Cáncer & Sagitario

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Cáncer miraba a su vecino desde su ventana, oculta tras la cortina, aunque desde fuera se podía notar su figura, dado a que la tela era traslúcida

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Cáncer miraba a su vecino desde su ventana, oculta tras la cortina, aunque desde fuera se podía notar su figura, dado a que la tela era traslúcida. Ella observaba como el muchacho lavaba su auto. Hacía unos minutos atrás, sin querer (o queriendo, quién sabe), se echó una cubeta de agua encima, provocando que su playera se pegue a su cuerpo, haciendo notables sus abdominales bien trabajados.

—No puede gustarme Sagitario —murmuró Cáncer y dejo escapar un lento suspiro de sus labios.

Ellos solían gastarse bromas la mayoría de los días, era algo así como una rivalidad que empezó en su niñez y que llegaron a odiarse, pero ahora era diferente y Cáncer no quería aceptarlo.

Sagitario terminó de lavar su auto y la chapa quedó reluciente, tanto que podía vislumbrar su reflejo. Sonrió por ello y se giró hacia la ventana de su vecina de frente. Cáncer se dio cuenta y se alejó rápido de la ventana, aunque él ya la había visto cuando empezó a lavar su vehículo. Y sí, Sagitario se tiró el agua encima tan solo para ver la reacción de la muchacha.

La rubia sentía que él la había descubierto, por lo que no tenía sentido seguir ocultándose, así que decidió fingir que iba de salida. Tomó su sombrero del perchero y salió de su casa. Sagitario estaba sobre el capó de su auto, bronceando su torso con los rayos del sol; ya se había quitado la camiseta mojada. Tenía sus lentes oscuros puestos, pero bien podía distinguir la figura esbelta de su vecina.

—Lindo día, ¿cierto, Cáns? —La rubia se detuvo a mirar al pelinegro. Él se veía jodidamente bien y eso la estaba enloqueciendo.
—¿No tienes nada mejor que hacer, Sagitario? —el mencionado se rió, bajando del auto. Cruzó la calle, hasta detenerse frente la joven.
—¿Acaso no puedo tomarme un día de descanso, lindura? —Sagitario apartó un mechón de cabello que caía en el rostro de la rubia y ella le apartó la mano de un manotazo—. Oh, que agresiva te despertaste hoy. ¿Tuviste una mala noche?
—No te importa —ella le sacó la lengua y se alejó tres pasos del pelinegro. Sagitario rió por lo infantil que se veía y volvió a acercarse a Cáncer, quien frunció el ceño; él adoraba hacerla enfadar—. ¿Conoces algo llamado "espacio personal"?
—Oh, claro que sí. Y creo que tú conoces muy bien el término "espiar", aunque no sabes el significado de "disimular" —Cáncer sintió que sus mejillas tomaban un poco de color, ya que sentía el calor en toda su cara. Él sabía cómo dejarla en ridículo y por eso chocaban muchas veces.
—Púdrete —masculló la rubia, golpeando el pecho de Sagitario. La piel de su mano haciendo contacto con la piel desnuda del pectoral del pelinegro sólo logró sonrojarla un poco más, aunque provocó una sensación extraña en el muchacho, una que ni siquiera su novia había provocado en él.

Cáncer decidió marcharse hacia algún lugar donde podría estar sola, al centro comercial quizá, sólo necesitaba aclarar sus sentimientos, o más bien, aceptarlos. El pelinegro no la siguió, sólo se dedicó a mirar cómo se iba. Él también necesitaba pensar y odiaba hacerlo porque sabía que cuando lo hacía, todo su mundo se ponía patas arriba.

(...)

Sagitario estaba en su casa, con su novia. Las cosas entre ellos habían empeorado desde la última vez que él habló con su vecina, hace tres días.

—¡Tú no eras así! —le gritó Acuario, roja de la furia que sentía. Su novio le estaba diciendo que no tenía sentido seguir siendo pareja cuando ambos sabían que era una farsa tan solo para darle celos a un chico que le gustaba a ella—. ¡Prometiste ayudarme, Sagitario!
—Lo hice, Acua, pero él ni siquiera volteó a vernos —dijo, colocando una de sus manos sobre el hombro de Acuario y ella desvió su mirada; sabía que el pelinegro tenía razón pero, la verdad le dolía.

