Libra & Capricornio

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Amaba pisar las anaranjadas hojas tan solo porque le divertía el crujir de estas bajo sus pies

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Amaba pisar las anaranjadas hojas tan solo porque le divertía el crujir de estas bajo sus pies. El otoño se hacía notar cada vez más. De hecho, ya estaba listo para despedirse y darle lugar al helado invierno de aquel año.

Pero por el momento, Libra disfrutaba de las mañanas otoñales, donde caminaba cuadras y cuadras llenas de hojas caídas de los árboles, hasta llegar a la facultad.

Esa mañana hacía más frío que los días anteriores. El cielo estaba parcialmente nublado, por lo que el sol no podía dar calor pleno a su cuerpo. Se había olvidado su abrigo en casa, así que rogaba porque tuvieran la calefacción al máximo. Todo su ser se estaba helando.

Después de varios minutos, llegó a la biblioteca de la facultad, donde sabía que siempre estaba calefaccionado y podía estudiar tranquilamente hasta empezar su primera clase del día.

Conectó su notebook al enchufe de la pared y empezó a redactar un ensayo que debía entregar en un par de días.

Las horas pasaron hasta que llegó el mediodía y abandonó la biblioteca para almorzar junto a sus amigas.

Una vez que ellas se marcharon a sus casas o respectivas clases, se quedó a solas durante un momento. Luego llegó su crush y se sentó junto a ella en el comedor. Libra lo miró
–para nada– disimuladamente y él le devolvió la mirada de la misma manera.

—¿Tengo algo en mi rostro, Lib?

La mencionada intentó no parecer sorprendida de que él le hablara y la llamara por un sobrenombre cariñoso. Libra peinó su cabello por acto reflejo y terminó de comer la fruta que tenía entre sus manos.

—De hecho, estás más rojo de lo normal.

—Más de lo normal, eh... ¿Cómo sabes? —Capricornio la inspeccionó con su mirada y Libra se sonrojó en menos de cinco segundos; no tendría que haber dicho eso. Sin embargo, él rió y su risa pareció disipar la posible tensión que se estuviese generando—. Estaba jugando contigo. Tienes razón, estoy más colorado que otros días porque tenía frío.

Libra procesó la información provista por su crush y le sonrió, alegando que por lo menos se encontraban en un ambiente calefaccionado.

—¿Quisieras acompañarme afuera un rato? Quiero practicar con mi guitarra, pero no quiero estar solo y tú pareces perfecta para ser mi público esta tarde —Libra estaba callada, cosa muy rara en ella, pero aquella invitación la había tomado por sorpresa—. ¿Qué dices?

Se tomó su tiempo antes de aceptar para no parecer desesperada y una vez que acabó de comer su fruta, acompañó a Capricornio al patio para que pudiera ensayar.

Aquella tarde de martes, donde el sol se ocultaba tras las nubes y la brisa soplaba frescamente las hojas, Libra se perdió entre los acordes de la guitarra acústica y la dulce voz de Capricornio.

Si alguien le hubiese dicho que así pasaría su tiempo por el resto del año, no se lo habría creído. De hecho, se hubiera reído en la cara de la persona que se hubiera atrevido a insinuarlo. Pero después de aquella primera tarde vinieron muchas más, donde ambos pasaban el mayor tiempo posible juntos porque allí encontraban la paz que necesitaban.

(...)

—Sé sincera y dime la verdad —Capricornio miró los ojos castaños de la muchacha y ella hizo lo posible para no apartar la mirada—. ¿Qué tan mal toqué anoche?

Libra suspiró, ya que se esperaba cualquier otra pregunta menos esa y le sonrió con orgullo a quien se había convertido en uno de sus amigos más cercanos.

—Ya te dije, lo hiciste muy bien.

—Deja de mentir. Usa tu cerebro, Libra, no tu corazón —resopló el rubio y giró su mirada hacia la puerta, rompiendo el contacto visual.

