiosas de los presentes, aunque poco me importó.

—No creo que seas tan fuerte como dicen —dijo con sorna mientras una sonrisa aparecía en su cara. Al parecer quería hacerle una visita al hospital y con mucho gusto se lo facilitaría.

—Escorpio, dale su biberón al bebé —hablé y vislumbré la expresión molesta de Aries al haberlo llamado «bebé» en tono burlón.

Mi entrenador bajó del ring y le prestó sus guantes al ariano. Éste subió al ring y se colocó en la esquina contraria a la mía.

—Bien, chicos, no quiero ningún herido de muerte —no le respondí a Escorpio, no iba a tener piedad con Aries.

El entrenador tocó la campana de inicio y empecé a dar pequeños saltos para estabilizar mi respiración a un buen ritmo.

Aries me miraba con esa sonrisa que me provocaba repulsión y asesté el primer golpe, el cual impactó en su barriga porque no se lo esperaba, haciéndolo caer al suelo.

—No llevan ni dos minutos —se burló Escorpio y me reí. Aries escupió saliva hacia un lado y con gran esfuerzo (que se le notaba en el rostro), se levantó.

Sin dudarlo, él lanzó un golpe rápido en mi dirección y no pude esquivarlo, haciéndome tambalear un poco.

Golpes y patadas iban y venían, hasta que oí la campana y me alejé hasta sentarme en un pequeño banquillo.

Tenía un poco de sangre en mis nudillos por el último golpe que le propiné a Aries cerca de su nariz. Debía estar odiándome más de lo que hacía pero no importaba, de todas formas, ¿quién lo había incitado a burlarse de mí? Nadie. Él lo hacía por cuenta propia y debía afrontar sus consecuencias.

—El gimnasio ya va a cerrar —avisó Escorpio y lo miré exhausta, la verdad es que hoy no esperaba luchar con tanta fuerza, me consumió demasiada energía—. Acuario no viene hoy.

Lancé un bufido frustrado y ambos bajamos del ring a duras penas.

Miré a Aries de soslayo y vi múltiples moretones en su rostro, aparte de la sangre que cubría su nariz, por supuesto. Mientras peleábamos, le dí pocas patadas porque ese no es mi fuerte, en cambio, sí el de él.

—Nos vemos —dijo el entrenador y nos cerró la puerta del gimnasio en nuestros rostros. Vi como Aries se limpiaba la sangre con su camiseta y yo me giré dispuesta a irme hacia la casa de Leo.

Hice un esfuerzo por caminar pero me dolían demasiado las piernas. Sentí que no podía levantar los pies y antes de caerme, me encontré con las manos de Aries, rodeando mi cintura, evitando mi caída.

—¿Qué crees que haces? —musité nerviosa, al estar tan cerca de Aries. Sí, ya sé que estuvimos en más contacto físico pero no era lo mismo, hace minutos estábamos ciegos por el odio.

—No tiene sentido seguir peleando, ¿no lo crees?

Miro a Aries y trago saliva, a lo que él sonríe por provocar el nerviosismo en mí. Maldito.

De un segundo a otro, siento la respiración de Aries más cerca de mi rostro, mezclándose con la mía. No sé cómo, pero me deshago de su agarre y por fin, caigo al suelo.

—Diablos, Sagitario, ¿estás bien? —Me ayuda a levantarme y esta vez, hace su agarre más fuerte para que no vuelva a caer.

—¿Te estás preocupando por mí? —pregunto con total incredulidad y él forma una sonrisa cariñosa en su rostro, lo que provoca que mis latidos sean más rápidos.

—Ay, Sagitario —ríe y toma un mechón de mi cabello y lo aparta de mi rostro hasta dejarlo detrás de mi oreja. Deja su mano en mi nuca y ahora siento menos fuerza en mis piernas.

Se ve que quiere decirme algo pero parece estar en una guerra interna consigo mismo y sin pensarlo mucho, no espero más y junto nuestras bocas en un beso corto.

Aries me mira sorprendido por haber hecho eso y le sonrío. Creo que había cierta tensión entre nosotros, eso explicaría el porqué nunca dejábamos de hacernos bromas. Sabíamos que el otro nos iba a devolver el disgusto.

—Al parecer te gusto tanto como tú me gustas a mí —habla y me encojo de hombros como puedo. Él vuelve a juntar nuestros labios pero esta vez, hace más largo y duradero el beso.

Al separarnos, miramos directamente los ojos del otro y sin decir nada, como si hubiese una «conexión» entre nosotros, reímos. Nuestra risa es lo único que se escucha en la calle, y eso me gusta, que seamos sólo Aries y yo.

One shots zodiacales; [PEDIDOS CERRADOS]Where stories live. Discover now