Ambos se quedaron en silencio, escuchando la música clásica que Cáncer ponía a alto volumen cuando caía la noche. Ese era el mejor horario para practicar sus pasos de danza. Sagitario miró hacia el segundo piso de la casa de su irritable pero adorable vecina, justo donde había una única luz encendida, donde él suponía que debía estar la rubia bailando.

—Hay alguien que te gusta —susurró Acuario, dejando desconcertado a Sagitario y ella aclaró su garganta—. Es eso, ¿o no? Me estás terminando porque te gusta alguien. Dime que es eso porque siento que en cualquier momento te golpearé si no me das un buen argumento.
—Me gusta Cáncer —confesó, sin creerlo y Acuario sonrió, sabía que ellos estaban destinados a estar juntos desde pequeños. Condujó a Sagitario hasta estar en la puerta de la casa de él y así poder tener una mejor vista de la cuadra.
—Estoy segura de que ella siente lo mismo —Acuario suspiró y abrazó al pelinegro, quien correspondió al abrazo. A pesar de todo, ellos seguían siendo amigos, aunque frente los demás eran los novios perfectos.

Cáncer dejo de bailar al dejar de escuchar la música y se asomó cerca de la ventana, donde estaba su equipo de sonido. Dio vuelta la cinta y la música volvió a inundar sus oídos. Le echó un vistazo a la calle y distinguió la figura de su vecino junto a su novia, abrazados. Cáncer se alejó de la ventana, sintiendo que su corazón dolía; le había costado trabajo aceptar sus sentimientos hacia Sagitario y ver que él estaba con otra persona, le dolía mil infiernos.

—Sólo quiero tu felicidad, Sagi —dijo Acuario, mirando los ojos oscuros del muchacho y él sonrió melancólico.
—Eres una gran persona, Acua, y si él no lo ve, no sabe de lo que se pierde —la muchacha rió y rompió el abrazo.
—Fuiste un gran novio falso, estoy segura de que lo serás de verdad —el muchacho rió ante sus palabras y le dio un último abrazo a su amiga antes de despedirse.

Sagitario esperó a ver cómo Acuario se iba en un taxi y exhaló el aire acumulado en sus pulmones. Tocó el timbre de la casa de frente y minutos más tarde, Cáncer abrió la puerta, encontrándose con su vecino. Salió al porche y cerró la puerta para que sus padres no escucharan su conversación.

—¿Qué haces aquí? —preguntó la rubia y Sagitario sonrió burlón.
—Buenas noches para ti también —bromeó y Cáncer rodó sus ojos—. El tutú te hace más linda —comentó, sin siquiera pensarlo y se mordió la lengua; no había podido guardarse el pensamiento al ver la ropa de danza que llevaba puesta.
—Hm, ¿gracias? —murmuró extrañada y miró hacia ambos lados buscando a la novia del pelinegro, aunque no la vio—. ¿Se te ofrece algo, Sagitario?

Él aprovechó su pregunta y juntó sus labios con los de Cáncer, ya que él era más de actuar que de pensar sus acciones. Ella estaba sorprendida, sin embargo, le correspondió, pasando sus brazos tras el cuello del pelinegro. Sagitario sonrió en medio del beso y se ganó una mordida por parte de la rubia, gruñó y Cáncer soltó una risita ahogada. Se separaron, aunque no se alejaron el uno del otro.

—Fue más fácil de lo que pensé —rió Sagitario y Cáncer puso sus ojos en blanco, aunque sonrió al saber que él sentía lo mismo que ella.
—¿Alguna vez piensas? —se burló y el pelinegro le robó un beso, dejando que Cáncer sonriera de manera boba.
—Creéme que tuve que hacerlo para dejar a Acuario —confesó Sagitario y la rubia abrió sus ojos como platos, estaba realmente sorprendida.
—Creí que tú y ella eran felices —comentó Cáncer y Sagitario se encogió de hombros.
—No era mi tipo —rió y acarició una de las mejillas de la rubia—. A mí me gustan las rubias que me hacen los días imposibles, al parecer.

Ambos volvieron a reír y a unirse en un beso más lento que el anterior, disfrutando de la sensación placentera que sentían por tener al otro entre sus brazos.

One shots zodiacales; [PEDIDOS CERRADOS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora