Piscis & Sagitario

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El primer jueves de cada mes, Sagitario hacía las compras para su vivir día a día y así no tener que preocuparse de comprar durante la semana, interrumpiendo su horario libre o laboral

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El primer jueves de cada mes, Sagitario hacía las compras para su vivir día a día y así no tener que preocuparse de comprar durante la semana, interrumpiendo su horario libre o laboral. En su carrito ya habían alimentos enlatados, como también, energizantes y snacks, ya sean papas fritas o palitos salados, estos últimos eran sus favoritos.

Ella se detuvo en la góndola donde vio dulces. Si bien no tenía hijos, ella era fan de los chocolates y demás.

Tomó todos los que pudo entre sus brazos y cuando se dispuso a volver hacia su carrito, alguien la chocó de costado, haciendo que Sagitario volteara más de veinte chocolates al suelo, bajo la atenta mirada de los presentes en ese sector, sintiendo la ira apoderarse de su ser.

—¡Mira lo que hiciste! —gritó con histeria, mirando al pelinegro que la había chocado. Él, un tanto nervioso, se limitó a agacharse y recoger algunos de los chocolates esparcidos por el suelo para ayudarla.

Sagitario, de inmediato, hizo lo mismo, sólo para aligerar el mal momento pasado y cuando ella iba a levantar uno de los dichosos chocolates, el muchacho le ganó, dejándola con su mano en el aire.

—¿Te gustan los chocolates con maní? —preguntó el desconocido para la rubia y ella asintió con una sonrisa, definitivamente aquellos eran los mejores que había probado—. ¿Cómo haces para comerlos? Son un asco.

—Oh, bueno, déjame decirte que esos fideos que llevas, no son los más ricos que existen —comentó Sagitario, levantándose del suelo y dejando los chocolates en su carrito; ya no le importaba si estaban aplastados o dañados, sólo quería ir a su casa y mirar una película a solas, al igual que siempre desde que se enteró que su ex novio la engañó con otra mujer.

—¿Qué me dices de ese helado? ¿Crema chantillí y arándanos? Mm, yo paso —murmuró el pelinegro, mirando despectivo a quien compraría aquel sabor de helado, logrando que Sagitario volteara a verlo con el ceño fruncido; ¿quién se creía él para andar criticando lo que a ella le gustaba?

—Vaya, no recuerdo el momento en el que te invité a cenar, ¿podrías recordármelo? —mencionó con evidente sarcasmo, haciendo sonreír al contrario.

—Sí, lo siento, no debí meterme con tus gustos —él rio un poco para desaparecer la tensión que se notaba entre ambos y la rubia se encogió de hombros, después de todo, no era algo de vida o muerte—. Por cierto, me llamo Piscis.

—Sagitario —dijo la susodicha, estrechando la mano del pelinegro, sonriendo, olvidando el momento de hace un rato—, y no te preocupes, Piscis, nuestra pequeña "discusión" me levantó los ánimos.

—Oh, en ese caso, me siento bien de haber ayudado a poner una sonrisa en tan bello rostro —la muchacha lo miró incrédula, no podía creer que alguien pudiera intentar ligar en un supermercado. Simplemente, era una situación nueva para ella.

—Sí, bueno, diría que fue un gusto conocerte pero, criticaste mi fuente de vida —bromeó Sagitario y el pisciano volvió a reír, algo que no hacía hace bastante tiempo de verdad.

—Espero poder volver a chocar contigo para tener un motivo para hablarte —esta vez, Sagitario rio. Si bien no se conocieron de una forma agradable, el chico por más de que la haya juzgado, parecía ser buena persona y eso le inspiraba confianza.

—¿Sería muy desubicado si te invito a cenar a casa? —inquirió la rubia, esperando una pronta y favorable respuesta por Piscis, quien tenía una sonrisa plasmada en su rostro.

—¿De verdad estás invitando a un completo extraño a cenar a tu hogar? No lo sé, ¿qué tal si soy un ladrón y sólo acepto tu propuesta para poder robarte? —La rubia se encogió de hombros, a la vez que decía «sólo se vive una vez», respuesta que le gustó a Piscis, ya que lo sorprendió—. En ese caso, me encantaría cenar contigo, Sagitario.

Luego de aquello, ambos pagaron sus respectivas compras y emprendieron camino al auto del pelinegro, donde dejaron las bolsas en el baúl y ellos subieron al frente, él al volante y ella a su lado, en el asiento de copiloto.

Piscis condujo hasta la casa de la rubia, mientras hablaban, intentando conocerse más. Él creía que ella era una chica más con serios problemas con el cacao, por la manera en la que compraba Sagitario en grandes cantidades sus chocolates. Sin dudas, la juzgó mal y se sintió culpable por ello.

Al llegar en la morada de la muchacha, él llevó las bolsas mientras ella abría la puerta, invitándolo a pasar para que no se mojara, debido a que en el camino había empezado a llover.

Sagitario se disculpó por el desorden que había en el living. Piscis le restó importancia, alegando que tenía un acogedor hogar. De hecho, no había tanto desastre, ya que la rubia había decidido seguir con su vida, después de todo, sabía que habría varias decepciones amorosas y esa era la primera de muchas más. Así que, esa misma mañana antes de irse al mercado, se puso manos a la obra y puso un poco en orden el lugar. Se había mudado hace un par de días, por lo que aún se veían las cajas de la mudanza desparramadas por doquier.

Ellos prepararon la cena entre los dos, podría decirse que fue un buen trabajo en equipo. Cocinaron pastel de papas, y si bien Sagitario no se sabía la receta, Piscis compartió hasta sus secretos sobre cómo darle un sabor único y exquisito. Luego, cenaron entre risas y anécdotas, formando una historia divertida, hasta que los recuerdos tristes llegaron a ambos, cortando con el ameno ambiente que se había formado.

—El infeliz de mi ex novio me engañaba —mencionó Sagitario, dejando el tenedor a un lado; a sabiendas de que la comida estaba deliciosa, el apetito se le había ido.

—Sé como te sientes —masculló Piscis, posando su mano sobre la de la rubia, en un acto inesperado para ella, pero que sintió como una caricia a su alma. Sentía que él la comprendía como nadie lo había hecho y a pesar de que, quizás, era muy repentino para decirlo, la compañía de Piscis le hacía bien—. Mi hermana falleció hace un mes.

—Que pena —comentó Sagitario, evitando el típico «lo lamento», claramente vacío, ya que una cierta minoría de personas en verdad sentían su pérdida; cosa que Piscis agradeció. Ella volteó su mano, hasta que sus palmas encajaron entre sí, ajustándose a la misma medida.

Ambos sintieron una especie de conexión, que los hizo mirarse mutuamente a los ojos, los cuales tenían un brillo inusual, pero que conocían muy bien. Finalmente, sonrieron, empezando su propia historia de amor.

One shots zodiacales; [PEDIDOS CERRADOS]Where stories live. Discover now