Aquella era una frase que Capricornio no utilizaba a menudo, sino más bien cuando las cosas no salían como él esperaba.

El día anterior se había presentado por primera vez como solista en un bar y Libra estaba en la primera fila, como era de esperarse. Sin embargo, ella le decía que lo había hecho bien, pero él sabía que eso no era cierto. Insistía en que le había errado a varias notas aunque pudo sobrellevar la situación con habilidad; Capricornio era bastante crítico consigo mismo.

—Puede que te lo esté diciendo con ambos órganos, Capricornio —el mencionado regresó su mirada a ella y vio como se levantaba para irse del comedor.

Él miró la hora en su celular y se preguntó dónde iría, a esas horas ninguno cursaba nada; de hecho, era su tiempo libre entre clase y clase. La siguió con la mirada a través de la ventana que daba vista al patio y la vio sentarse entre las hojas del árbol más grande.

Cuando alguno se sentía sofocado, por lo general, dejaban lo que estaban haciendo para pasar un tiempo a solas y acomodar sus ideas. Solo por eso, Capricornio dejó que Libra estuviera rodeada de su soledad por un momento.

Mientras tanto, ella se dedicaba a escribir poemas en su celular. Por supuesto que todos estaban inspirados en el rubio. No podía negar que disfrutaba la compañía de Capricornio, pero a veces se volvía muy aburrida la conversación y ella también se aburría, por lo que prefería estar sola.

Casi una hora y media había pasado cuando Libra escuchó el timbre característico de Capricornio. Estaba llamándola. Lo buscó dentro del comedor y él le señaló su celular a través de la ventana; quería que atendiera la llamada.

—¿No podías simplemente venir hasta aquí si querías hablarme?

—No —él rió al otro lado de la línea y Libra agradeció haber estado sola porque su sonrisa podría haber delatado sus sentimientos—. Hace frío ahí, ven adentro.

—¿Para que me sigas preguntando cómo fue tu concierto anoche?

El silencio contestó por él y Libra suspiró con cansancio. Era verdad que hacía frío y que sus dedos estaban entumecidos por ello, pero no quería regresar a su lado si iba a seguirle viendo el lado negativo a todo.

—Capricornio, sabes que te quiero un montón, pero no volveré hasta que me prometas cambiar de tema y no volver a tocarlo hasta que puedas ver el lado positivo y negativo de lo que haces —de nuevo silencio.

Sin embargo, Libra oyó el crujir de las hojas que rodeaban su posición y encontró a su amigo con el celular en la mano. Quizás ni siquiera había escuchado la condición que le había impuesto.

—Hace frío y no quiero que te enfermes, ¿entiendes? —Él se quitó su chaqueta y se la colocó a Libra alrededor de sus hombros, ya que notó como estaba temblando.

Acomodó la bufanda de su cuello y se sentó frente a ella, junto con su guitarra. Comenzó a tocar una melodía que no lo dejaba dormir por las noches. No sabía dónde la había escuchado, pero se había incrustado en su cerebro como un clavo.

Libra la conocía. Su madre solía ponerle aquella melodía de piano cuando era niña para que pudiera dormir con más tranquilidad.

Ver al rubio tocar era un deleite visual para ella y escuchar la melodía que producía con su guitarra, siempre lograba recordarle lo mucho que lo amaba.

Capricornio podía ser libre con ella porque lo comprendía. Se sentía tan a gusto con su compañía que se sentía extraño cuando no estaban juntos. Allí pasaban días completos, algunos no coincidían y en esos era cuando él sentía que un nuevo sentimiento estaba naciendo por Libra. Lo mejor era que no quería detenerlo, quería descubrir qué era lo que verdaderamente sentía por ella.

Sin embargo, allí, en esa tarde de otoño y con la música inundando el ambiente, las palabras no necesitaban decirse para saber lo que el otro sentía. Simplemente sonrieron y supieron que sus almas no serían lo mismo por separado.

One shots zodiacales; [PEDIDOS CERRADOS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora